miércoles. 24.04.2024

65 vs. 68

Ustedes perdonen este guarismo, que convierte el titular en un jeroglífico, pero es que he perdido el libro de estilo (entre otras cosas). Tiene su explicación. Los viejunos del lugar recordarán que allá por el año 1964 (no digo del siglo pasado; me molesta cambiar de siglo), Bob Dylan lanzó aquella balada que se llamaba Los tiempos están cambiado, porque los tiempos estaban cambiando a mejor.
Ustedes perdonen este guarismo, que convierte el titular en un jeroglífico, pero es que he perdido el libro de estilo (entre otras cosas). Tiene su explicación. Los viejunos del lugar recordarán que allá por el año 1964 (no digo del siglo pasado; me molesta cambiar de siglo), Bob Dylan lanzó aquella balada que se llamaba Los tiempos están cambiado, porque los tiempos estaban cambiando a mejor.

Ahora sucede lo contrario: los tiempos están cambiando pero a peor. En 1964 se estaba incubando el 68; hoy, cuando recordamos (y damos la paliza a nuestros hijos) aquel año, debemos advertir que los tiempos están cambiando pero a peor. El viento del Este sopla gélido para los trabajadores con la propuesta del Gobierno de Eslovenia de implantar en la UE una jornada laboral de entre 60 y 65 horas semanales, que se suma a la directiva Bolkenstein y a otras de parecido jaez: el Tribunal Europeo de Justicia ha sentenciado que los polacos cobren en Alemania menos que los alemanes, el gobierno italiano quiere expulsar a miles de trabajadores extranjeros sin papeles (hay que llamarlos así, pues no son turistas ni delincuentes), mientras que se amplían, también en España, los períodos de la “retención” previa a la expulsión de inmigrantes.

La propuesta eslovena supone implantar una jornada laboral de 10 horas diarias, de lunes a sábado, y de cinco horas los domingos, supongo que para poder ir a misa, siguiendo los aires que soplan desde Polonia y el Vaticano.

Aceptar tal estado de cosas por parte de la izquierda y los sindicatos sería un retroceso social difícil de recuperar en años y un clarísimo error político, pues nos acercaríamos a las condiciones laborales del tercer mundo, o usando un ejemplo más próximo, al capitalismo salvaje de la primera revolución industrial, y se tirarían por la borda conquistas sociales acometidas hace más de un siglo.

Me siento como el abuelo Cebolleta, al tener que recordar que la reclamación de la jornada laboral de 8 horas, estuvo en el origen de la huelga general de Chicago, en 1886, que acabó en un tumulto poco claro, por el cual fueron juzgados sin garantías 8 trabajadores: 3 fueron condenados a penas de cárcel, otro se suicidó y cuatro fueron ejecutados, pero esa no fue la única sangre obrera derramada en las luchas por acortar la jornada laboral a proporciones humanas.

Me imagino que los trabajadores eslovenos conocen los hechos y que esa medida proviene de una patronal convertida en pocos años al ultraliberalismo económico y al atlantismo político, pero lo que llega es la propuesta de volver a Manchester, a la Inglaterra descrita en los textos de Marx y Engels y en las novelas de Carlos Dickens. No podemos consentirlo.

65 vs. 68
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