martes. 23.04.2024

Ayuntamientos

Se quejan los Ayuntamientos y con razón. Son las instituciones más cercanas a los ciudadanos y las que menos acceso tienen a los fondos públicos. Atienden las necesidades más acuciantes de los ciudadanos y de gentes que no son ni siquiera vecinos del municipio.Los Ayuntamientos soportan con su magro presupuesto deficiencias y ausencias de la Administración central.
Se quejan los Ayuntamientos y con razón. Son las instituciones más cercanas a los ciudadanos y las que menos acceso tienen a los fondos públicos. Atienden las necesidades más acuciantes de los ciudadanos y de gentes que no son ni siquiera vecinos del municipio.

Los Ayuntamientos soportan con su magro presupuesto deficiencias y ausencias de la Administración central. Llevan años pidiendo que les aumenten las transferencias y sus reivindicaciones son, sin duda, razonables y justas. ¿Cuál es el problema?

Ahora sabemos que el problema es que no hay dinero. Sabemos que las aportaciones del Estado a las corporaciones locales se van a reducir. Conozco algo �muy poco- de los problemas de los Ayuntamientos y sé que por sí mismos no pueden atender las necesidades de la ciudadanía, de todos aquellos que acuden a la Alcaldía en demanda de soluciones.

Si alguien tiene problemas de vivienda, en los ayuntamientos medianos y pequeños, acuden al Ayuntamiento; si alguien tiene problemas de colegio, acude al Ayuntamiento; si alguien tiene problemas de asistencia sanitaria, acude al Ayuntamiento; si alguien tiene problemas de trabajo, acude al Ayuntamiento. Es la primera instancia. La primera institución conocida, la primera institución de confianza.

Pero los Ayuntamientos no tienen dinero. Sus ingresos suelen ser cortos y escasos. Y a sus ciudadanos de nada les sirve que el Ayuntamiento reciba o no dinero de la Administración central. Quieren soluciones. Y las corporaciones locales no se lo pueden dar.

Reducen �dicen- los fondos de los Ayuntamientos. Y eso llevará, inevitablemente, a una degradación de las condiciones de vida de los ciudadanos. No aparecerá en las estadísticas. Los alcaldes �unos por lealtad a su partido, otros porque saben que son los abandonados del sistema democrático- asumirán la nueva situación entre la indignación y la resignación.

Se equivoca el Gobierno. Los Ayuntamientos son la primera trinchera del descontento. Han aguantado durante años. Se han sacrificado en aras de la democracia. Han sostenido sobre sus espaldas todo un sistema de calidad de vida que ya no pueden soportar.

Fui testigo hace ya algunos años de una conversación entre el recién elegido alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y una alcaldesa con experiencia. Decía Ruiz-Gallardón que acababa de ser presidente de la Comunidad: “Me doy cuenta ahora de la diferencia de un cargo y otro. Ahora la gente se me acerca y me pide soluciones para problemas cercanos, concretos. Son problemas de cada día”.

La política no es la misma en un Ayuntamiento que en una Comunidad y menos desde una visión de Estado. Así que Pedro Solbes, ministro de Economía, puede tener claro que hay que rebajar las aportaciones del Estado a los Ayuntamientos. Pero dudo que tenga tan claro que muchos de los problemas que atienden las corporaciones locales son demandas que no les corresponden. Habría que preguntarse quién va a atenderlas a partir de ahora.

Es triste comprobar que los grandes dirigentes han olvidado que son la ciudades �los Ayuntamientos- el espacio en que nació la democracia, donde se otorgó el título más noble del ser humano: Ciudadano.

Digamos con Gabriel Celaya:

Levanta tu edificio. Planta un árbol.

Combate si eres joven. Y haz el amor, ¡ah, siempre!
Mas no olvides al fin construir con tus triunfos
lo que más necesitas: Una tumba, un refugio.

Y eso, al final, está en nuestra ciudad, en nuestro pueblo. Construyámoslo juntos.

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