viernes. 29.03.2024

Capítulo 29 Txískovo. Junio de 1939 a marzo de 1940

Dolores Ibarruri y Berlinguer. GRAN MITING DEL PSUC Plaza de Toros La Monumental, Barcelona 1978 (1)
Dolores Ibarruri y Berlinguer. GRAN MITING DEL PSUC Plaza de Toros La Monumental, Barcelona 1978 (1)

-Oye “Catorce” –gritó Aladino, “El Genio”, llamando a Tino. Publicaron las listas con las notas finales; están en el tablón de arriba.

Por las escaleras ya corrían algunos alumnos para leer los resultados. Cuando llegaron a la planta superior había un grupo aglomerado junto al tablón de anuncios.

-¡Quita de la primera fila, “Espingarda”! Le gritaban a Juanita Unzueta, la chica de Eibar. Con lo larguirucha que eres nadie ve nada.

-¿Qué culpa tengo yo de que seas bajito? –le contestaba a Maximino, que era quien increpaba.

Tino consiguió hacerse un hueco y encontró su nombre. Aprobado raspado en todo excepto un notable en Historia y sobresaliente en Educación Física. Pasaba de curso, que es lo que le importaba. El próximo era séptimo, el que daba acceso bien a continuar hasta décimo y pasar a la universidad o hacer una formación profesional que, en principio, era su idea para titularse como entrenador deportivo, aunque aún estaba confuso sobre qué hacer definitivamente.

Unos días antes había mantenido una larga charla con su maestra, Concha Fernández, que era jefa de estudios.

-Si apruebo el próximo curso no tengo claro si debo ir a la universidad o a formación para “Enseñanza Deportiva”.

-Mira Tino, tu facilidad para hacer y enseñar todo tipo de deportes es muy clara, tienes que seguir tu vocación.

-Ya, pero la universidad es enseñanza superior.

-Bueno, ¿y en ese caso qué querrías hacer?

-No sé... –dudó Tino–. Pensaba en Geografía o Historia; otra posibilidad es Ingeniería Industrial.

-No seré yo quien te disuada, y puedes hacerlo. El director te apoyará si es lo que realmente quieres. Pero piénsatelo bien, no sea que te arrepientas de no haber hecho lo que de verdad te gusta.

-Gustarme, gustarme, mucho más el deporte, la “Enseñanza Deportiva”, pero con un título universitario mi familia estaría orgullosa.

-Tu familia estará orgullosa en cualquier caso. Por lo mucho que me cuentas de ellos, deseará que seas feliz y realices tus sueños. Enseñar a los demás, como en mi caso, asignaturas lectivas; o en el tuyo, educación física, es muy satisfactorio y un servicio a los demás.

Ya sabes que una vez que hagas los dos cursos básicos puedes pasar al superior y, tras dos años, puedes acceder a la universidad si así lo quieres. Para entonces tu vocación estará más definida y además puedes desempeñar el trabajo a la vez, entrenando equipos o en un colegio, lo que quisieras. Mira, lo de los títulos superiores per se no deja de ser un concepto burgués y clasista. Ser algo por vocación y para ser útil, perfecto. Pero ser algo para ser más que otros y mirar a otros trabajadores por encima del hombro es puro egocentrismo. Haz lo que te pida tu instinto. Por lo demás, estudiar, debes hacerlo toda la vida; no por acabar una carrera o formación profesional debes pensar, “ya no estudio más”, al contrario, cuanto más sepas y te actualices, más recursos tendrás. Ninguna ciencia es estática; si no estás al día, te quedas estancado y lo que se para, muere, intelectualmente hablando.

Portada JPGLa confusión de Tino no se despejó pero sí se sintió, como tantas veces, protegido por personas que le atendían y le cuidaban, que se preocupaban por su presente y su futuro.

La mayor parte había aprobado; las chicas tenían, de media, notas más altas. Juanita Unzueta especialmente: todo notables y sobresalientes. También aprobaron sus amigos más cercanos: José Larrarte, Ignacio Moro –Mustafá-. Con cara alicaída estaba “Calcetu,” el de Infiesto y Aladino el “Genio”, que tenían varios suspensos.

