Ciento cuarenta y seis mujeres fallecieron en la fábrica Triangle de Nueva York, donde cocían "Shirtwaits" (blusas).
La mayoría, inmigrantes de entre diecisiete y veinticuatro años, procedentes de Europa oriental y meridional.
Carecían de derechos, protección legal o representación sindical.
Todas recibían salarios bajos, no se les permitía acercarse o hablar con el dueño de la fábrica y hasta les negaba el permiso para comer durante la jornada.
Un año antes se había organizado una huelga en el ramo textil. Se pretendía el reconocimiento de los sindicatos y los mejores salarios y condiciones de trabajo. Los empresarios del sector acabaron ganando aquel pulso.
Hoy, las trabajadoras habían vuelto a encerrarse en demanda de salarios dignos y condiciones laborales compatibles con la salud y la dignidad.
Envalentonado ante el fracaso huelguístico del año anterior, el empresario cerró con llave la habitación donde se encontraban las trabajadoras y prendió fuego la zona.
Ciento cuarenta y seis han muerto calcinadas o estrelladas contra los adoquines de la calle en el agónico intento de escapar del horror de las llamas desde los ventanales del noveno piso. Otras setenta han sufrido quemaduras muy graves.
Durante todo el día no ha cesado de escucharse el ulular de las ambulancias y los vehículos policiales y de bomberos.
La calle se ha convertido en un inmenso cementerio hirviente de rabia, indignación y dolor. El humo y las llamas podían verse desde numerosos puntos de la urbe.
Los ciento cuarenta y seis cadáveres fueron finalmente trasladados a depósitos municipales entre el desgarro de sus familiares y el de cientos de neoyorquinos que se han agolpado ante la tragedia...
Nota.- Estos hechos terribles ocurrieron el "pasado" 25 de marzo de 1911.
El eco de la tragedia permitió importantes reformas en la legislación, cuasi esclavista, que atenazaba a tantos trabajadores. Especialmente mujeres.
El próximo 8 de marzo, día Internacional de la mujer, honraremos la memoria de aquellas jóvenes abrasadas por la codicia de empresarios sin escrúpulos. Y honraremos la memoria de tantas otras mujeres que, en cualquier rincón del mundo, han regado y riegan la tierra con sus lágrimas, con su sudor, con su sangre...¡Por ellas, por ellas, por ellas!