viernes. 29.03.2024

A vueltas con el estado autonómico

nuevatribuna.es | 25.01.2011Parece que nos ha tocado vivir un tiempo de involuciones, de retroceso en el camino recorrido en las últimas décadas.

nuevatribuna.es | 25.01.2011

Parece que nos ha tocado vivir un tiempo de involuciones, de retroceso en el camino recorrido en las últimas décadas. Primero, la reforma laboral ha supuesto una pérdida de derechos laborales impensable hace poco más de un año; después le ha tocado el turno a las pensiones, y ahí tenemos al Gobierno desdiciéndose de lo que decía hasta mayo de 2010, utilizando el sistema para cuadrar el déficit y preparando un recorte de prestaciones brutal e innecesario; por último parece que está en el punto de mira el Estado de las Autonomías.

Todas las reformas tienen un factor común: el escenario de crisis económica sirve de escusa para el avance de políticas conservadoras, aunque lo que se pretenda reformar no tenga nada que ver con los orígenes de la crisis.

La crisis y el debate impulsado por el PP, y en parte por el PSOE, han puesto de manifiesto que la configuración político-administrativa de España no está suficientemente consolidada y vuelven a aparecer los viejos fantasmas. Un sector importante de la sociedad cree que las autonomías aumentan las desigualdades, añora el café para todos, recela de las diferencias, confunde igualdad con uniformidad… Y la derecha, en parte por convicción y en parte por oportunismo político, utiliza y aviva ese sentimiento.

Ahí tenemos a José María Aznar dándonos a elegir entre el Estado de las autonomías o el Estado del bienestar (que tomadura de pelo ¿no?, Aznar hablando del Estado del bienestar) con esa profundidad intelectual que le caracteriza y que le impide escapar del discurso maniqueo. Aunque la posición del PP no está clara, probablemente la cercanía de las elecciones autonómicas condiciona, Rajoy, ya dice que no renunciara a recortar competencias.

Para completar la ceremonia de la confusión, aparece Duran i Lleida (debe ser el efecto acción-reacción entre el nacionalismo español y el periférico) reclamando discriminación positiva para las “nacionalidades históricas”, pretendiendo un estatus de privilegio para una parte del Estado en nombre de no se sabe muy bien de qué derechos históricos.

Es cierto que las administraciones autonómicas están demasiado endeudadas, que han vivido los años de bonanza como nuevos ricos (no más que la estatal o las locales, con casos como el de Madrid, cuya deuda supera ampliamente el presupuesto anual) pero no es el económico (se pueden corregir los desajustes y mejorar la eficiencia del sistema) el principal riesgo para el futuro del Estado autonómico. Los peligros están en el plano ideológico-político, en la dificultad para comprender que la convivencia en la España plural, requiere estructuras plurales, que teniendo los mismos derechos los podemos ejercer de maneras distintas.

La apuesta por la configuración del Estado que hace la Constitución no es de mera descentralización administrativa, sino que confiere capacidad de autogobierno a las distintas Comunidades Autónomas. Esto quiere decir que el Estado debe garantizar un nivel de servicios y derechos para todos los españoles, pero que las CCAA no tiene porque ser copias unas de otras, que cada Comunidad tienen cierta capacidad para diseñar su futuro en función de sus necesidades o apetencias.

Eso sí, partiendo de que tenemos los mismos derechos (también los de autogobierno), de que en la España del siglo XXI, no hay historia que justifique mantener privilegios, sean estos individuales, de clase o de Comunidad Autónoma.

Meter ahora en el debate político la estructura del Estado, puede proporcionar algún rédito electoral, sobre todo donde el nacionalismo está más arraigado, pero, a corto plazo va a añadir elementos de crispación a una situación ya bastante complicada y, a largo, debilitara las posibilidades de un proyecto común entre todas las Comunidades que hoy forman el Estado español.

Enrique Tordesillas | Colaborador de El Periódico de Aragón y Radio Zaragoza y miembro del Observatorio de la Fundación 1º de Mayo "Sindicalismo y cambio en el mundo del trabajo".

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