miércoles. 24.04.2024

Algunas estampas de nuestras ciudades

Acompañado de mi esposa acostumbro todos días a pasear una hora y media por las calles de Zaragoza. Uno de los pocos gozos, que podemos disfrutar todavía, sin que debamos pagar algún impuesto. Tiempo al tiempo. Observo con el mayor detenimiento del que soy capaz los rostros de mis conciudadanos. Y, salvo honrosas excepciones, trasmiten escasa alegría. Son caras serias, preocupadas, cabreadas y sobre todo, tristes.

Acompañado de mi esposa acostumbro todos días a pasear una hora y media por las calles de Zaragoza. Uno de los pocos gozos, que podemos disfrutar todavía, sin que debamos pagar algún impuesto. Tiempo al tiempo.

Observo con el mayor detenimiento del que soy capaz los rostros de mis conciudadanos. Y, salvo honrosas excepciones, trasmiten escasa alegría. Son caras serias, preocupadas, cabreadas y sobre todo, tristes. Los zaragozanos, como los españoles, manifiestan muy poca alegría. Razones las hay. La crisis económica, con el incremento de la pobreza,  motivada en buena parte por el paro, que está masacrando a millones de españoles y a más de la mitad de los jóvenes, sin que se vislumbre el mínimo interés de corregir esta lacra por parte de la clase empresarial y el gobierno de Mariano Rajoy. Y aquellos que tienen la suerte de disponer de un puesto de trabajo con los sueldos cada vez más disminuidos, además están acongojados ante la posibilidad de perderlo. Tener un trabajo que es un derecho que debería tener cualquier ciudadano, se ha convertido en un lujo. Mas todo tiene una explicación. Ya en 1944 el economista Kalecki en el artículo Aspectos políticos del pleno empleo lo dijo "En verdad, bajo un régimen de pleno empleo permanente, el despido dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria. La posición social del jefe se minaría y la seguridad en sí misma y la conciencia de clase de la clase trabajadora aumentaría. Las huelgas por aumentos de salarios y mejores condiciones de trabajo crearían tensión política. Es cierto que las ganancias serían mayores bajo un régimen de pleno empleo, pero los dirigentes empresariales aprecian más la disciplina en las fábricas que los beneficios". El desempleo viene muy bien para que quede claro quien manda. Y en este contexto, los gobiernos del UE, siendo un alumno aventajado el de Rajoy, secundan esta política para mantener e incrementar el desempleo, con las políticas de recortes públicos, que mandan a la calle cientos de miles de empleados públicos.. De la existencia del desempleo se sigue una consecuencia lógica: es materialmente imposible que así haya demanda, ni crecimiento económico, ni creación de empleo. De ahí, otra estampa que se puede observar en Zaragoza, aunque extrapolable a cualquier ciudad española, de la que quiero hablar ahora.

Las terrazas de las cafeterías están cada vez menos concurridas. Mayoritariamente suelen estar ocupadas por  jubilados, ya que siguen manteniendo, aunque ya les están metiendo mano también, el poder adquisitivo de sus pensiones. Las ofertas en los bares y restaurantes proliferan con menús a 7 u 8 euros y aperitivos con una caña y una tapa a 1,5, con unos precios más bajos a los anteriores al estallido de la crisis. Además, con una lamentable asiduidad vemos que en las persianas o las puertas de muchos locales comerciales cuelgan los mismos carteles: “Se alquila o Se traspasa”. Resultan monótonos y aburridos por su reiteración y que sobrecogen a cualquier ciudadano preocupado por el futuro de su país. España parece un país en alquiler, en traspaso o en venta. Todo un síntoma de la profunda sima en la que están sumidos muchos comerciantes, que atrapados por la escasez de ventas, por la falta de créditos bancarios por la imposibilidad de devolver las deudas contraídas o por la competencia de los Grandes Almacenes, no han tenido otra opción que cerrar su negocio, en el que habían depositado tantas esperanzas. Proyectos de futuro se han derrumbado. Muchos locutorios han dejado de ser negocios rentables, porque bastantes emigrantes están en el paro o al habérseles acabado la prestación del desempleo, no han tenido otra opción que retornar a su tierra de origen. Tal como señalaba recientemente Rubén López en El Periódico de Aragón  “La crisis y la caída del consumo siguen golpeando también a los grandes centros comerciales de toda España. Dicen los profesionales del sector que es una consecuencia lógica: cuando el pastel a repartir es más pequeño y hay más comensales sentados en la mesa, los carteles de se alquila brotan como setas. Solo entre cuatro de las grandes superficies de Zaragoza (Augusta, Plaza Imperial, Grancasa y Aragonia) acumulan unos 155 locales desocupados. Si a estos les sumamos los de los centros más pequeños (Puerta Cinegia, El Caracol, Utrillas o Los Porches) la cifra superaría de sobra los 200 comercios vacíos. Lo peor, sin duda, es la pérdida de puestos de trabajo que han generado estos cierres, ya que las grandes superficies emplean actualmente en España a 317.000 personas (el 1,3% más que en 2011).

