jueves. 28.03.2024

Ajustes, reformas y coitus interruptus

NUEVATRIBUNA.ES - 2.6.2010Los ciudadanos europeos asistimos atónitos a la avalancha de malas noticias y anuncios de ajustes y reformas tras haber oído durante meses que se apreciaban algunos brotes verdes y una débil pero incipiente recuperación económica.
NUEVATRIBUNA.ES - 2.6.2010

Los ciudadanos europeos asistimos atónitos a la avalancha de malas noticias y anuncios de ajustes y reformas tras haber oído durante meses que se apreciaban algunos brotes verdes y una débil pero incipiente recuperación económica. La realidad sin embargo nos ha demostrado que los deseados brotes verdes han durando menos que lo que dura la primavera, abocándonos a un doloroso proceso de ajustes y reformas a lo largo y ancho del continente europeo. El efecto contagio de la crisis griega ha llegado con virulencia también al resto de socios europeos anunciando medidas bajo el lema “Europa nos obliga”, que refleja ni más ni menos el fracaso de la política, de las instituciones y de los líderes europeos ante el empuje desestabilizador y especulador de los llamados “mercados financieros”. Una mala noticia para mirar al futuro con optimismo, ya que muchos de nosotros pensábamos que tras el desastre de la crisis financiera internacional, los gobiernos y las instituciones reaccionarían y serían capaces de poner orden a los desmanes del “capitalismo casino”. Pero observamos con desesperación, que a pesar de que se han dado pasos adelante hacia un posible gobierno económico europeo -impensable apenas hace unos meses-, todavía no hemos sido capaces de aprobar el “Paquete de supervisión financiera” ni la Directiva sobre el control y regulación de los “Hedges funds” que tanto daño han hecho a la economía real y a la postre a los ciudadanos. Los especuladores siguen campando por sus respetos mientras los gobiernos y las cuentas públicas se desangran intentando protegerse de sus ataques.

Ahora se anuncia que ha llegado la hora de la verdad, la madre de todas las medidas, y la receta más proclamada por expertos y economistas ha sido la de la necesidad de atacar los ajustes y reformas necesarias para acelerar la recuperación aún siendo conscientes del coste social que conlleva. Una vez agotadas las posibilidades de los diferentes paquetes de estímulos que han hecho aumentar de forma considerable los déficits públicos, la única opción que parece viable para volver a la senda de la consolidación fiscal a corto plazo es la de reducir el gasto público y ofrecer un poco de aire a la maltrecha zona Euro. Así, bajo la presión de medio mundo, España se ha visto forzada a adoptar un dolorosísimo plan de ajuste que haga creíble el objetivo de reducir el déficit público al 3% en 2013. Tras el anuncio, tanto el FMI como la Comisión Europea, alabaron esos esfuerzos indicando que era el camino correcto a seguir. Y tras España, Portugal, Reino Unido, Italia, Francia anunciaron recortes, y quién sabe si también en poco tiempo la todopoderosa Alemania seguirá el mismo camino.

Pero apenas un día después de que una misión de economistas del FMI brindase su pleno respaldo al ambicioso programa de consolidación fiscal adoptado por el gobierno español, tanto el director-gerente del FMI Dominique Strauss Khan, como su economista jefe Olivier Blanchard, nos advirtieron ante el exceso de “celo” a la hora de reducir los elevados déficits públicos por parte de los gobiernos de la zona Euro, y el riesgo de que si éstos se aplicasen de forma simultánea en toda Europa, pondrían en riesgo no solo la recuperación en Europa sino la recuperación de la economía mundial. Y es que un impacto negativo sobre el crecimiento significa menor consumo y por lo tanto un PIB menor, y un PIB menor significa también menos ingresos por impuestos. Pero entonces…¿en qué quedamos señores economistas?. ¿Ni mucho ni poco, sino todo lo contrario?.

Las instituciones económicas nos demuestran que no son capaces de prever con meridiana exactitud el estado de la crisis de la economía mundial ni las recetas necesarias para combatirla. Nos reclamaban ajustes y reformas, y cuando estos se anuncian y se implementan, nos incitan a esa malvada y peligrosa técnica que es el coitus interruptus, pero esta vez aplicado a las medidas económicas, generando todavía más frustración e inseguridad. Sus actuaciones y declaraciones no generan la tan reclamada confianza, y pareciera que los economistas del FMI recetan medicinas pero sin saber muy bien los efectos secundarios de éstas. Personalmente me genera más confianza gente como el profesor Manuel Castells, que se interroga ¿y si no hubiera salida?, al menos con el modelo económico actual. Y es que la solución quizás pasa por nuevas formas de relación entre la economía y la sociedad. ¿Porqué no pensar, por ejemplo, en compensar la bajada de salarios rediciendo horas de trabajo con criterios pactados con los sindicatos?. Y es que como dice Castells, macroeconómicamente sería igual, pero microeconómicamente tendría un impacto positivo si aumentáramos la productividad del sector público con una buena reorganización y el uso inteligente de las nuevas tecnologías. Si funcionara tendría un efecto demostración sobre otros sectores de la sociedad.

Estas y otras medidas, como incentivar a los emprendedores y las pymes, que son los principales motores de la creación de empleo y de la innovación, o la promoción de la industria europea que apuesta por un modelo de desarrollo sostenible y bajo en carbono, o una apuesta valiente y coherente por las energías renovables…etc es parte de la solución. Porque lo utópico y lo absurdo es querer buscar soluciones o mejorar haciendo más de lo mismo. Con recetas simples o mediocres para problemas complejos no se llega muy lejos. Hace falta creatividad, coraje e innovación, atreverse a hacer cosas nuevas. En definitiva, que las instituciones tienen y deben poder demostrarnos que saben hacer algo más que salvar y restaurar al capitalismo financiero a costa de los esfuerzos de los de siempre.
 
Pau Solanilla es asesor en temas europeos y autor del libro “Europa en tiempos de cólera”.
 

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