sábado. 20.04.2024

Breve reseña histórica de Cataluña

La relación de Cataluña con el resto de España es la historia de un desamor que ha culminado en la celebración de unas elecciones plebiscitarias.

Mientras en Egipto se sucedían una tras otra dinastías bien conocidas, en Mesopotamia florecían las artes y las letras, y se iban construyendo en oriente los cimientos de la civilización actual, comenzaba la génesis del pozo etnológico básico de España. Iberos, celtas, fenicios, etruscos, cada uno por su lado y griegos que en los siglos VII y VI a. de C., fundaban Rodhe (Rosas) y Emporion (Ampurias) ambas en Gerona.

La conquista de Hispania por Roma comenzó en 218 a. de C., con el desembarco en la Ampurias griega, desde donde reprimieron y arrasaron los poblados hispánicos de la costa catalana. La Tarragona ibérica, segunda ciudad más poblada de Hispania después de Emérita, se constituyó posteriormente como la principal base del ejército romano en la península.

La decadencia del Imperio da lugar a las primeras invasiones bárbaras y en la segunda mitad del siglo IV, la Tarraconensis se incorpora a los territorios del rey visigodo Ataulfo. Su capital durante tres años, Barcino, fue trasladada por Atanagildo  a Toledo, equidistante de todas sus fronteras.

Desde el siglo V al VIII, la dominación visigoda por vez primera en la historia de la Península Ibérica, imprimió sobre los escombros del mundo grecorromano, el concepto de estado unitario soberano e independiente. La monarquía visigoda cohesionó a la población y le infundió fortaleza para superar la mayor crisis de su historia, la invasión del Islam.

Desde finales del siglo VIII, la reorganización de los núcleos cristianos en el norte, dio lugar a una progresiva recuperación de los territorios. La conquista de Gerona y posteriormente de Barcelona por los francos, supuso el comienzo de la creación de la Marca Hispánica,  hecho muy importante para entender la historia de Cataluña.

Los diversos territorios surgidos del proceso de feudalización constitutivos de la Marca Hispánica, agrupados a ambos lados de la cordillera con fines militares, constituían estructuras territoriales fronterizas promovidas, toleradas y subordinadas a la dinastía Carolingia, que ocupaban la vertiente sur oriental del Pirineo.

Así se mantuvieron estos territorios con los cambios de fronteras constantes en la Edad Media,  hasta el siglo XIII en que se firmó el Tratado de Corbeil en 1258 (poco estudiado por la historiografía hispano-catalana), entre San Luis Rey de Francia y el gran Jaime I el Conquistador,.

Calificado en su momento como un “Acto de Paz”, el rey de Francia renunciaba a sus derechos sobre los condados catalanes, que tributarían a la Corona de Aragón, y el rey de Aragón (no el Conde de Barcelona), se retiraba de los territorios al norte del Pirineo.

De los condados catalanes, todos menos Barcelona, que ya formaba parte del reino de Aragón por el matrimonio del Conde  Ramón Berenguer IV  con Dª Petronila de Aragón,  tuvieron jurisdicción como tales hasta el siglo XV, pero siempre bajo la corona de Aragón, incluso en el periodo convulso en el que tras el Compromiso de Caspe (1402), con rebelión catalana incluida en vida de Juan II, ascendió al trono Fernando I el de Antequera.

Juan II recaba de las Cortes de Aragón el reconocimiento de Don Fernando II, futuro esposo de Isabel de Castilla, como Rey, (1469), antes y entre tanto, la naciente Generalitat había ofrecido la corona, primero a Jaime de Urgel, a la que optaba en el Compromiso de Caspe, al Príncipe de Viana con Juan II y a Don Pedro de Portugal, nieto de Don Jaime. Una política intervencionista repetida a lo largo de los siglos, con el fin de debilitar al poder central.

Los condados, salvo Barcelona, ya vinculada a la corona de Aragón, mantuvieron su estatus hasta 1521, reinando Carlos I. Cataluña no se podía considerar una entidad  unitaria, en el sentido que hoy la entendemos.

El historicismo catalán, no presta especial atención a los reinados de Carlos I, Felipe II e incluso Felipe III, durante el que España alcanzó su cénit (Pax Hispánica), porque Cataluña era entonces parte incuestionable e incuestionada del Imperio.

Durante el reinado de Felipe IV, con el Duque de Olivares como valido, los catalanes no veían con buenos ojos el desembolso de  fondos para costear la necesaria defensa de sus costas y la inevitable guerra con Francia. La presencia de tropas españolas e italianas, con base en Cataluña no era bien comprendida, hasta que Francia invadió el Rosellón, aunque fuera recuperado con posterioridad.

A partir de ese momento los catalanes volvieron a mirar para otro lado, sirviendo nuevamente en Bandeja a Richelieu, el Rosellón y convirtiendo a Cataluña en protectorado Francés con Luis XIII como conde de Barcelona. Recordar el episodio anecdótico protagonizado por Pau Claris, que proclamó en 1641, la República Independiente de Cataluña, que duró seis días

La guerra civil interna entre los defensores y los detractores de la anexión, propició la ofensiva, el cerco y conquista de Barcelona por Juan José de Austria, contra los franceses.

La Paz de los Pirineos (1659),  supone la separación del Rosellón y la Cerdaña de Cataluña y no terminó de satisfacer las ansias expansionistas de Francia bajo el reinado de Luis XIV, aunque afortunadamente la falta de sucesión de Carlos II, le convirtiera en su mejor aliado, devolviéndole en Ryswick las conquistas en Cataluña, para facilitar sus aspiraciones a los dominios de los Habsburgo.

Carlos II, que dejaba inicialmente como heredero a José Fernando de Baviera, fallecido de forma temprana, dictó nuevamente testamento justo antes de morir, a favor de Felipe de Anjou hijo del Delfín de Luis XIV. La larga guerra de sucesión contra los ejércitos del aspirante Archiduque Carlos, tuvo el conocido final de la capitulación de Barcelona en 1714.

Cataluña, que nunca había visto con buenos ojos a Felipe V, por la competencia de los productos galos en la economía catalana, pero sobre todo por el recuerdo de las tres invasiones francesas de los últimos cincuenta años, decide nuevamente intervenir en la política española, inclinándose a favor del Archiduque, entendiendo que así defiende sus tradiciones y libertades ante Francia, y especialmente, porque Felipe V como buen francés de nacimiento que era, compartía el criterio de la indivisibilidad del estado y la primacía del poder central.

Años de relativo sosiego, hasta que en la Primera República Española, se produce un breve intento de José García Viñas de proclamar el Estado Catalán Federado, que duró dos días. Durante la Segunda República, con la declaración del estado de guerra en Cataluña como consecuencia de la proclamación del Estado Catalán por Companys, no se cierra sino que más bien se inicia el nuevo ciclo de históricas desavenencias que estamos viviendo.

La relación de Cataluña con el resto de España es la historia de un desamor que ha culminado (de momento), en recientes fechas, con la celebración de una consulta fallida y unas elecciones plebiscitarias.

Breve reseña histórica de Cataluña