viernes. 19.04.2024

Amanece que nos es poco

Algo feo han debido de auscultar Rajoy y sus arúspices de cabecera en las vísceras sin cocinar de las encuestas del CIS y otros modernos oráculos de Delfos.

Algo feo han debido de auscultar Rajoy y sus arúspices de cabecera en las vísceras sin cocinar de las encuestas del CIS y otros modernos oráculos de Delfos. Quizás en los recónditos entresijos de los datos demoscópicos el candidato del PSOE in pectore Rubalcaba se incuba como un nuevo y amenazador Alien que impida la conquista de la Tierra Prometida del gobierno.

No hace falta recurrir a Sun Tzu y su Arte de la Guerra para comprender que el PP con su ofensiva sobre la Operación Faisán y las actas de ETA pretende abortar el nacimiento de un rival inquietante para Don Mariano.

A tal fin parecen empecinados en convertir la res pública española en una especie de comedia delirante semejante al mítico pueblo imaginado por José Luis Cuerda en su memorable película Amanece Que No Es Poco. Un sinfín de personajes -dirigidos por el guionista en jefe Pedro Arriola-, desde modestos peones de brega, tipo Gil Lázaro, hasta primeras figuras de la fiesta nacional como Aznar, se agolpan en los micrófonos, TDT y demás tribunas de adoctrinamiento masivo para participar en una especie reality show basado en quién la dice más gorda sobre la conjura PSOE/ETA.

A estos señores les importa un comino acusar al gobierno, a la policía, a los jueces y fiscales de execrables crímenes dignos de la Corte Penal Internacional, acogiéndose a un novedoso derecho de libertad de expresión que suprime la injuria, la calumnia, el ultraje y otros caducos delitos y, si fuere menester, se resguardan bajo la manta de la socorrida inmunidad parlamentaria, que es un auténtico chollo.

Así, las actas de Thierry son prueba de la iniquidad de ZP, pero esas otra actas de las negociaciones de Ginebra con el Movimiento Vasco de Liberación Nacional ordenadas por Aznar son, por el contrario, pruebas de la su firme españolidad. Si la acción policial protege, en tiempos de Mayor Oreja, Rajoy y Acebes, a la legión de infiltrados que tiene ETA en sus filas estamos hablando de una brillante estrategia, pero si se trata del chivatazo del bar Faisán, estamos ante el peor atentado a la legalidad que los cielos hayan visto desde el incendio del Reichstag. Que Aznar soltase a 180 etarras y otros 135 fuesen acercados al País Vasco, son la prueba del nueve del encomiable esfuerzo por acabar con la lacra del terrorismo, pero, ¡hay amigo! que a Eguiguren ni se le ocurra saludar a un seguidor de la Real Sociedad con antecedentes de abertzale porque caerá sobre él el anatema de los guardianes de las esencias de la Ley de Partidos y del respeto a la memoria de las víctimas. Que las patologías de Aguirre mueven a una altruista solidaridad, las de Rubalcaba y su próstata suscitan zafios chistes entre los tertulianos de pago.

Tampoco es cuestión de escandalizarse ante tamaño dislate cuando llevamos siete años escuchando que ZP alcanzó el poder gracias a una fabulosa Triple Alianza Terrorista (ya se sabe el PSOE, ETA y Al Qaeda, con el apoyo logístico de los gays y abortistas), sin que ningún calumniador haya sido procesado ipso facto. ¡Esto si que es libertad y no lo que tienen en el extranjero!

Rajoy y sus spin doctors desdeñan los buenos consejos que Maquiavelo dirigía al Príncipe para conseguir el poder (“Todo Príncipe debe tener virtud y fortuna para subir al poder: virtud para tomar buenas decisiones y fortuna al tratar de conquistar un territorio que le beneficie”.) Nada de vieja política y de anacrónicos pensadores con mala fama. Lo que mola hoy día es la fabricación de eso que el neurolingüista George Lakoff llama frames (metáforas y marcos conceptuales dominantes) y lo que su colega Christian Salmon storytelling (fabricación de relatos) es decir construcciones de artefactos simbólicos que conviertan la política en mera pugna de eslóganes publicitarios en la que los ciudadanos devienen en simples consumidores de su oferta de mercancías de “Todo a 100”.

