viernes. 29.03.2024

Rubalcaba: un político lúcido, un hombre íntegro

La Fundación Alternativas ha tenido el honor de haber contado desde sus orígenes con Alfredo Pérez Rubalcaba como miembro de su Patronato. Y ahora que sentimos tanta tristeza por su partida, queremos mostrar toda nuestra admiración por su personalidad polifacética y su trabajo lúcido y, a la vez, vitalista e incansable en la política y, recientemente, en la Universidad.

Para quien suscribe estas líneas, la muerte de Rubalcaba es especialmente dolorosa, por haber compartido con él muchas horas, muchos días, en el edificio del Congreso de los Diputados; por haber mantenido una amistad estimulante, confiada y sincera, que pienso se va a prolongar virtualmente, a pesar de su desaparición física.

Era un placer disfrutar de su rápido cerebro político -él, que fue un atleta velocista -, de sus reflejos en la dialéctica parlamentaria, improvisando con una contundencia imbatible. Era una suerte contemplar su carácter abierto y divertido, lleno de un ingenio propio de la mejor literatura clásica española. Era también una lección constante ver cómo podía escoger la táctica más eficaz y desechar los gestos políticos inútiles, por muy agresivos y efectistas que pudieran parecer. En todo momento sabía llevar el espíritu y el patriotismo de partido hasta el final y, simultáneamente, no separarse un milímetro de los intereses generales y del sentido de Estado.

Alfredo era un asombroso parlamentario. Un mago de la comunicación. Embellecía la actividad política y el arte de la negociación, y la elevaba por encima de la demasiadas veces conocida política del oportunismo y la superficialidad.

Alfredo Pérez Rubalcaba no era un político formalista, sino de los contenidos de las políticas públicas. Allá donde estuviera hacía política. Ya fuera como ministro de Educación, o de Interior, o como portavoz del Grupo Parlamentario Socialista. En la lucha contra el terrorismo etarra recuerdo especialmente las negociaciones de la vigente Ley de Partidos Políticos con el entonces Gobierno del Partido Popular. Esa ley hizo posible la ilegalización de Herri Batasuna, y que en España no sean posibles partidos antidemocráticos o que alienten la violencia.

A pesar de ello, Alfredo Pérez Rubalcaba no tuvo nunca ni una gota de vanidad o de arrogancia. Fue un hombre generoso –algo que no abunda en política- que se ganó el respeto de los ciudadanos, de sus compañeros y de sus adversarios políticos, tal como estamos observando en estos mismos momentos.

Alfredo lo tenía todo. Y tenía/tiene una mujer admirable, de talla personal y moral, Pilar, que nos abrazó a todos sus amigos y amigas con entereza y cariño tan solo unos minutos después del fallecimiento de su pareja de toda la vida.

A Alfredo Pérez Rubalcaba no le gustaría que le recordáramos con amargura. Él era un hombre con un humor para todas las estaciones, con un entendimiento optimista de la vida. Así lo vamos a recordar desde la Fundación a la que perteneció, y de lo que nos enorgullecemos.

Diego López Garrido, vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas

Rubalcaba: un político lúcido, un hombre íntegro