martes. 16.04.2024

Arco iris

La calle se hace a veces democracia. La palabra puentea desde Neptuno a Cibeles, desde Atocha a Chamartín, desde Génova a Ferraz. Se esconden los políticos en los zulos hondos de Moncloa. Se ocultan de la palabra cargada de futuro que diría Celaya y sorben su propia cobardía como un caldo negro, podrido y maloliente. Hace poco las calle se hicieron urna grande.

La calle se hace a veces democracia. La palabra puentea desde Neptuno a Cibeles, desde Atocha a Chamartín, desde Génova a Ferraz. Se esconden los políticos en los zulos hondos de Moncloa. Se ocultan de la palabra cargada de futuro que diría Celaya y sorben su propia cobardía como un caldo negro, podrido y maloliente.

Hace poco las calle se hicieron urna grande. Acudieron los cuatro puntos donde se apoya España: Andalucía amarga de alegría. Cantábrico con dolor de independencia. Oeste austero y naranjales del Este.

No sé cuántos, me da igual. Quinientos mil, millón y medio. Naranja, blanco, negro, verde, rojo. El grito del arco iris, el dolor del arco iris, la sangre del arco iris, la carne del arco iris. Exigiendo derechos talados, dignidad desguazada. Vomitando el asco acumulado, el sobrepeso mórbido. Divisando más muerte prometida a los mercados, tragándose la sangre como los toros bravos, hinchados de puñal envenenado. No sé cuántos, me da igual. Porque fueron muchos, pero un solo grito verdadero.

Andaba por Valencia el Partido Popular. Estaba Fabra-presidente de una comunidad hundida, con todo a medio hacer, ruinas casi de olvido y gasto derrochado. Pisando huellas de Camps, el de los trajes colgados, compañero de Urdangarín sin redención, yerno más yerno que nadie, compañero de cama de infanta, con ducado de coronas reinantes por la gracia de Dios, como aquel de otros tiempos, de los cuarenta años. Con Matas ahogándose en la isla, sin que Rajoy nade unos largos, sin que María Dolores le haga el boca a boca, sin que Aznar se lo cargue a las espaldas y lo saque a la orilla porque ni orilla queda, que la ha inmolado Cotino por su conciencia y honor.

Fabra-presidente llamando alboroto a quinientos mil, millón y medio, no sé cuántos, me da igual. Porque pedía cuentas el pueblo, ese tribunal supremo de la democracia, porque preguntan qué hacer con los niños, con los viejos, con los enfermos, con los parados, con los desahuciados, con las mujeres que abortan, con las mujeres-mujeres, con los grilletes oxidados de una pena perpetua, muy perpetua y revisable, sin redención cristiana. Porque preguntan qué hacer con los inmigrantes que pusieron ladrillos, que fueron como putas elegidas o despreciadas en las plazas de los pueblos, que sufren una hemoptisis, que no tienen 222 euros que les pide Cospedal-presidenta por una urgencia, 4.000 por una cesárea. Porque preguntan qué hacer con el dolor marroquí, dolor descalzo de negro subsahariano. Porque preguntan por qué se le inyecta en vena dinero a los bancos, y se le niega el pan a un niño sin tuper-día-anterior. Porque se preguntan por qué se multa a una mujer con 90 euros y se le exige que pague al supermercado 275 como indemnización, más cuarenta de leche, aceite, arroz y garbanzos para los churumbeles con mocos en la solapa y ratas hasta en los ojos.

Alboroto le llama Fabra-presidente a quinientos mil, millón y medio, no sé cuántos, me da igual. Despreciable algarada, algarabía, que dice Rajoy V de Alemania.

Y ahí está María Dolores, nuestra señora de los trabajadores, peineta de corpus y mantilla de christi. Cristiana ella, bendecida-separada-casada-bendecida por el cardenal primado, que niega la comunión primera a una niña con el síndrome de la tristeza en los ojos. Cospedal-presidenta, vendiendo hospitales para que algunos empresarios rehagan sus vidas a costa de mamografías negadas, que hay que morir de algo, entregando niños sin vacunar porque hay que morir de algo, prohibiendo el scanner a una EPOC porque hay que morir de algo. Y la gente va y se muere y María Dolores-presidenta toma conciencia de que se cumple su palabra, su voluntad en la tierra como en cielo. María Dolores tiene noticias de lo que ha pasado en Madrid y sonríe porque sabe que nadie de los que allí estaban se quejó cuando Zapatero tenía la crisis en las manos pero seguía habiendo sanidad, educación, dependencia, atención a inmigrantes, respeto por la homosexualidad. Olvida Cospedal-presidenta las huelgas de entonces, los Orejas, Aceves, Aznar, Botella acorralando al gobierno contra el paredón por traicionar a los muertos, por asociarse con ETA, por romper España, por entregarla a los terroristas, por congelar las pensiones, por rebajar el sueldo a funcionarios…Pero tiene clara la visión de futuro: Los que hoy protestan estarán alegres cuando el gobierno de Rajoy resucite al país de entre los muertos, cuando levante España aunque Montoro se empeñara en ayudar a su caída. Es la bienaventuranza de presidenta-Cospedal. Dichosos los españoles cuando estén hundidos en la miseria porque verán nacer al mesías Mariano.

Fue un arco iris Cibeles. Gritos de color puenteando un Madrid desesperanzado, hundido, agónico. Con Merkel y BCE y FMI y primas y mercados devorando como hienas el vómito de quinientos mil, millón y medio, no sé cuántos, me da igual.

Vieron a Rajoy por Malvarosa, coronado de azahares y rescates, de recortes-reformas, esperando a Feijóo y Basagoiti para anunciar la agonía, otra agonía, sin ambulancia gratuita, sin urgencias atendidas, con hospitales vendidos porque de algo hay que morir, como dice la Dolores, dolores, lolita, lola. Por la Malvarosa lo vieron. Después se vino a Madrid cuando habían despejado a Cibeles del dolor de no sé cuántos, me da igual.

Arco iris
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