En contrapartida proliferan como setas los negocios con el cartel: “Se compra oro”. Hoy mismo acabo de leer “Se paga a 24 euros el gramo de oro”. Una clara secuela de esta crisis, ya que muchos españoles al verse atrapados en la vorágine del paro y de la pobreza, agotados los ahorros guardados con vistas a un futuro imprevisible, tienen que malvender, muy a su pesar, las joyas de la familia, transmitidas con gran celo de generación en generación. En todas las crisis económicas, de las desgracias ajenas, algunos pocos se aprovechan y hacen pingües negocios. Son los buitres carroñeros que están al acecho y a la búsqueda de cualquier víctima desprevenida. Las entidades financieras  se asemejan a agencias inmobiliarias con anuncios de ofertas de pisos de muchos ciudadanos desahuciados.

Igualmente podemos observar un aumento continuo del número de los “sin techo” de todas las edades, aunque predominan los de género masculino de mediana edad, muchos españoles y de los antiguos países socialistas del este de Europa -si Lenin se apercibiera de esta circunstancia se removería en su tumba- que durante el día pasan hora tras hora recostados en el banco de algún parque o pidiendo en la calle, hasta que llega la noche para precipitarse en el reducido recoveco del cajero de cualquier entidad bancaria, para descansar y dormir en un lecho acartonado. Cada vez los hay más. En las puertas de los Grandes Centros Comerciales con los consabidos carteles: “Necesito una ayuda, tengo familia con 5 hijos. No tengo trabajo, necesito una ayuda para comer.” Tratamos de entrar lo más rápido posible para comprar cualquier tipo de artículo, lo de menos es qué, como si nos fuera la vida en ello, y así evitamos que nos pueda surgir algún sentimiento de culpabilidad por no socorrer a todos estos abandonados de la vida.

La afluencia de transeúntes es cada vez mayor en los diferentes comedores sociales. Podemos constatar cómo las filas son cada vez más concurridas en el comedor de la parroquia del Carmen, en el Paseo María Agustín, para poder hacer al menos una comida caliente al día. De todas las edades, de todas las nacionalidades, de diferentes sexos. Y no faltan los que van bien vestidos y que desbordados por la crisis han perdido trabajo, casa, familia y hasta el futuro.

Son algunas estampas ciudadanas muy tristes de esta crisis, en la que no se vislumbra salida alguna, y aquellas que nos venden los diferentes gobiernos con el apoyo incondicional de los grandes medios de comunicación, son profundamente injustas, ya que se basan en los sacrificios de la gran mayoría, mientras que una minoría está acumulando grandes beneficios. Este es el sistema económico capitalista, perdón, economía de mercado, y también el sistema político democrático, que Fukuyama, tras la caída del Muro de Berlín y la desaparición de los sistemas socialistas en los países del Este de Europa, nos los presentó como los únicos posibles, al no haber alternativa y que generarían una prosperidad irreversible, por lo  no íbamos a necesitar paraguas ya que todos disfrutaríamos de un sol perpetuo. Cualquiera puede darse una vuelta por cualquier ciudad española, y podrá comprobar estas estampas ciudadanas. Ustedes mismos.

Algunas estampas de nuestras ciudades