En un momento, Mustafá, que hacía caricaturas en un pestañeo, dibujó a los cateados, con la cara alargada y las cejas hacia abajo con gesto triste. Al “Genio” lo adornó con la lámpara correspondiente y a “Calcetu” con una media arrugada, en vez de piernas, de la que salía el cuerpo.

-Encima que te descojones, es lo que faltaba –le dijo Calcetu.

-Venga hombre, que es una broma, todavía podéis recuperar en septiembre.

-Eso sí, no vais a ver a una hembra ni una sola mañana del verano; en los grupos de recuperación sois todos tíos, las tías han aprobado –dijo Florián, el chaval de Riotinto.

-Pues las veremos por las tardes, ¡no te jode! Tú, ni por la mañana ni por la tarde, con enjaezar a la yegua tienes bastante; que hueles a cuadra y no se te quiere arrimar ninguna chica.

Ese verano no lo recordaría Tino tanto por el deporte, que se había convertido en su ocupación principal, sino porque raro era el fin de semana que no recibían la visita de algún significado exiliado español.

Tesis de Carol. Nota

La derrota motivó el éxodo de centenares de miles de personas. Los principales dirigentes del Partido Comunista de España, tras llegar a donde pudieron, procuraron organizarse concentrándose. Los que arribaron a América, en Méjico; y los que se quedaron en Europa, en Francia sobre todo. En Rusia recalaron el secretario general, el antiguo panadero sevillano José Díaz; Dolores Ibárruri, “Pasionaria”, y varios destacados miembros del Comité Ejecutivo. También los principales oficiales comunistas del Ejército Republicano, con la intención de reorganizarse militarmente; muchos de ellos serían alumnos y otros profesores de las prestigiosas academias militares Voroshilov y Frunze. Para los niños españoles evacuados eran personajes míticos cuyos nombres y hazañas habían reproducido en los periódicos murales hechos por ellos mismos: Lister, Hidalgo de Cisne- ros, Modesto, El Campesino.

El domingo 25 de julio de 1939 iba a ser una fecha importante para la Casa de Niños Españoles Número 1. Estaba anunciada la visita de Pasionaria. El tren llegaba a Pravda a las diez de la mañana y pocos minutos después llegaría la comitiva en el coche que fue a recogerlos a la estación. A esa hora comenzaron a formar en la plazoleta delante de la entrada principal. Presidían las banderas tricolores de la República de España y la roja con la hoz y el martillo de la URSS. Una gran pancarta colgaba del primer piso: “Bienvenida, camarada Dolores”,“Viva la República”, “Viva el PCE”.

Antes de las diez y media entraba el coche. Dolores Ibárruri era una mujer de aspecto sólido y sobrio. “La Furcia Roja” la llamaban los fascistas, acusándola de propiciar el “amor libre”. Vestía traje negro con lunares grises, peinada con moño recogido a la española, nada de maquillaje y unos pendientes en forma de pequeño círculo negro con un diminuto punto blanco en el centro.

La acompañaban dos hombres y una chica muy joven. Dos de los varones eran de buena planta. El que avanzaba junto a Pasionaria a Tino le pareció, desde su óptica juvenil, entrado en años, en realidad no llegaba a los cuarenta. Era el general Modesto, todos lo conocían por el nombre asociado a batallas como la de Brunete o la del Ebro, que dirigió con solvencia. El otro era joven, de unos veinticinco años: Romero Marín, les dijeron; ese nombre no les sonaba. Arregui les contó que era teniente coronel y se había destacado en las batallas de Madrid y de Cataluña.

Los tres fueron invitados por el Secretario en Moscú del Partido Comunista de la URSS, que era el cuarto ocupante del vehículo, a subir sobre una pequeña tribuna instalada para la ocasión. A ella se encaramó, también, Panshin, el director de la Casa.

Dolores Ibárruri comenzó a hablar. No había micrófono, ni falta que le hacía. Su potente voz llegaba nítida y rotunda a cada rincón del espacio exterior en el que estaban formados. Tino no recordaba bien las palabras concretas, pero sí las sensaciones. Percibía que tenía una importante valedora en ese país de acogida.

