lunes. 07.10.2024

Capitalismo y patriarcado: grandes aliados

A estas alturas a nadie se le escapa que los medios de comunicación juegan un importante papel en la configuración de las representaciones sociales de nuestra mente.

A estas alturas a nadie se le escapa que los medios de comunicación juegan un importante papel en la configuración de las representaciones sociales de nuestra mente. "Como consecuencia de la acción de los periódicos, de la televisión y de los demás medios de información, el público es consciente o ignora, presta atención o descuida, enfatiza o pasa por alto, elementos específicos de los escenarios públicos" (Wolf;1987).

Cierto es que los medio no deciden por nosotras/os qué es lo que tenemos que pensar u opinar, pero sí el momento de hacerlo sobre determinados temas. Y por eso iba a leer hoy el artículo: “Wert defiende los colegios sexistas contra el criterio del Supremo” para escribir algo sobre el sexismo instituido, cuando me encuentro que “En El Cairo, al final del Ramadán, centenares de jóvenes aprovechan la ocasión para cometer agresiones sexuales en plena calle y que si bien el problema no es nuevo, durante los últimos años se ha convertido en una verdadera epidemia” y que en EE.UU “sacudidos por la inesperada polémica desatada por el congresista Todd Akin y su controvertido concepto de la violación, el Partido Republicano ha incluido en la plataforma electoral una propuesta de prohibición total del aborto, sin excepciones por violación, incesto o peligro de la vida de la madre”. Con lo que constato mis perores temores de que el recorte de derechos al que nos vemos todos sometidos, una vez más, se ceba en las mujeres.

Hace una década ya escribíamos (Marugán y Vega;2002) sobre la rearticulación del patriarcado. Entonces percibíamos como los logros conseguidos por el movimiento feminista y por las prácticas de las mujeres desde la instauración de la democracia empezaban a reducirse bajo formas de reacción sutiles. Nada nuevo, por otra parte. La ofensiva patriarcal al impulso feminista siempre ha estado presente, aunque se ha manifestado más feroz en momentos puntuales.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la incorporación de las mujeres a la vida pública se vio desmotivada por una ideología de la domesticidad en la que “el trabajo doméstico empezó a ser entendido como una “experiencia emocional”. “Hacer la colada no era solo lavar la ropa, sino una expresión de amor; el ama de casa que amaba de verdad a su familia la protegía de la vergüenza del gris revelador” (Schwartz;1993). En pocos años aquellas amas de casa americanas que habían sido mujeres independientes y ahora estaban “amorosamente” confinadas en sus hogares empezaron a padecer un “problema que no tenía nombre”. A esa sensación de disgusto y ansiedad le puso nombre Betty Friedan en La mística de la feminidad. Los cambios socio políticos que acontecieron en America y Europa a partir de los años setenta posibilitarían una gran transformación social a la que las mujeres no fueron ajenas. Sin embargo, durante la década de los 80, como explicó Susan Faludi (1993), se vivió un recrudecimiento de la guerra contra el feminismo por medio de la difusión masiva de estereotipos negativos sobre las mujeres independientes y trabajadoras. Y ahora, observamos como la crisis económica está sirviendo de excusa para acompañar el cambio de modelo social de un profundo “ajuste” ideológico. No es infrecuente encontrar argumentos en los que se señala que la  situación económica actual es un pretexto para imponer un modelo social reaccionario y regresivo que está acabando con los derechos de  ciudadanía bajo cualquiera de las tres modalidades que definiera Thomas H. Marshall, pero es vergonzoso observar como además lo está haciendo del modo más burdo, directo y vulgar cuando se trata de los derechos de las mujeres.

Después de treinta años de la aprobación de la Ley de aborto, el aborto está en entredicho. A las opiniones de este veranos del ministro de Justicia, al que le "parecía éticamente inconcebible haber estado conviviendo tanto tiempo con esta legislación" y su anuncio de modificar la ley Orgánica 2/2010 de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo  por «desproteger al concebido» en el caso en que tenga algún tipo de minusvalía o malformación, se ha sumado el nombramiento del  magistrado Andrés Ollero- conocido anti abortista- como ponente de la sentencia del Tribunal Constitucional.

A diferencia de las etapas de reacción antifeminista anteriores el disimulo y la sutiliza han dado paso al descaro y la evidencia y si a través de las medidas laborales aprobadas se ve clara la intención de “devolver” a las mujeres a los hogares, la lectura diaria de los medios nos retrotrae a los años de nuestra infancia cuando había escuelas de niños y de niñas y a las chicas nos daban clases de “hogar”. Pero además, ¿qué es eso de que el alto tribunal rebaja la sanción a un militar que pegó a su esposa al valorar sus condecoraciones y destaque como eximente "su acostumbrada o asidua participación en operaciones de mantenimiento de la paz en un escenario como Afganistán en el que hay necesidad de acudir al empleo de la fuerza armada"? ¿Y qué me dicen de “la violación legítima”? Estos comentarios surten en mi el mismo efecto que la magdalena en Proust y avivan mis recuerdos de campañas en las que hubo que mostrar la gravedad de delitos que negaban a sus víctimas el derecho básico de disponer de su propio cuerpo. Tras las declaraciones del congresista republicano Todd Akin de que “si se trata de una violación legítima, el cuerpo de la mujer tiene mecanismos para cerrarse del todo” subyace un proceso atribución de responsabilidad en que se acusa a la víctima de ser la instigadora del delito. Lo mismo que tuvimos que padecer hace años en este país con sentencias tan famosas como la “de la minifalda” o la de aquella otra mujer violada que fue acusada de “llevar una vida licenciosa”.

¡Ojo pues! Con esta crisis económica la alianza capitalista y patriarcal se está viendo doblemente reforzada. Las medidas aprobadas de ajuste y austeridad para las capas más bajas, desmantelamiento del Estado de Bienestar y reducción de los derechos socio-laborales no sólo suponen el aumento de la desigualdad de clase, sino también de género. Se están reduciendo los derechos duramente conseguidos por las mujeres. No podemos asistir impasibles al retroceso de la igualdad y permitir que nuestras hijas vivan las situaciones de sexismo y discriminación que se daban en nuestra infancia. Si así fuera nuestro esfuerzo no habría servido para nada.

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