En ese mundo feliz diseñado en los despachos de lucrativas empresas de comunicación, la verdad o el interés público no son más que conceptos obsoletos propios de loosers trasnochados.

En ese contexto lo de menos es si se acaba con el ciclo del terrorismo etarra o con el paro o cualquier otro asunto que afecte a nuestra sociedad, de lo que se trata es de que el ciudadano adopte el rol del espectador de televisión que nomina al malo y premia al bueno mediante un “sms” de móvil, cuyo coste para, mayor INRI, le será descontado en su cuenta bancaria. Se trata, por tanto, de crear sentimientos entre los ciudadanos mediante relatos o marcos mentales que sustituyan el análisis de la realidad concreta mediante el ejercicio de la racionalidad.

Fiel introductor se esa concepción de la política en España, el expresidente Aznar es capaz de colocar la trola (o relato, como dicen los expertos), sin mover un músculo de se esbelta figura, ante el entregado público de la televisión del Señor de los Tirantes, de que España no participó en la guerra de Irak, ¡no señor, en modo alguno! sino que las tropas fueron allí en misión humanitaria a la zona esa hortofrutícola -que decía Trillo- de Diwaniya.

El imaginario pueblo albaceteño de Cuerda no era más que un pálido anticipo de ese otro pueblo que vivimos en España a diario con una miaja de perplejidad, un punto de estupor, un mucho de indignación y sobre todo, un auténtico descojone. El rosario de anécdotas que nos está dejando la precampaña de las municipales de mayo, que hubiesen hecho las delicias del añorado Luis Carandell con su Celtiberia Show, es buena prueba de ello: ahí es nada escuchar como un tipo como Camps es capaz de espetar: “Os prometí un hospital, ¡aquí tenéis la maqueta!”. O ese otro sujeto, Carlos Fabra, que es capaz de afirmar desafiante “Hay quienes dicen que estamos locos por inaugurar un aeropuerto sin aviones”. O ese otro, el finísimo Gallardón, inaugurando día sí y día también unos metros de su Opus Magna en el río Manzanares como si fuese el mismo Bill Murray del Día de la Marmota. Como proclamaba un personaje de la película interpretado por Luis Ciges o Sazatornil o Resines o Chus Lampreave: ¡Viva el munícipe por antonomasia!

Pero el PP no tiene el monopolio de la degradación de la democracia en nuestro país: en vez de esgrimir subterfugios, como hace el gobierno, sobre los contactos con Batasuna, quizás haya llegado el momento de asumir que la mayoría del mundo abertzale ya ha abandonado toda esperanza de conseguir sus objetivos mediante la barbarie terrorista y que, por tanto, su legalización sería un paso decisivo para aislar y derrotar a los que no quieren renunciar a mantener el poder de las pistolas. La sentencia del Supremo -con siete votos, de quince, contrarios a la ilegalización de la marca Sortu,-anticipa que, tarde o temprano, Batasuna va a ser legal sea por la vía del Constitucional o por la vía de en medio y que, en consecuencia, resulta prudente y conveniente facilitar al máximo el proceso de ¿rendición?, ¿realismo?, ¿pacificación? ¿agotamiento? o como se le quiera denominar al final del ominoso terrorismo. Lo que no se puede sostener por mucho más tiempo es que se exija al mundo que cobijó, amparó y justificó durante más de treinta años la violencia terrorista no sólo que la abandonen, purguen sus penas en prisión y pidan perdón a las víctimas sino que, además, hagan proclamas de arrepentimiento que la Constitución del 78 jamás exigió a los responsables de la Guerra Civil y de la Dictadura franquista.

Sobran los motivos para sentir desolación y miedo cuando los poderosos de este mundo pueden a su antojo cambiar el significado de las cosas o las palabras o cambiar la historia del pasado a su antojo. En esta época que una intervención militar como la de Libia se la bautiza Odisea del Amanecer, merece la pena aferrarse a esa otra odisea que es amanecer cada día, que no es poco. Y mirar, escuchar, admirar e imitar a ese ejemplo de dignidad que es Stephane Hassel que a sus noventa y cinco años es capaz de conmover y dar esperanza con su grito ¡Indignaos!

Amanece que nos es poco
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