viernes. 29.03.2024

El 14D: 25 años después

Hoy, como hace 25 años, hay una continuidad en la política económica basada en una visión interesada de la competitividad: 'Primero crecer y, luego, repartir'...

En la historia social de nuestro país, desde los inicios de la I Internacional (1871), se fue desarrollando el “modelo socialdemócrata” Partido-Sindicato (la versión histórica de los “dos brazos” ideados por Pablo Iglesias a partir de 1888: lucha política (PSOE) y lucha económica (UGT), “modelo” que, a lo largo de los siglos XIX y XX cristalizó organizativamente en la mayoría de los países industrializados (especialmente Inglaterra y Alemania). Pues bien, con la huelga general del 14 de Diciembre de 1988 (en adelante, 14-D), parecía que este modelo había llegado a su fin.

Efectivamente, Santos Juliá, en el Epilogo al libro “LA DESAVENENCIA. Partido, Sindicatos y huelga general”. EL PAIS. Aguilar, Abril 1989, se preguntaba: “¿Socialdemocracia sin Sindicato (s)?”, haciendo explícito con esta pregunta retórica los resultados del 28 Congreso Extraordinario del PSOE (1979).en el que se abandona el marxismo y el PSOE se convierte en un partido “interclasista”.

Esta crítica situación del 14-D, con tintes dramáticos en algún momento (se comentó que Felipe González habló de dimitir en el transcurso de la huelga), no era nueva. Ya en 1928 (Dictadura de Primo de Rivera), 1930 (discusión sobre la participación socialista en la coalición antimonárquica) y diciembre de 1935 (República), tuvieron lugar graves enfrentamientos entre la UGT y el PSOE; en este último caso, Largo Caballero llegó a bloquear a Indalecio Prieto para la Presidencia del Consejo de Ministros en mayo de 1936.   

Las profundas razones de esta “desavenencia” política (que no personal) con motivo de la convocatoria de la convocatoria del 14-D, las despejaba Nicolás Redondo (por entonces, Secretario General de UGT) en una entrevista de Sol Alameda en EL PAIS, el 28 de noviembre de 1988: “¿Qué se pide?: Los dos famosos puntos de desviación que ha sufrido la inflación y una mayor cobertura del desempleo, el 48% que firmó el propio Felipe en 1986. ¿Si solo faltó un notario!”. “El Gobierno ha sacrificado al movimiento sindical creyendo que todo comienza y termina en el Gobierno. Nos llevamos una sorpresa desde el primer momento… Nada más ganar ya no querían aplicar lo que estaba en el programa”.

Todo empezó, a partir de octubre de 1982 que el PSOE gana las Elecciones Generales, con mayoría absoluta, con el lema “Por el cambio”. Se acometieron la reforma de las estructuras económicas y sociales encaminadas a modernizar el país ante nuestro inminente ingreso en la Unión Europea (UE): moderación salarial, flexibilización del mercado de trabajo (AES, 1984);  reforma de la Seguridad Social en 1985; reconversión industrial,... a través del diálogo y la concertación social, justificado por la situación crítica de la economía española, en la confianza de recuperar más tarde una parte de los beneficios que se generarían por un mayor crecimiento.

Al contrario, se comprobó que en el Gobierno predominaba una política socio laboral de corte neoliberal, al tiempo que se exigía a los sindicatos un apoyo incondicional a esta política. Especialmente, a partir de la presentación del “Plan de Empleo Juvenil” (para menores de 25 años: contrato de 18 meses, con el Salario Mínimo Interprofesional y sin cotizaciones a la Seguridad Social) que, como se valoraba por los sindicatos, era la “gota que colmaba el vaso” por las consecuencias negativas que provocaría en el mercado de trabajo. Este nuevo contrato no conllevaba la creación de más empleos, sino que provocaría el llamado “efecto sustitución” de otros trabajadores de 30, 40 o más años con condiciones laborales de mayor calidad… Como ahora viene ocurriendo con la Reforma Laboral del gobierno del Partido Popular.

En el “Manifiesto del 14-D, justamente se reclamaba un “giro social” del Gobierno por el sacrificio de los trabajadores y el esfuerzo de los sindicatos, en el momento que la situación económica había mejorado sustancialmente tras años de crisis y ajustes: “Todos podemos. Nosotros hemos cumplido. Ellos no”, rezaba el lema de la convocatoria. Sin embargo, eso no ocurrió.

