sábado. 20.04.2024

Carnaval y Cuaresma de Francisco Camps

NUEVATRIBUNA.ES - 21.2.2009“Colgada en mi pared tengo una talla japonesa,máscara de un demonio maligno, pintada de oro.Compasivamente mirolas abultadas venas de la frente, que revelanel esfuerzo que cuesta ser malo”(Bertolt Brecht. “La máscara del mal”)ELOGIO DEL CARNAVAL.-Se cumple ahora el 30 aniversario de la creación del Carnaval alicantino por el Col.
NUEVATRIBUNA.ES - 21.2.2009

“Colgada en mi pared tengo una talla japonesa,
máscara de un demonio maligno, pintada de oro.

Compasivamente miro
las abultadas venas de la frente, que revelan

el esfuerzo que cuesta ser malo”

(Bertolt Brecht. “La máscara del mal”)

ELOGIO DEL CARNAVAL.-Se cumple ahora el 30 aniversario de la creación del Carnaval alicantino por el Col.lectiu Carnestoltes. Con mucho ingenio, con cuantioso amor a un Alicante que se iba deslizando al olvido, con la dosis justa de mala leche y con el aliento que la Transición prestaba a proyectos transgresores, levantó un edificio, modesto pero saludable, de gestos y fiestas que ha perdurado. Ha perdurado encarnándose en hábitos insensatos y sin necesidad de abrumar a la Ciudad con protocolos, gastos y besamanos. Los que alumbraron y los que sumaron y continuaron, merecen un reconocimiento que no esté bordado en lentejuelas, sino que sea de cartón-piedra: un antifaz perdurable de amistad. Porque gracias a ellos, a sus charangas, sardinas, estandartes y arqueologías de lo insólito, disponemos de un caudal vivo de metáforas con las que mirar la realidad: ¡Lloa a Carnestoltes, una i mil voltes!

POR SUS VERSOS LES CONOCERÉIS.-¿Hubiéramos pensado hace treinta Carnavales que veríamos disfraces como los que ahora recorren las portadas y visitan los sumarios? No. La poética de algunos supera lo imaginable. Símbolo perfecto: he contemplado al Presidente de mi Comunidad Autónoma recitando un poema, que dijo de Brecht, en un antiguo Palacio. Aunque el poema no era de Brecht. La famosa poesía en la que alguien comenta que fueron llevándose a todos hasta que, cuando fueron a por él, nadie quedaba para defenderle, es el destilado de un sermón del prestigioso pastor luterano Martin Niem�ller pronunciado en la Semana Santa de 1946, en el que se preguntaba qué hubiera sido de Cristo en la Alemania nazi.

¿Tiene importancia el error? No, salvo por lo que refleja: los apuros de una madrugada de estupor y la ausencia de asesores cultos y valientes que eviten que el jefe se equivoque. Pero, sobre todo, tiene importancia la aviesa mutación que los versos adquirieron en su explicación: las víctimas no eran los débiles, sino los poderosos cargos públicos del PP y, en última instancia, él. La tergiversación sostiene esta glosa: es como si lo hubiera recitado Goebbels quejándose de que los judíos atacaban a los nazis. Después recitó en sede parlamentaria otro poema: los tétricos lugares comunes de un apóstol de la autoayuda, profesor en Honolulu. Versos que, al parecer, estaban en una pared de la celda de Teresa de Calcuta y que pueden servir como recordatorio de ejercicios espirituales para adolescentes: nos revelan las reservas éticas y estéticas de Camps, que no van más allá de la más egoísta autocompasión.

LA MÁSCARA FURIOSA.-Con estas pinturas Camps dibujó su máscara. Y apareció disfrazado de viuda. De viuda de sí mismo, para ser exactos. Se presentó angustiadamente disociado: en un mismo mortificado cuerpo habitó el que se cree bueno y digno de todo encomio �las encuestas se lo dicen y él lo anuncia con un mohín populista- pero, a la vez, según su fe, el causante de un pecado de escándalo del que no sabe cómo hallar remisión. Como faro en mitad de la noche oscura del alma, esparce destellos por si encontraran navegante solícito. Son destellos de furia que tienden a insultar al ajeno, a deslegitimar la investigación, a zarandear al Estado de Derecho. En unos días, su apostura de hombre cabal se ha trastocado con la mirada huidiza del que advierte la conspiración tras cada cortina. La viudez del todopoderoso resbala hacia el histrionismo.

LA CUARESMA.-Tras este Carnaval de aspavientos él, que quizá no alcance a ser tan malo como otros, se abre a la Cuaresma. Por encima de las diferencias políticas: ¿deberíamos sentir, ahora, compasión? No. Ni podemos ni debemos. Porque igual que otros adquirieron su sabiduría subiéndose a hombros de gigantes para ver más allá que ellos, este hombre se ha encaramado, para afianzar su poder, sobre las espaldas de los que han estado y están bajo las más profunda sospechas. Y ya dirá la máquina judicial lo que deba decir: pero es un hecho extrajurídico que esta Comunidad, en los últimos años, se ha edificado sobre tanto recelo, sobre tanta opacidad, sobre tanta destrucción, sobre tanta cobardía y sobre tanto amiguismo, confeso o vergonzante, que él debe asumir su culpa. Quizá no le lleve a la cárcel. Pero sí debería abrirle la conciencia al convencimiento de que lo que muchos vamos a practicar no es ensañamiento, ni venganza �esa que la busque en su partido-; será, simplemente, seguir el instinto puro de saber que ya es la hora, que ya está bien. Y que hay justicia poética en que él, precisamente él, quien más se ha beneficiado políticamente de los tejemanejes de muchos a los que ha elevado, consentido, mantenido, celebrado y puesto de ejemplo, vea su nombre rimado con el de otros tramposos.

Que sepa así que muchas de sus gentes no son sino tahúres sin más piedad que la sienten por los clientes sumisos y mezquinos. Esa es su Cuaresma. Y si quiere evitar el Calvario, que se baje de la penitencia, que dimita y abra las puertas al aire. No creo que lo haga: está muy bien aposentado en su martirial reflejo. Una lástima. Para todos. Pero que no olvide unos versos de Bertolt Brecht: “Aquellos que se sentaron en sillas de oro para escribir/ serán interrogados/ por quienes les tejieron sus vestidos”.

Manuel Alcaraz Ramos es Profesor Titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Alicante y Director de Extensión Universitaria y Cultura para dicha ciudad. Ha militado en varias formaciones de izquierda y fue Concejal de Cultura y Diputado a Cortes Generales.

Carnaval y Cuaresma de Francisco Camps
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