sábado. 20.04.2024

Algo más sobre el primo de Rajoy

NUEVATRIBUNA.ES - 5.11.2009Lo espeluznante del caso es que aún hay un sector de la sociedad civil, de la clase política y de la ciencia que hace chistes al respecto como cuando, dos años atrás, Mariano Rajoy, líder de la oposición, aludió a su primo José Javier Brey Abalo, a la sazón catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla, en términos tan pintorescos como los que siguen: “Yo de este
NUEVATRIBUNA.ES - 5.11.2009

Lo espeluznante del caso es que aún hay un sector de la sociedad civil, de la clase política y de la ciencia que hace chistes al respecto como cuando, dos años atrás, Mariano Rajoy, líder de la oposición, aludió a su primo José Javier Brey Abalo, a la sazón catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla, en términos tan pintorescos como los que siguen: “Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: ‘Oiga, He traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla’. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años? No lo sé, es un asunto al que hay que estar muy atentos. Pero, en fin, tampoco lo podemos convertir en el gran problema mundial. Hay otros problemas más importantes, como los problemas del sector energético o los de las emisiones de CO2”.

En rigor, el pariente de Rajoy dirige varios proyectos universitarios que no tienen que ver con los estudios del clima, sino sobre investigación de Mecánica Estadística, entre ellos uno de Teoría cinética e hidrodinámica de flujos granulares, así que en aquel momento escurrió el bulto ante las preguntas de los informadores. Claro que, con anterioridad y en una entrevista concedida a “Diario de Sevilla”, había asegurado lo siguiente: "Se invoca a la ciencia para decir que Dios existe, que Dios no existe, para el cambio climático, para los submarinos atómicos de la base de Rota. Traes a los cien mejores científicos del mundo y no te pueden decir al 100% de probabilidades si pasado mañana va a llover en Sevilla. Y hay seudocientíficos que saben lo que va a ocurrir dentro de 300 años con el cambio climático".

¿Qué dirán dos años después de aquellas manifestaciones, tanto Rajoy como su primo? Supongo que el primero opinará lo mismo que sobre otras cuestiones: que ni si, ni no, ni todo lo contrario. Y su pariente seguirá insistiendo en que se sacaron de contexto sus declaraciones.

Pero, más allá de la anécdota, el problema no es ese, sino qué diremos todos dentro de diez años si las previsiones más pesimistas se confirman. ¿Vamos a ser capaces, por ejemplo, de convencer a los Estados Unidos de Barack Obama para que se sume al protocolo de Kyoto que ni siquiera cumple a rajatabla la comprometida Europa y la ecologista España? ¿Qué vamos a hacer con China y con su creciente y millonario parque automovilístico? ¿Lograremos convencerles para que los nietos de Mao renuncien a un transporte del que supuestamente disfruta el resto del mundo?

De todo esto y más se ha hablado, durante estos días, en Barcelona durante las reuniones preparatorias de la Cumbre de Copenhague sobre el Cambio Climático que habrá de celebrarse en breve. A las puertas, los ecologistas enarbolaban pancartas en las que reclamaban con justicia que no siguiéramos bombardeando el planeta con los misiles de la ambición. Este tipo de cumbres son tan necesarias como suntuosas: hace falta un acuerdo global sobre este asunto pero lo más frecuente es que todo quede en un espeluznante, perplejo y pesimista blablablá.

Sobre el tapete, empero, hay cuestiones que no sólo se relacionan con la salud ambiental sino con otras urgencias planetarias. Como por ejemplo el hecho de que Africa, ese continente acribillado por la injusticia, sea una de las primeras víctimas del cambio climático. ¿Resolveremos ese asunto como hemos pretendido resolver el neocolonialismo o la tocata y fuga de sus mejores cuerpos y cerebros, esto es, sobornando a sus próceres?

Poderosos intereses impiden, hoy por hoy, que afrontemos de forma seria ese alud catastrofista que, por mucho que digan Rajoy o su primo, empieza a tomar carta de naturaleza y a dejar de ser ciencia ficción. Cuando vivimos una crisis energética sin precedentes, la única receta que se les ocurre a los cerebros visionarios del primer mundo es la de resucitar la energía nuclear como un antídoto al desastre ecológico que hoy por hoy suponen las térmicas: salimos del fuego, por tanto, para caer en las brasas, mientras en los cócteles de la alta sociedad se hacen bromas sobre Al Gore.

Más allá del cambio climático, vivimos una crisis poliédrica en la que también las reservas de alimentación juegan un papel crucial: ¿cómo podremos contener a los países y corporaciones que están comprando gigantescas superficies de suelo en América, en Argentina o en Asia para especular con esa formidable despensa cuando el porvenir nos racione los víveres a buena parte de la humanidad?

Probablemente, la mejor respuesta a todo este desastre venga de la utopía, pero la utopía no está de moda. Seguimos creyendo a pies juntillas en el concepto de desarrollo, como si el desarrollo como lo ha concebido el neoliberalismo galopante hubiera existido siempre. De seguir así, el desarrollo puede impedir que nos desarrollemos.

La palabra “desarrollo”, por ejemplo, no existe en las viejas lenguas indias de América: ni en el quechua ni en el aymara, se han encontrado hasta ahora traducciones fidedignas al respecto. Hay otras expresiones, claro, como Suma Qamaña en aymara, Sumaj Kausay en quechua, Ñande Reko en guaraní. Vivir bien o en armonía, quizá fuera su mejor traducción posible. De hecho, la controvertida nueva Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, aprobada en referéndum en enero del 2009, ya recoge estos conceptos como bases fundamentales cuando habla de los Principios, Valores y Fines del Estado. No se trata de vivir mejor, sino de vivir bien, vino a decirnos antes la Constitución Política de Ecuador, de octubre del 2008, cuando apelaba a los Derechos de la Naturaleza y a la añeja Pachamama, la Madre Tierra, aquello que en el Mediterráneo también conocimos antiguamente como Gea, antes de que comenzáramos a adorar a la velocidad, al Becerro de Oro y a la soberbia de quienes piensan que no hay más ni mejor civilización que la presente.

Como dirían Bertolt Brecht y Gautama El Buda, nuestra casa está ardiendo pero tenemos miedo a salir por si afuera hace frío. Ignoro qué opinarán al respecto Mariano Rajoy y sus parientes políticos.

Juan José Téllez es escritor y periodista, colaborador en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Fundador de varias revistas y colectivos contraculturales, ha recibido distintos premios periodísticos y literarios. Fue director del diario Europa Sur y en la actualidad ejerce como periodista independiente para varios medios. En paralelo, prosigue su carrera literaria como poeta, narrador y ensayista, al tiempo que ha firmado los libretos de varios espectáculos musicales relacionados en mayor o menor medida con el flamenco y la música étnica. También ha firmado guiones para numerosos documentales.

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