A diferencia de otros dirigentes que, en otras ocasiones, les habían “soltado el mitin”, su tono era cálido y cercano aunque, contenido, como el preámbulo de un ciclón. Les hablaba de la importancia de mantenerse como colectivo español y de formarse para contribuir al bien de los trabajadores cuando volviesen como profesionales y técnicos cualificados. También recordaba que se había referido a sus familias. Que, pensando en ellas, se daba cuenta de lo que sufrirían por la separación. Dijo sentirse una privilegiada, en comparación, por poder tener cerca a sus hijos, Rubén y Amaya, señalaba a la chica que había venido en el coche y a la que presentó como su hija.

Pasaron el día en la Casa hasta bien avanzada la tarde. En el comedor pusieron una mesa presidencial. Amaya se sentó entre los de su edad. En la sobremesa departieron con todos los grupos que conformaban las mesas. Romero Marín se sentó al lado de Tino, charlando con los de su grupo. En una de las ocasiones se dirigió a él: ¿Tú qué quieres ser más adelante?

En ese momento Tino solo quería ser como Romero Marín.

–Militar, como tú.

–Bueno, eso te honra. Pero yo me hice militar y me fui a África por el hambre. Y luego porque, cuando se levantaron los golpistas, se necesitaban militares con experiencia para enfrentarse a ellos. Pero me han dicho que se te dan bien los deportes y te gusta enseñar a los pequeños.

Tino se quedó sorprendido de que lo supiera.

–No te extrañes –dijo Marín. Antes de sentarme con vosotros he preguntado a Arregui y me ha contado algunas cosas de cada uno. Sois muy importantes para todos nosotros y tenéis que serlo aún más para España y la República en el futuro. Yo te recomendaría que pensases en desarrollarte en lo que más te gusta y si eso es el deporte, adelante. Si no es imprescindible, y ojalá que no lo sea, deja que el tema de las armas lo resolvamos los de nuestra generación. Nosotros perdimos la guerra y somos los que tenemos que recuperar el país para que lo gobierne el pueblo. Vosotros debéis ser los cuadros de su desarrollo y poder contribuir a salir de la miseria en la que están los obreros y los campesinos.

Cuando se fueron, Tino, impresionado por la visita se aposentó en un rincón a escribir con fervor juvenil, le salió de corrido:

Dolores: tu nombre suena al ancestro de un
pedazo de este pueblo.
Dolores que propagados
Sembraron auges, resplandores, vientos. Qué de
mordeduras, araron rabia.
Dolores de los que salieron uñas,
corazón y dientes.
Sollozos que atormentadosse trasformaron en voces. Dolores de los que surgieron luces,
fuego, tierra y agua que parieron ira
de amor en sus entrañas. Dolores a
los que, expandidos, les comenzó a
brotar alas
Que de puro ensangrentados se
hicieron insurrección Dolores
que en rebeldía
se hicieron pasión: Pasionaria.

Esa noche, en la cama, Tino pensaba en su futuro. ¿Qué querría ser? Realmente no lo sabía. Lo único que tenía claro es que quería estar con su madre y sus hermanos. Como tantas noches, se durmió pensando en ellos, tragándose las lágrimas.

En las semanas siguientes, aplicando el consejo que les había dado Dolores Ibárruri, la mayoría había tramitado la solicitud de ciudadanía soviética. Pasionaria les explicó que el gobierno franquista estaba especulando con reclamar a los menores de veintiún años que estuviesen en la URSS. Casi ninguno se planteaba entonces volver voluntariamente bajo la dictadura de Franco. Tino pensó por un momento “quizás por esa vía podía acelerarse la vuelta con su familia”. Pero temía, como todos, la represión por su condición de joven komsomol; sabía de la persecución a todo lo que oliese a “rojo”; y lo último que le faltaba era estar apartado de los suyos por el muro de una cárcel. Para eso mejor seguir con sus maestros y amigos, con su gran familia “adoptiva” y seguir formándose para volver por la puerta grande, tras la caída de Franco, que consideraban cercana.

El 24 de agosto de ese año, 1939, las caras de los mayores eran todo un poema. El día anterior habían dicho por la radio que Rusia y Alemania habían firmado un “Pacto de no Agresión”, comprometiéndose a resolver pacíficamente los conflictos entre ambos países. Cogió por sorpresa a todos, rusos incluidos. Pero estos estaban acostumbrados a aceptar la disciplina y las decisiones personalísimas de Stalin y convirtieron, con prontitud, la extrañeza en justificaciones, asumiendo el argumentario oficial. No así los españoles, tanto por el individualismo “genético”, sociológicamente hablando, como por el odio cerval, racional y profundo, al enemigo que tanto había ayudado a Franco.

