miércoles. 24.04.2024

A la baja

Es lugar común afirmar que el ejercicio crítico literario cotiza a la baja en la bolsa del pensamiento actual. Quizás en el origen de esta mediocridad esté la existencia de una producción literaria nefasta, con la que el crítico apenas puede chulear y hacer alarde de su ingenio y erudición.

Es lugar común afirmar que el ejercicio crítico literario cotiza a la baja en la bolsa del pensamiento actual.

Quizás en el origen de esta mediocridad esté la existencia de una producción literaria nefasta, con la que el crítico apenas puede chulear y hacer alarde de su ingenio y erudición. Pues ya es sabido que un crítico, por muy poco preparado que esté, brilla sin mucho esfuerzo si el objeto de su análisis es un Proust, un Nabokov o un Joyce.

Pero ya no lo es tan fácil hacerlo comentando una novela de Rosa Regás, Muñoz Molina o Pérez Reverte. Al fin y al cabo, la apuesta narrativa e ideológica de estos tres espadachines del sintagma español cabe en un papel de fumar. Y que un capítulo, pongo por caso, de “A la búsqueda del tiempo perdido” o de “Pálido Fuego”, encierra más alfalfa espiritual y narrativa que la obra entera de Regás, de Molina y de Reverte juntos, lo sabe todo el mundo, incluidos los interfectos aunque no lo reconozcan en primera instancia.

De este modo, es imposible emular las hazañas críticas de un Benjamin o de un Musil, analizando, pongo por caso, una novela del cada vez más ensimismado Javier Marías y sus estresantes monólogos.

La novela española está en decadencia. Un síntoma de ello es que son más importantes los nombres de los autores y sus bibliotecas, sus opiniones sobre el fútbol y la magnesia, la colonia y ropa interior que gastan, que las novelas que escriben.

Como resultado de esta reconversión, no sólo se ha contribuido a la sacralización de ciertos egos, sino que el texto mismo ha pasado a un segundo plano. Y los lectores, no digamos.

El deterioro es tal que importa más saber quién escribe, cómo es y qué come, que lo que escribe. Y, por supuesto, si tiene perro, de qué raza es y cómo se llama.

El valor de una novela se determina cada vez más por el número de apariciones de su autor en un medio poderoso. Y, como el éxito llama al éxito, el besugo o lucio acaba mordiéndose la cola de la mediocridad indefinidamente.

En estas condiciones, no es de extrañar que la crítica, por efecto colateral que diría un militar con pedigrí, se encuentre en la UVI.

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