viernes. 19.04.2024

Aquellos lodos...

En mi calidad de oyente y telespectadora inveterada estoy asistiendo en los últimos días a una continua celebración de Mayo del 68, mayoritariamente “folklórica” y bastante superficial (los actuales editores de programas no tienen la culpa de que hayan prejubilado a la fuerza a sus mayores y en el paisaje mediático apenas quede nadie que pueda, al menos, recordar y contar como pasó).
En mi calidad de oyente y telespectadora inveterada estoy asistiendo en los últimos días a una continua celebración de Mayo del 68, mayoritariamente “folklórica” y bastante superficial (los actuales editores de programas no tienen la culpa de que hayan prejubilado a la fuerza a sus mayores y en el paisaje mediático apenas quede nadie que pueda, al menos, recordar y contar como pasó). Lo que se lleva es evocar a los estudiantes parisinos enfrentados a sus particulares “grises/azules” adoquín en mano, sacar partido a los mejores slogans políticos del siglo XX y, si hay tiempo, llamar a Raimon para que recuerde su recital en la Ciudad Universitaria de Madrid.

Son muy pocos quienes amplían el ángulo de visión y recuerdan a los obreros de la Renault, Berkeley, la guerra de Vietnam, el libro rojo de Mao, los tanques soviéticos desfilando por las calles de Praga o la prehistoria del moderno movimiento obrero español y los presos políticos pudriéndose en las cárceles franquistas. Pero, centrémonos en el Mayo parisino porque es el más cercano y forma parte de nuestro equipaje. Sin nostalgia pero agradecidos.

Tal y como lo cuentan, Mayo del 68 en París fue una fiesta, la gran fiesta de una juventud con causa que se tomó unas vacaciones adelantadas y las empleó en ocupar todos los espacios parisinos disponibles, convirtiéndolos en tribunas para enviar al mundo mensajes utópicos irrepetibles. Lo que, sin duda, resulta muy estimulante. ¿Quién no querría tener veinte años y poder gritar sus deseos más urgentes? Cierto que el Mayo francés no pasó a mayores, la revolución soñada terminó cuando los sindicatos franceses firmaron los acuerdos de Grenelle, expulsaron a los líderes estudiantiles y De Gaulle disolvió la Asamblea Nacional. Aquello se llamó el “regreso a la calma”.

Pero algunas semillas ya habían arraigado en la arena que encontraron bajo los adoquines del Boulevard Saint Michel y, probablemente por capilaridad, sus raíces llegaron a otras geografías europeas. “Somos genéticamente culpables de un deseo de igualdad, de solidaridad y de libertad (�) de pensar que el poder no es propiedad privada de un hombre o una mujer (�) de soñar una globalización ecológica y socialmente regulada (�) de creer que la policía no lo puede todo (�) de haberle buscado las vueltas al autoritarismo”, confesaban hace unos días, en un artículo en el diario francés Libération, Daniel Cohn-Bendit y Alain Geissmar.

O, lo que lo mismo, de haber propiciado un cambio en los comportamientos sociales que, cuarenta años más tarde, se evidencia en una irreprimible manifestación de las libertades fundamentales (también las individuales), la igualdad (más o menos) de hombres y mujeres, una educación menos autoritaria, el divorcio, la contracepción, los derechos de los homosexuales, el compromiso ecologista de una cuota importante de las generaciones posteriores, el trabajo de las ONG’s�y otros etcéteras que cada cual puede agregar a su antojo. El propio Cohn-Bendit lo resumía contestando al presidente francés que, en su campaña presidencial del año pasado, habló de la necesidad de “liquidar Mayo”: “De cuando, sin todo aquello, iba a estar gobernada hoy Francia por un hombre descendiente de emigrantes de origen judío, divorciado dos veces y padre de hijos de tres familias diversas”.

Vale que, una vez más, la utopía no se cumplió. Vale que no dió tiempo a seguir rascando debajo de los adoquines hasta encontrar la playa. Vale que, mayoritariamente, aquellos jóvenes veinteañeros (en el 68 la adolescencia no llegaba hasta los treinta como ahora) con el tiempo han terminado por integrar los valores de su tan criticada burguesía. Vale que haya que volver la página. Pero, sobre todo, porque esta sociedad ya no es la misma; aquella se ha ido liquidando a partir de Mayo.

Aquellos lodos...
Comentarios