sábado. 20.04.2024

A pesar de los especuladores, la deuda pública española es sostenible

Los brutales ataques contra la deuda pública española de los últimos meses han llegado hasta poner en duda su sostenibilidad en el corto y el medio plazo. Sin embargo un análisis objetivo demuestra que esa duda no está basada en sus variables fundamentales. La deuda pública de un país puede llegar a ser insostenible por tres razones. La primera es que alcance una cifra tan elevada que ponga en riesgo su devolución.

Los brutales ataques contra la deuda pública española de los últimos meses han llegado hasta poner en duda su sostenibilidad en el corto y el medio plazo. Sin embargo un análisis objetivo demuestra que esa duda no está basada en sus variables fundamentales.

La deuda pública de un país puede llegar a ser insostenible por tres razones. La primera es que alcance una cifra tan elevada que ponga en riesgo su devolución. La segunda es que una deuda elevada provoque la desconfianza de los inversores y en consecuencia no acudan a las nuevas subastas. Y la tercera es que para superar esta desconfianza el Estado tenga que subir tanto los tipos de interés de letras y bonos que acaben siendo una carga financiera insoportable.

Pues bien, ninguna de estas razones amenaza, a día de hoy, a la deuda soberana española.

La deuda pública española es baja y con recorrido a medio y largo plazo.

España es, dentro de los grandes países de la Unión Europea, el que tiene una menor deuda pública, tanto en cifras absolutas como expresada en porcentaje de su PIB. España terminó el año 2010 con una deuda total de 638.767 millones de euros, una cifra que equivale al 60% de nuestro PIB. Puede parecer elevada pero no lo es en términos comparados. La deuda italiana por ejemplo es de 1,8 billones de euros lo que supone el 119% de su PIB. Incluso la deuda alemana, el paradigma de la ortodoxia y la estabilidad, es de 2,1 billones de euros, el 83% de su PIB.

Para el conjunto de la zona euro el valor medio de la deuda soberana es del 85% del PIB, lo que supone 25 puntos más que la española. Este elevado diferencial demuestra que España no tiene un problema con su volumen de deuda o que, al menos, es el país que nos problemas tiene.

Y también señala el amplio recorrido que tiene nuestra deuda. La deuda pública crece, fundamentalmente, por la acumulación de los déficits públicos de cada ejercicio. Por lo tanto es fácil calcular que con un déficit del 3% en un escenario en el que el PIB nominal no crezca absolutamente nada, España tardaría 8 años en llegar al nivel actual de deuda de la Unión Europea y 20 años si nos comparamos con Italia.

En la hipótesis mucho más probable de que el PIB nominal crezca aunque poco, por ejemplo un incremento real del 1% y el 2% de inflación, los plazos se alargarían de forma espectacular. Para llegar al actual nivel de deuda en Alemania, 83% de su PIB, harían falta más de 30 años con un déficit público del 4% cada uno de esos 30 años.

La emisión de deuda pública cuenta con una demanda solvente.

En 2010, pero sobre todo en 2011, el mercado de la deuda ha estado sometido a intensas presiones e incertidumbres de tal forma que cada día de emisión ha estado rodeado de enorme expectación para saber si el Tesoro Público sería capaz de alcanzar sus objetivos de colocación de deuda.

Y sin embargo la realidad es que en todas y cada una de las 47 subastas de bonos y emisiones de letras que realizó el Tesoro en 2011 las solicitudes de compra han sido muy superiores a las emisiones.

Por ejemplo, en la subasta realizada el 12 de diciembre el Tesoro colocó 4.941 millones de euros en letras pero recibió solicitudes de compra por un importe de más de 15.000 millones, lo que supone un ratio de cobertura superior a tres veces. A lo largo de 2011 el valor medio de este ratio de cobertura se ha situado por encima de dos, lo que significa que en el año de la crisis de la deuda las solicitudes de compra de los inversores fueron el doble de lo que el Tesoro finalmente adjudicó. No parece por lo tanto que la deuda española tenga problemas de colocación, como lo vuelve a demostrar la subasta del 12 de enero de 2012 en la que frente a una emisión prevista de 5.000 millones se produjo una demanda de 18.701 millones.

La carga financiera de la deuda española es asumíble.

A lo largo de 2011 los tipos de interés a los que se emitió la deuda han ido creciendo y en una subasta de bonos a 10 años, realizada en octubre, llegó a superar el 7%. Pero aún así los tipos de emisión siguen siendo bajos en términos históricos y el tipo de interés medio del total de la deuda en circulación es del 3,98%, prácticamente el mismo con el que se cerró el 2010 y sólo cuatro décimas más que en 2009. En ese año se alcanzó el mínimo en la serie histórica iniciada en 1992, año en el que España pagaba el 10,9% por su deuda.

Estos bajos tipos de interés explican que en 2010, último año con datos cerrados, el coste de la deuda en España haya sido bajo tanto en términos históricos como comparados con otros países. Las administraciones públicas españolas pagaron el año pasado 20.437 millones de euros en intereses, una cifra que equivale al 1,9% del PIB frente al 3,2% que pagábamos en el año 2000. Y si nos comparamos con el paradigma de la ortodoxia hay que decir que Alemania en 2010 pagó en intereses por su deuda el 2,1% de su PIB.

Es cierto que estos valores ya son el pasado y que como se dijo, en 2011 en una ocasión se superó el 7% de interés, una cifra que según algunas interpretaciones pone a la economía de un país en el territorio del inevitable rescate. Pero esto tampoco es cierto.

Dado que nuestra deuda pública tiene una duración media de 7 años si toda la nueva deuda de 2012 se emitiera al 7% provocaría que el tipo medio total de la deuda acumulada se incrementara en menos de 0,5 puntos. De hecho el tesoro español podría emitir deuda al 7% durante al menos tres años antes de llegar a tener un tipo medio preocupante.

A pesar de los especuladores, la deuda pública española es sostenible
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