jueves. 28.03.2024

7 de junio: un voto por Beethoven

NUEVATRIBUNA.ES - 20.5.2009...Silvio Berlusconi –me niego a nombrarle como Il Cavaliere por más que tenga hechuras de personaje de Lampedusa-- criminaliza a la inmigración clandestina y a las asociaciones que apoyen a los sin papeles. Ya Austria lleva varios años dando la barrila con su empeño de perseguir legalmente las bienaventuranzas bíblicas. Malos tiempos para la Revolución Francesa.
NUEVATRIBUNA.ES - 20.5.2009

...Silvio Berlusconi –me niego a nombrarle como Il Cavaliere por más que tenga hechuras de personaje de Lampedusa-- criminaliza a la inmigración clandestina y a las asociaciones que apoyen a los sin papeles. Ya Austria lleva varios años dando la barrila con su empeño de perseguir legalmente las bienaventuranzas bíblicas. Malos tiempos para la Revolución Francesa. Adiós a la libertad, la igualdad y la fraternidad: la Unión Europea que mima con dinero público a los trileros de los grandes bancos contaminados con activos tóxicos, se empeña en promulgar directivas de la vergüenza contra los más débiles; y, en especial, contra esa mano de obra nómada y plebeya a la que, en época de vacas gordas, contratamos a porfía, ya sea con todas las de la ley o bajo cuerda, y a la que ahora pretendemos enchironar sin cargos durante varios meses o expulsar con espadas flamígeras de este paraíso venido a menos.

En todo el continente, incluyendo a España, el despido es libre. En nuestro país, además, ahora quieren que sea gratuito. Claro que la misma Europa que se enfrenta a un paro galopante era la que no hace mucho cambió la reivindicación de las 35 horas por la barra libre de las 65, la que pretende romper la fuerza unitaria de los convenios colectivos por la fragilidad individual de la negociación a la carta.

Menos mal que existe un Parlamento y menos mal que cada cuatro años hay elecciones para poder cambiar la deriva de esa política que, en gran medida, traiciona el mejor imaginario europeísta. Hay demasiada gente empeñada en que el proyecto europeo fracase o, desde luego, adelgace sus últimos horizontes. Que no tenga alternativa de Defensa propia, más allá de una OTAN subordinada a Estados Unidos y que este año cumple su sexagésimo aniversario. Que su diplomacia común apenas cuente en un espacio en donde el peso chovinista de las naciones es de tal calibre que ni siquiera hemos sido capaces de dotarnos de una legislación común en materia de Extranjería todos los países que nos comprometimos a levantar las fronteras interiores con la firma del acuerdo de Schengen, suscrito inicialmente hace veinticuatro años y al que España se sumó en 1991. Claro que ya hace mucho que nos vienen predicando que no es posible la Europa de los pueblos, por más que todavía algunos pensemos lo contrario.

Todavía es posible corregir esa deriva, como la que impide que buena parte de lo que se legisla entre Bruselas y Estrasburgo fracase en el día a día de la política de andar por casa. O como la que se empeña en consagrar el abismo social que media entre las alfombras rojas del poder, por muy democrático que sea, y los solares del arrabal, donde los desposeídos probablemente estén incubando un nuevo huevo de la serpiente que terminará por devorarles.

Estoy convencido de que podemos rebobinar nuestros sueños comunitarios. Que, a pesar de los cantos de las sirenas de la crisis, no es imposible forjar una Europa cómplice en vez de esa Europa antipática de la Política Agraria Común que nos llenó de subsidios y nos vació los muelles. Los discursos hablan de igualdad de género pero la presencia de la mujer en los principales despachos donde se toman decisiones y en las nóminas de las empresas privadas nos cantan lo contrario.

Todos diferentes, todos iguales, reclamábamos no hace mucho. Pero frente a la igualdad colectiva y la diferencia individual, se han invertido los términos. Ahora, sin ápice de legítima utopía, damos por buenas las diferencias de trato entre los que están capacitados y los que supuestamente no lo están; diferencias de renta entre los trabajadores, castigando a los jóvenes por ser jóvenes y a los viejos por ser viejos; o entre los trabajadores y los ejecutivos que blindan sus despidos por no haber hecho bien el trabajo para el que habían sido contratados con sueldos millonarios; diferencias de impuestos entre quienes ponen todas sus ganancias al servicio del común de los europeos y los que las esconden en los paraísos fiscales que no sólo no hemos sido capaces de perseguir y suprimir como máximo ejemplo del capitalismo salvaje, sino que incluso hemos abierto y consagrado en el territorio supuestamente solidario de la Unión.

Digo yo que, por todo ello, tal vez sería conveniente ejercer nuestro derecho al voto en las elecciones europeas del próximo 7 de junio. A los votantes de Jaime Mayor Oreja, por cierto, seguro que no tendrán que decírselo dos veces.

Juan José Téllez es escritor y periodista, colaborador en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Fundador de varias revistas y colectivos contraculturales, ha recibido distintos premios periodísticos y literarios. Fue director del diario Europa Sur y en la actualidad ejerce como periodista independiente para varios medios. En paralelo, prosigue su carrera literaria como poeta, narrador y ensayista, al tiempo que ha firmado los libretos de varios espectáculos musicales relacionados en mayor o menor medida con el flamenco y la música étnica. También ha firmado guiones para numerosos documentales.

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7 de junio: un voto por Beethoven
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