Tesis de Carol. Nota

El gobierno soviético, durante el primer semestre de 1939, había intentado, infructuosamente, un pacto con Inglaterra, Francia, Rumania y Polonia, para frenar a Hitler, sellando sus fronteras ante los germanos. El cambio de estrategia tuvo como consecuencia el llamado Pacto Molotov-Ribbentrop.

Nueve días después de la firma del pacto, Alemania invadía Polonia. El acuerdo le garantizaba la no agresión ni la intervención de la URSS; y Hitler tenía las manos libres. Y poco después la propia URSS invadía, a su vez, Polonia, con el argumento de garantizar la seguridad de Ucrania.

Esa tarde tenía lugar una reunión de la célula del Partido Comunista de los españoles en la Casa. Las voces se oían perfectamente desde fuera. Unos pedían confianza en el gran líder del partido hermano. Pero otros ponían el grito en el cielo. Al final se quedó en instar una reunión en Moscú que tuvo lugar con representación de las células  y una representación del Comité Central. Finalmente, el consenso fue aceptar que los camaradas soviéticos necesitaban ganar tiempo para rearmarse militarmente, a la espera del desarrollo de los acontecimientos que se avecinaban en Europa. La postura oficial del Partido Comunista de España era idéntica a la del PCUS pero, bajo cuerda, entre los comunistas españoles, había una convicción general de que, antes o después, el enfrentamiento con el fascismo era inevitable.

En la Casa, los chicos, seguían los acontecimientos con interés, tanto porque inevitablemente oían las conversaciones preocupadas de los adultos, como por la politización que ya traían incorporada del conflicto español.

El círculo de escritura y prensa publicaba cada semana un periódico mural consistente en un cartel hecho con papel de embalar y rotuladores de colores en los que recogían las noticias más relevantes combinando publicaciones del diario Pravda (la misma denominación de la estación que daba nombre a la región y que significa “La Verdad”), con artículos y dibujos hechos por los componentes del círculo. El periódico se denominaba Ispansi. La directora era Sabina; su creatividad convertía ese papel beige, de poco más de un metro de ancho por tres de largo en una explosión de colores e ideas. El contenido, como no podía ser de otro modo, estaba plagado de romanticismo juvenil, cocido en el guiso del triunfalismo oficialista.

El 21 de septiembre de 1939 aparecieron dos noticias destacadas en el periódico mural: “El ejército soviético toma todos los objetivos en Polonia” y una segunda, “Hoy Tino cumple quince años”.

Posteriormente, en diciembre de 1939 Ispansi daba cuenta del paseo triunfal del Ejército Rojo que había entrado en Finlandia, es decir que “la había invadido para proteger Leningrado de la amenaza del ejército blanco del país nórdico vecino”. La calificación de “blanco” era la denominación que se otorgaron a sí mismas las fuerzas anti bolcheviques, durante la guerra civil en Rusia de 1917 a 1922, tras la revolución. Paradójicamente, Finlandia se independizó de la URSS como consecuencia de la Revolución de Octubre de 1917 en la que el Soviet Supremo declaró el derecho de los pueblos a la autodeterminación, y Finlandia, de forma pacífica, se separó de la URSS. Durante la “Guerra de Invierno” de 1939 el general en jefe finlandés era Carl Gustav Emil Mannerheim, que había sido un alto oficial del ejército zarista y después general del ejército blanco, durante la guerra civil.

El periódico mural de la Casa recogía “los grandes triunfos del ejército soviético”; todos estaban convencidos de ello. En marzo daban cuenta del fin victorioso de la guerra. Pero en la realidad, la URSS, aunque había conseguido sus objetivos de ampliar los kilómetros de frontera por el norte de Leningrado, lo hizo con un altísimo coste de vidas.

Pero de eso, los miembros de la Casa y los rusos en general se enterarían muchos años después. Una victoria, sí, pero “pírrica”.

***

MADRID. 2011

-No sabía que hubieras estado con “La Pasionaria” –dijo Carol–. Eso sí es conocer en directo a uno de los personajes más importantes de la historia contemporánea de España.

