jueves. 28.03.2024

Alguna vez franquistas

Hubo un tiempo en que sí. Saludo brazo en alto cuando un Cristo andaba por la calle. Macarena y Triana hermosas por Sevilla. “Viva España, alzad los brazos, hijos del pueblo español” Cuando fuimos flechas marchando hacia montañas nevadas. Niños de boina azul. Camisa azul. Correajes de casi militares. Sección femenina. Curas previniendo pecados de impureza. Primeros viernes, Sagrado Corazón en vos confío.

Hubo un tiempo en que sí. Saludo brazo en alto cuando un Cristo andaba por la calle. Macarena y Triana hermosas por Sevilla. “Viva España, alzad los brazos, hijos del pueblo español” Cuando fuimos flechas marchando hacia montañas nevadas. Niños de boina azul. Camisa azul. Correajes de casi militares. Sección femenina. Curas previniendo pecados de impureza. Primeros viernes, Sagrado Corazón en vos confío. Avecrém semanal. Sábados, pan con chocolate-tierra. Queso-butano y mantequilla en lata. Vacíos los estómagos. Las cabezas vacías. Prohibido pensar. Años con la niñez cara al sol.

Vino la madurez. Con la novia a escondidas. Sin besos el amor. Sin caricias las caderas. Pecado de la carne. Todo pecado. El infierno ahí. Virgen hasta el altar. Como María. Bendita sea tu pureza. Mujeres en los bancos de la misa de doce. Los hombres en la puerta, cigarrillo en mano, saludando al patrón, reverenciándolo. Jefe local del movimiento.

Vino la madurez. Y uno pensaba. Sin hacer ruido, despacito, pero pensaba. Todas las mujeres de luto. Tomando el fresco en la acera, pero de luto. Con la muerte en la almohada. La muerte de su hombre, de su hijo. De luto ellas. Muertos ellos. Una bala entre las cejas por una tapia cualquiera. Muertos sin cuerpos. Nadie vio sus cuerpos para el último abrazo, para el último beso. Y uno pensaba. Sin hacer ruido, despacito, pero pensaba. Noches boca arriba imaginando la libertad necesaria para ser hombre en algún momento. Ansiábamos ser humanos antes de morir. Teníamos prisa, porque la muerte estaba, siempre estaba cerca de los párpados. Algún día sería 20-N. Fecha-mortaja. Desenchufados los cables del hospital La Paz para que Villaverde comerciara con agonías generalísimas. Dictador-robot engendrando un 20-N. Obispos de luto. Toda la alcurnia de luto. Generales de luto. Media España boca arriba, apretada en un féretro. La otra media brindando por la vida, aplaudiendo el entierro que no llegaba nunca. Carretera de la Coruña. Sin atascos domingueros. Libre el asfalto para que avanzara un cadáver Capitán General. Vía libre para un muerto sin fuerza en los pies para mantenerse en pie, sin músculo las manos para apretar el gatillo, para firmar sentencias.

Franco ya era historia. No deseada, pero historia. Nadie puede negar que desde el 39 hasta el 75 hubiera historia. Pero también es evidente que nadie debería estar orgulloso de ese período. Tiempo sin libertad, sembradas las tapias de agonías, de condenas a muerte las cárceles, sometido el cerebro, pisoteada el pensamiento, un Dios esclavizante, una dictadura sangrienta y criminal. Es ciertamente historia. Pero condenable, como una pesadilla arrastrada, como una enfermedad padecida. Quien se niegue a sepultarla es que la admira, la ama y la defiende. Quien se niega a condenarla es que añora la quietud y el sosiego en que se vivía, como Mayor Oreja. Nadie con decencia puede defender rótulos de calles, estatuas, placas que ensalcen a los ejecutores de crímenes por más que formen parte de nuestra historia.

¿Pueden sentirse plenamente democráticos partidos políticos que se niegan de forma reiterada a condenar la dictadura que surgió del golpe de estado del 36? ¿Puede defenderse la existencia de símbolos que engrandecen la dictadura bajo el argumento de que son parte de nuestra historia?

Pretender que crezca paralela la grandeza de la democracia con la sangre de nuestros hermanos asesinados constituye a una farsa miserable. Y si no está clara la elección, es que uno confunde historia y pasado. Tenemos un pasado de bayonetas blancas, teñidas de odio y coágulo. Es urgente una redención gloriosa que convierta el presente en un ramo de alegría.

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