jueves. 28.03.2024

14N: La imaginación de los sabios

El 14 de noviembre España, Portugal, Italia y Grecia vivieron jornada de huelga general. Tuvieron lugar también manifestaciones en la mayoría de los países de la Unión Europea, respondiendo a la convocatoria de la Confederación Europea de Sindicatos. El objetivo: rechazar las políticas de austeridad  que nos hunden en la recesión y el paro y que apuntan a la demolición del Estado de bienestar.

El 14 de noviembre España, Portugal, Italia y Grecia vivieron jornada de huelga general. Tuvieron lugar también manifestaciones en la mayoría de los países de la Unión Europea, respondiendo a la convocatoria de la Confederación Europea de Sindicatos. El objetivo: rechazar las políticas de austeridad  que nos hunden en la recesión y el paro y que apuntan a la demolición del Estado de bienestar.

En los países que llevamos a cabo una huelga general, como en España, las razones para su convocatoria eran legión, pero si tuviéramos que resumirlas nos centraríamos en la obsesión del Gobierno de la derecha por el dogmatismo en la reducción del déficit, sacrificando la reactivación económica y la creación de empleo; en la demolición acelerada del estado social y los servicios públicos; y en la eliminación controlada de la arquitectura del derecho del trabajo que nació con la democracia.

Al finalizar la jornada de huelga, en más de 120 ciudades españolas, millones de personas se echaron a la calle y protagonizaron algunas de las manifestaciones más concurridas de la historia democrática de nuestro país.

Y en esto llegó el periodismo

Al día siguiente, es decir el 15 de noviembre, salvo excepciones, las crónicas de  prensa,  radio y  televisión, ajenas a los códigos más elementales del buen periodismo, abrazaron la ideología, en algunos casos la mala ideología, y ahogaron la información. Poco cabe decir de la manipulación zafia de la prensa ultraconservadora, atrincherada en las barricadas del lado oscuro, y ya sin capacidad para la sorpresa.

Causa más irritación la sabiduría del progresista. Las reflexiones de quienes nos observan desde allá arriba y arremeten contra partidos, sindicatos y  huelga general como estructuras añejas de una sociedad ahora perturbada. Irritan porque nos afectan más. Porque forman parte de un patrimonio del saber que lleva nuestro ADN. Y no es necesario recordar que cuando la descalificación procede del más cercano, nos llega más hondo.

Una cualificada columnista arengaba el día después de la huelga con este aserto: “la gente no confía en los partidos ni en los sindicatos y la huelga general ya no es el recurso adecuado. La gente se desahoga en la calle, en las manifestaciones, y por eso aunque la huelga fue un fracaso, las manifestaciones de la tarde fueron masivas”. Palabra escrita y hablada.

Vayamos por partes. Hace tiempo que comparto la necesidad de renovación de los partidos políticos. Regenerar su vida interna, hacerla más atractiva, impulsar su capacidad de iniciativa política, reactivar la relación con la ciudadanía o avanzar por la senda de la participación democrática, son retos que hay que abordar con urgencia. Pero mi objetivo, tan elemental como para algunas personas parece que extravagante, es conseguir formaciones políticas más robustas, más fuertes, más útiles a la sociedad. Lo mismo cabría decir de los sindicatos, si bien con una matización no menor: toda la artillería que estos últimos años se ha lanzado contra los sindicatos, unas veces desde los proveedores de ideología predemocrática, otras a manos de afamadas plumas de la libertad, y por tanto, nunca equiparables a los primeros, se compadece poco con la trayectoria sindical;  no se puede cuestionar su razón de ser en democracia como hacen los heraldos del tardofranquismo, o construir argumentarios antisindicales  desde el progresismo retórico sin que se dé opción alguna al sindicalismo de participar de sus imaginarias alternativas.

Sobre la utilidad en las sociedades modernas de la huelga general, solo diré una cosa: los sindicatos son herramientas reivindicativas y de propuesta, y cuando los poderes públicos o los económicos y financieros arremeten contra los derechos de los trabajadores, enterrando el diálogo y la negociación, la dignidad y las conquistas se defienden con organización, solidaridad y lucha -así fue, así es, así será-. Si alguien con su acreditado saber conoce fórmulas innovadoras de movilización capaces de estar a la altura de la respuesta exigida ante agresiones como las que nos ocupan, los sindicalistas las recibiremos con los brazos abiertos.

Volvamos a la huelga y las manifestaciones del 14N. Mal la huelga, bien las manifestaciones. Esto es lo que vienen a proclamar conspicuos pensadores de la revuelta. ¿Alguien que conozca el proceso que sigue a una convocatoria de huelga general, su organización, la intensa información a los trabajadores, los miles de actos sindicales en los centros de trabajo, las comparecencias antes los medios de comunicación, la convergencia con el tejido social, con profesionales, autónomos, ciudadanía, pymes,  puede hacernos creer que lo que pasó por la tarde en las manifestaciones hubiese sido posible sin la huelga y los sindicatos? Solo un ejemplo: en Vigo, según la prensa local, se manifestaron al mediodía 125.000 personas, al calor de la jornada de huelga. ¿Lo hicieron al margen de la huelga y a pesar de los sindicatos que les convocaban?

Daría todo lo que sé, por la mitad de lo que ignoro”, decía el filósofo y matemático francés René Descartes, hace algunos siglos. Participamos de ello.

14N: La imaginación de los sabios