viernes. 19.04.2024

China se pone las pilas

A principios de marzo, el gigante asiático va a aprobar su XII Plan Quinquenal. Según todos los indicios, representará un giro de proporciones históricas en su política económica, comparable a las Cuatro Modernizaciones de comienzos de los años ochenta.

A principios de marzo, el gigante asiático va a aprobar su XII Plan Quinquenal. Según todos los indicios, representará un giro de proporciones históricas en su política económica, comparable a las Cuatro Modernizaciones de comienzos de los años ochenta. En los últimos tiempos, los dirigentes chinos venían hablando de corregir las Cuatro Uns (unstable, unbalanced, uncoordinated y unsustainable, o sea, inestable, desequilibrada, descoordinada e insostenible), que caracterizan su economía. El XII Plan Quinquenal pretende cambiar eso de raíz.

Dicho en términos macro, la economía china ha dependido en exceso de sus exportaciones – que son nuestras importaciones y del resto del mundo – para crecer. Eso ha determinado un superávit exterior en el que se materializaba el ahorro del país, invertido – inevitablemente – en financiar el déficit de pagos de otras economías, señaladamente la estadounidense y la nuestra. Las consecuencias de ese modelo han sido gravosas para los chinos: crecimiento desproporcionado de la industria comparativamente a los servicios, una economía altamente agresiva con el medio ambiente, y pérdidas considerables de capital en toda la crisis. Ahora, además, los países desarrollados importan mucho menos, debido a la caída de su demanda agregada.

El XII Plan Quinquenal se propone corregir el desequilibrio entre sectores, haciendo crecer intensamente los servicios, que además ofrecen mayor capacidad de creación de puestos de trabajo que la industria; si no tiene éxito en esto, no habrá forma de absorber el desempleo que ya se cuenta por millones. El necesario instrumento de esta política es un aumento de la demanda de consumo a costa del ahorro. Para conseguirlo, China planea introducir un sistema de protección social que reduzca la incertidumbre que domina a las familias, y que es lo que les induce a ahorrar. En otras palabras, China se enrumba hacia el estado de bienestar.

La contrapartida de semejante política, en caso de tener éxito, será que, en la medida en que China reduzca su superávit exterior, los demás tendremos que reducir nuestro déficit. La buena noticia es que, si crece su demanda de consumo, habrá más mercado para todos; China se convertiría en el gran mercado del siglo XXI, tomando el relevo de Estados Unidos, que lo fue en el siglo XX, quien a su vez reemplazó al Reino Unido, que lo fue en el XIX. Ahora bien, la cuota que nos toque a España en el mercado chino tampoco se nos dará de forma automática. Habrá que competir por ella. Y si no estamos a la altura de esa competencia, nuestra parte de la tarta se la llevarán otros, como ya está haciendo Alemania. En el peor de los casos, los cambios en China nos obligarán a reducir permanentemente nuestro consumo sin encontrar compensación en nada.

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