Además lo que preocupaba a los responsables sindicales era el tono con que eran tratados los sindicatos en las altas esferas del gobierno: La visión creciente de los sindicatos como organizaciones opuestas al progreso social; como grupos de presión a los que había que limitar su capacidad de acción: El “fin de la clase trabajadora”. “Los sindicatos no son más importantes que el Colegio de Abogados” (Carlos Solchaga)…, dejando sin valor la participación sindical en los procesos de concertación, en el momento de repartir beneficios. Se trataba de reaccionar, reivindicando el lugar que corresponde al papel constitucional de los sindicatos, no sólo en el momento de la crisis.  

En este contexto, los sindicatos (especialmente UGT y CC.OO) consolidaron una sólida “unidad de acción” que ha llegado hasta nuestros días, superando el secular enfrentamiento sindical. Al tiempo, a partir de esta experiencia de confrontación con un “partido de izquierdas” en el gobierno, los sindicatos procedieron a un rearme reivindicativo a través de la “autonomía sindical”. Desde entonces, en lugar de pedir el voto para un partido de izquierdas concreto como venía ocurriendo hasta ese momento (PSOE, PCE…), los sindicatos elaborarían sus reivindicaciones en sus órganos de participación interna, llamando a los trabajadores a votar al partido o partidos que “coincidieran con sus reivindicaciones”...

Un año después del éxito del 14-D, una buena parte de las “170 medidas” contempladas en la “Propuesta Sindical Prioritaria”, fueron acordadas entre sindicatos y gobierno. Además de retirar el Plan de Empleo Juvenil, se alcanzaron otras importantes reivindicaciones: Las pensiones no contributivas; la negociación en el ámbito de la función pública y la cláusula de revisión para los funcionarios; el derecho a la información en materia de contratación laboral; la cláusula de garantía para los pensionistas; el mayor  incremento de las pensiones de la década; el salario de inserción en las CCAA y el aumento de la ayuda familiar para las rentas más bajas, entre otras medidas.

Pero, todo hay que decirlo, los sindicatos no consiguieron cambiar la política económica del gobierno, aunque quedara deslegitimada.

Hoy, como hace 25 años, hay una “continuidad” en la política económica  basada en una visión interesada de la competitividad: “Primero crecer y, luego, repartir”... ha sido la consigna neoliberal; aunque nunca llegue el momento del reparto!. La reciente autobiografía de Pedro Solbes (“Recuerdos”, DEUSTO, 2013), es muy ilustrativa al respecto. En efecto, según EUROSTAT e Intermon-Oxfam (“La trampa de la austeridad”), las desigualdades y la pobreza han venido creciendo en España más que en ningún otro país de la UE (después de Letonia), con riesgo de desaparición de la clase media: en 2025, el 42% de los españoles (20 millones) podrían vivir en la pobreza..

Desde la “perspectiva de progreso” que, en 1988 y en estos momentos, defendía y defiende el movimiento sindical (CES, UGT y CC.OO) sigue vigente la necesidad de otro modelo productivo, diversificado y con fuerte base industrial, inversión pública en educación, infraestructuras e innovación, una apuesta por la calidad de nuestros productos y servicios con salarios y condiciones de trabajo dignas y una fiscalidad justa que mantenga unos Servicios Públicos universales y de calidad que contribuyan a acortar la brecha de desigualdad y pobreza.. Todo ello, junto con un papel activo del Estado democrático, “regulador” de los excesos de los oligopolios: Banca, Sector Eléctrico… que haga real un crecimiento económico, justo, sostenido y sostenible. Unas alternativas que en la UE y en España, siguen estando en la “agenda política” para salir de la crisis, con una economía al servicio del empleo y de las personas.

Es dudoso y, sobre todo, doloroso para millones de personas que las políticas de austeridad y “devaluación interna” actuales: bajada continua de salarios (en 1977 el peso de los salarios en el PIB era el 67,3%, en 2012, el 53,4), alta precariedad, “recortes” y privatización de los Servicios Públicos: Sanidad, Educación… (“salario diferido”) y, sobre todo, el desempleo con cerca de 6 millones de parados, según la EPA, puedan generar un crecimiento suficiente de la demanda externa para propiciar una salida de la crisis. (Véase “Que hacemos con la falacia que vincula la salida de la crisis con bajadas salariales que en verdad no mejoran la competitividad” (AKAL, 2013).

Por eso, en alusión a la pregunta de Santos Juliá, los sindicatos de clase, al situar los problemas de nuestra sociedad en la democracia económica (“crecer repartiendo”) y no en el consumo, hoy como ayer, siguen siendo imprescindibles. Aunque para algunos sean “antiguos”, corporativistas, retardatarios… el “enemigo público número 1” del “pensamiento único” que nos rodea…!

El 14D: 25 años después