-Luego la vimos más veces, por lo menos dos o tres. Estaba muy pendiente de nosotros. Como ella estaba en Moscú supongo que visitó con mayor asiduidad las Casas de esa zona. Pero sé que estuvo en otras también, como Ucrania y Leningrado. A Pravda vino alguna otra vez estando yo aún allí. Y en los viajes a Moscú, la vimos en alguna conmemoración no recuerdo ya de qué. A la hija también, Amaya, que era muy agradable aunque un poco callada. Quizás por la personalidad arrolladora de la madre. Dolores trasmitía fortaleza, aunque me figuro que la procesión iría por dentro, por- que la vida le dio muchos palos. De los seis hijos que tuvo solo le quedaban dos, Amaya, que fue de un parto de trillizas, las otras dos no sobrevivieron; tuvo otra niña más que también falleció; y Rubén. Pero Rubén cayó, pocos años después, en el combate de Stalingrado; fue condecorado “Héroe de la Unión Soviética”. Otras dos hijas más también murieron siendo muy niñas, no recuerdo su nombre.

Carolina lo consultaría después: Ester, que hubiera sido la mayor, y Eva, la más tardía.

–Y luego ¿Cuándo volvió a España volviste a verla?

–En España, solo una vez, en su noventa cumpleaños en el Palacio de Deportes, que estaba lleno a rebosar. Mucha gente tuvo que quedarse en la calle; instalaron megafonía en el exterior. Aquello fue apoteósico, Alberti presentó el acto y por allí desfilaron un montón de actores, José Sacristán, Imanol Arias que la felicitó en Euskera, ya que Dolores era de Vizcaya; y no sé cuántos más. Cantantes igual, Ana Belén, Rosa León, yo que sé cuántos. Cada vez que salía otro, Dolores se levantaba a aplaudir y dar las palmas como si no tuviera esa edad; venga a levantarse y sentarse para volverse a levantar. Cuando Labordeta cantó lo de “Habrá un día en que todos/ al levantar la vista/veremos una tierra que ponga libertad”, se incorporó y cogió con una mano a Irene Falcón y con la otra la de Gerardo Iglesias y todos la imitamos. Con una cadena de manos alzadas nos balanceamos de un lado a otro.

-Tuvo que ser un espectáculo ¡Vaya manera de cumplir años!

–Sí, pero la cosa no acabó ahí. Cuando todo el mundo creyó que se estaba acabando dijo: “Ahora voy a cantar yo” y, claro que desafinaba algo por la pérdida de oído, pero el chorro de voz, de verdad que era más potente que el de los propios cantantes. La interrumpimos rompiendo a aplaudir; ella, mandona como era, nos dijo: ¡Callad, dejadme acabar! Y nos cantó completa, el tema “Jóvenes Proletarios”.

–¿Quieres que busquemos si está en Internet?

-Pues si está, ya me gustaría volver a oírla.

Carol buscó “90 cumpleaños de Pasionaria” encontró una página y pinchó: Se veía a una anciana sonriente con los mismos pendientes que describió el abuelo que llevaba en la Casa de Pravda y cantando a todo volumen:

Jóvenes obreros nuevos
proletarios venid a
nosotros venid sin
temor. De la idea santa
somos partidarios somos
precursores
de un mundo mejor.
Con el socialismo la roja
bandera
la que pregonamos sin
nunca ceder, que ella
constituye
nuestra vida entera.

–¡Qué bien que lo hayas encontrado! Ya no volví a verla viva. Muerta sí, porque tres años y algo después, falleció. Pusieron el equivalente a la “capilla ardiente” en la sede de la central del Partido Comunista, en la Calle Santísima Trinidad, a diez minutos de aquí. Por cierto, ya ves tú en qué calle fueron a poner la sede. “¿Dónde está el Partido Comunista? ¡En Santísima Trinidad!” Suena a cachondeo.

Carolina reía la sorna del abuelo que según sus costumbres acompañaba las cosas sentimentales con algún chiste que le quitara hierro. Mientras, proseguía Tino:

–La cola era espectacular para rendirle homenaje, daba la vuelta a la esquina con Eloy Gonzalo. Y se organizó una “guardia de honor” para velarla y en la que se hacían turnos. Me invitaron a estar en esa guardia y acepté gustosamente. Por ahí debe de haber fotos, algunas las hizo Esteban, ese amigo, de toda la vida, de tu tío Pablo.

