23 de agosto de 2010, 11:09
NUEVATRIBUNA.ES - 19.8.2010
En estos días de agosto, cualquiera que se decida a dar un paseo alrededor de la legendaria Torre de Hércules, en A Coruña, se encontrará con un curioso espectáculo: a pocos metros de la costa, aproado al viento del norte, en el escaso espacio entre dos rocas denominadas “o Boi” y “a Galera” sobre las que rompen con fuerza las olas del Atlántico, se bambolea un pequeño buque con la bodega abierta en la que van siendo depositadas con una grúa enormes planchas de hierro oxidado, conforme van siendo izadas desde el fondo del mar, donde han sido cortadas previamente por un equipo de buzos. Se trata de un barco encargado de recoger y trasladar a tierra los restos del petrolero Aegean Sea, que están siendo extraídos a los dieciocho años de su hundimiento.
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Lo que hoy es un montón de hierros, fue en su día un buque de 260 metros de eslora y una capacidad para transportar 80.000 toneladas de petróleo que, por un fallo en la maniobra de aproximación a puerto en pleno temporal, fue arrojado contra las rompientes de Punta Herminia, partiéndose en dos e incendiándose. Aquel naufragio fue uno más de los cientos que, desde que se tiene memoria, se han producido en estas aguas y originó una enorme humareda que ensombreció la ciudad por varios días, obligando a desalojar a los vecinos de algunos barrios. La subsiguiente marea negra causó graves daños en el ecosistema marino y en la economía de la zona. Con motivo de aquella catástrofe se inició en Galicia un fuerte movimiento de protesta con un lema: “¡Nunca máis!”. Diez años después, esas dos palabras se convertirían en la bandera de un movimiento mucho más amplio, que condensó la indignación de millones de ciudadanos de toda España con la falta de previsión y la actuación posterior irresponsable y laxa del Gobierno de Aznar ante un desastre ecológico y económico (más de 687 millones de €, según un estudio de las universidades de Santiago de Compostela y Vigo) como fue el producido por el hundimiento de otro petrolero: el Prestige.
Parece como si un sino trágico dictase el ritmo al que han ido sucediéndose las mareas negras y la recuperación de la productividad biológica en las costas gallegas, que han sufrido cinco de las once mayores catástrofes petroleras de Europa y un 10% de los vertidos por mareas negras de todo el mundo durante los últimos 30 años, si exceptuamos la última del golfo de México. Hoy el mar vuelve a estar limpio y se ha recuperado la vida animal y vegetal en las aguas costeras. Es la hora de los chatarreros del mar, de eliminar todos aquellos restos que están suficientemente cerca de la superficie como para causar daños a otros barcos o a los parejos de pesca que puedan engancharse en ellos. Los más profundos, como los del Erkowit, hundido en 1970, el Urquiola en el 76 y decenas de buques de todas las clases y todas las épocas: “drakkars” vikingos, la Ragazzona de la Armada Invencible, navíos de Drake, de la flota de Sir John Moore, cargueros, pesqueros y hasta submarinos, que se fueron a pique en las proximidades de este faro, recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, reposan en los fondos del Golfo Ártabro, y son hoy pecios colonizados por la vida marina que se abre paso frente a todas las adversidades. En la superficie es posible observar las bandadas de delfines que saltan sobre las olas, cruzándose con los cientos de embarcaciones que continúan, igual que hace cientos de años, tratando de ganar el seguro refugio del puerto coruñés.
Pedro Díez Olazábal participó en la fundación del Sindicato de Enseñanza de CC.OO y ha estado siempre vinculado a los movimientos sociales. Ha desempeñado los cargos de Alcalde de Arganda del Rey, diputado de la Asamblea de Madrid y Vicepresidente Tercero, portavoz en la Comisión de Medio Ambiente y Presidente de la Asamblea de Madrid.
En estos días de agosto, cualquiera que se decida a dar un paseo alrededor de la legendaria Torre de Hércules, en A Coruña, se encontrará con un curioso espectáculo: a pocos metros de la costa, aproado al viento del norte, en el escaso espacio entre dos rocas denominadas “o Boi” y “a Galera” sobre las que rompen con fuerza las olas del Atlántico, se bambolea un pequeño buque con la bodega abierta en la que van siendo depositadas con una grúa enormes planchas de hierro oxidado, conforme van siendo izadas desde el fondo del mar, donde han sido cortadas previamente por un equipo de buzos. Se trata de un barco encargado de recoger y trasladar a tierra los restos del petrolero Aegean Sea, que están siendo extraídos a los dieciocho años de su hundimiento.
Lo que hoy es un montón de hierros, fue en su día un buque de 260 metros de eslora y una capacidad para transportar 80.000 toneladas de petróleo que, por un fallo en la maniobra de aproximación a puerto en pleno temporal, fue arrojado contra las rompientes de Punta Herminia, partiéndose en dos e incendiándose. Aquel naufragio fue uno más de los cientos que, desde que se tiene memoria, se han producido en estas aguas y originó una enorme humareda que ensombreció la ciudad por varios días, obligando a desalojar a los vecinos de algunos barrios. La subsiguiente marea negra causó graves daños en el ecosistema marino y en la economía de la zona. Con motivo de aquella catástrofe se inició en Galicia un fuerte movimiento de protesta con un lema: “¡Nunca máis!”. Diez años después, esas dos palabras se convertirían en la bandera de un movimiento mucho más amplio, que condensó la indignación de millones de ciudadanos de toda España con la falta de previsión y la actuación posterior irresponsable y laxa del Gobierno de Aznar ante un desastre ecológico y económico (más de 687 millones de €, según un estudio de las universidades de Santiago de Compostela y Vigo) como fue el producido por el hundimiento de otro petrolero: el Prestige.Parece como si un sino trágico dictase el ritmo al que han ido sucediéndose las mareas negras y la recuperación de la productividad biológica en las costas gallegas, que han sufrido cinco de las once mayores catástrofes petroleras de Europa y un 10% de los vertidos por mareas negras de todo el mundo durante los últimos 30 años, si exceptuamos la última del golfo de México. Hoy el mar vuelve a estar limpio y se ha recuperado la vida animal y vegetal en las aguas costeras. Es la hora de los chatarreros del mar, de eliminar todos aquellos restos que están suficientemente cerca de la superficie como para causar daños a otros barcos o a los parejos de pesca que puedan engancharse en ellos. Los más profundos, como los del Erkowit, hundido en 1970, el Urquiola en el 76 y decenas de buques de todas las clases y todas las épocas: “drakkars” vikingos, la Ragazzona de la Armada Invencible, navíos de Drake, de la flota de Sir John Moore, cargueros, pesqueros y hasta submarinos, que se fueron a pique en las proximidades de este faro, recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, reposan en los fondos del Golfo Ártabro, y son hoy pecios colonizados por la vida marina que se abre paso frente a todas las adversidades. En la superficie es posible observar las bandadas de delfines que saltan sobre las olas, cruzándose con los cientos de embarcaciones que continúan, igual que hace cientos de años, tratando de ganar el seguro refugio del puerto coruñés.
Pedro Díez Olazábal participó en la fundación del Sindicato de Enseñanza de CC.OO y ha estado siempre vinculado a los movimientos sociales. Ha desempeñado los cargos de Alcalde de Arganda del Rey, diputado de la Asamblea de Madrid y Vicepresidente Tercero, portavoz en la Comisión de Medio Ambiente y Presidente de la Asamblea de Madrid.