Sentados junto al féretro estaban Amaya y Lola, la hija y la nieta de Dolores. Las estuve saludando y dándoles el pésame; hablamos un poco de los tiempos de Rusia, como siempre hacemos cuando nos encontramos los que estuvimos allí. Por la “Guardia de Honor” pasó un montón de gente, algunos jóvenes, pero también dirigentes del exilio y la clandestinidad, los que quedaban aún vivos y en condiciones.

ibarruri

Tino, de pie, a la derecha. Sentada, segunda por la izquierda, Amaya, hija de Dolores, entre Paco Herrera (izquierda) y Gerardo Iglesias (derecha).

–Yo a quien sí conozco es a Amaya de alguna vez que te he acompañado a la Embajada Rusa en alguna conmemoración –comentó Carol.

–Sí. Todos los años coincidimos una o dos veces allí. Siempre va. Y algunas veces con la hija. Como tu madre, tu tío, o tú cuando venís conmigo y con la abuela.

–No la recuerdo.

Es una mujer muy guapa. Se crió en Rusia. Tiene rasgos de allí: del padre, me figuro.

–¿Y con otros de los dirigentes que conociste en Rusia tuviste luego algún contacto?

–Con cuadros más jóvenes sí, pero mucho más tarde. Que yo recuerde con los dirigentes no; eran de otra generación. El general Modesto no pudo volver a España, murió en Praga antes de la amnistía. Romero Marín  sí volvió, pero en la clandestinidad: años muy duros. Y no le pillaban nunca. Fue el dirigente comunista que se mantuvo más años sin que lo localizara la brigada político-social. Tenía referencias por alguno de los compañeros de mi quinta, de los que volvieron más adelante, de que es- taba por aquí, pero eso se hablaba con medias palabras, por la seguridad de todos; sobre todo la de él. Lo detuvieron en el setenta y cuatro, ya casi en la recta final del régimen de Franco. En una caída del Comité de Madrid –contaba el abuelo– lo cogieron en la calle, ya anocheciendo. Uno de los abogados del despacho que lo defendió, todos del Partido, claro, contaban que le estuvieron interrogando sobre dónde vivía y otras mu- chas cosas, sin que dijera ni pío. Realmente ellos sabían dónde se alojaba, porque le habían estado siguiendo: una pensión céntrica a la que fueron de madrugada para hacer un registro en el que no encontraron nada. A la vuelta le dijeron: “Pero si no había nada, ¿por qué no nos has dicho dónde te alojabas? A lo que respondió: “A esas horas tan intempestivas no quería que asustaran a la dueña de la pensión”. Ante lo cual se dieron por vencidos y no siguieron con los interrogatorios.

–¡Es increíble! –aguantó palizas para que no despertaran a una señora–. Se sorprendía Carol.

–En realidad era parte de una lucha psicológica. No te olvides de que Romero Marín llegó a ser general del ejército de la URSS y había estudiado métodos de interrogatorio, aunque en ese momento lo utilizaba como interrogado. Pero sí, debía ser de “cuidao”. Le llamaban “El tanque”, dicen que se lo puso Dionisio Ridruejo; parece que se conocieron cuando el famoso escritor se había pasado a la oposición antifranquista, tras haberse desilusionado de la Falange.

-¿Estuvo mucho tiempo preso?

-No llegó a dos años. Menos mal que le cogieron tarde. Luego vino la amnistía. Contaba uno que estuvo con él en Carabanchel que era muy atento, sobre todo con los jóvenes, como lo fue conmigo en la Casa de Pravda. Decía que una vez estaban los chavales viendo una revista de chicas en pelotas; algunos de los mayores les estaban echando la bronca por inmorales. Romero Marín se acercó y les dijo: “Dejadlos en paz, son jóvenes, bastante estrechas son las paredes de la cárcel para que las hagamos nosotros aún más”.


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Pisaré sus calles nuevamente. Todos los capítulos publicados
Novela histórica de Pablo Fernández-Miranda de Lucas, por entregas en Nuevatribuna

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