martes. 23.04.2024

11 de Marzo: un día para la democracia

Aquel fatídico día de 2004 estaba en una cafetería del centro de Madrid cuando empezaron a llegar las noticias del atentado de Atocha. Estaba sola. No pude apartar la vista del pequeño televisor de aquel bar mientras se sucedían atropelladas las informaciones. Llamé a mi marido y me dijo entre lágrimas: “Yo utilizo esa línea del tren de cercanías…podía haber estado allí”.

Aquel fatídico día de 2004 estaba en una cafetería del centro de Madrid cuando empezaron a llegar las noticias del atentado de Atocha. Estaba sola. No pude apartar la vista del pequeño televisor de aquel bar mientras se sucedían atropelladas las informaciones. Llamé a mi marido y me dijo entre lágrimas: “Yo utilizo esa línea del tren de cercanías…podía haber estado allí”. No pude evitar las lágrimas. Me invadió una inmensa sensación de dolor y pena por esa pobre gente indefensa cuyo único delito había sido coger un tren. No podía contener mi propia emoción. Ni siquiera puedo ahora pasados los años.   

Permanecí inmóvil en la silla de aquel bar durante un largo espacio de tiempo. Parecía como si las cosas que tenía que hacer hubieran perdido su sentido ante tamaña tragedia humana, ante la tragedia de gente tan cercana, de compañeros…

Alguien puede preguntarse cuál es el sentido de esta reflexión, de esta confesión íntima…pues tiene un sentido muy claro: nadie puede patrimonializar el dolor. Todos sufrimos aquel día, pero sólo las víctimas y sus familias tienen derecho al dolor, al recuerdo y a gestionarlo como quieran o puedan.

La derecha española tiene una costumbre perversa de patrimonializar las cosas y de apropiárselas. Se apropian el dolor y se apropian las fechas, que pasan a ser suyas. También se apropian de las instituciones, pero no por que la ciudadanía les entregue un mandato provisional en las urnas, sino que se las apropian de una forma simbólica. Supongo que es herencia del franquismo o de su fundador, que recordarán que se apropiaba de las calles (“La calle soy yo”). Son apropiaciones simbólicas, porque entendemos que el difunto no se guardaba las calles en una cartera, pero daba a entender que en la calle no podía haber nadie que no fuera él. Es como uno de mis profesores de la Universidad, un viejo profesor franquista que ante nuestras protestas por el sistema de evaluación de su asignatura, nos espetó: “Tengan cuidado, porque tengo la sartén por el mango” y tras reflexionar unos segundos como si le estuviera viniendo a la cabeza algo en lo que no había caído con anterioridad, apostilló: “¡Qué digo! No es que tenga la sartén por el mango…es que ¡yo soy la sartén!

Efectivamente, uno tenía las calles, el otro era la sartén y el 11 de Marzo es de Ana Botella. Son apropiaciones simbólicas, que lo que pretenden es mediatizar y coartar las libertades de los demás, porque la libertad es la que marcan ellos y de la manera en la que ellos la marcan.  

La alcaldesa de Madrid ha declarado que ella siempre ha tenido un trato exquisito con los sindicatos y que les exige que ellos sean igual de respetuosos con las fechas (con sus fechas…le faltó decir). Ya hemos hablado en este blog muchas veces de lo que significa la democracia, pero a la alcaldesa de Madrid parece que hay que volvérselo a explicar. Es otro ejemplo de patrimonialización indebida. Cuando Ana Botella dice que ella trata “de forma exquisita” a los sindicatos, confunde las relaciones entre los diferentes agentes que componen el orden democrático con una cena de sociedad en casa de Miss Winterbottom. Ella ni trata ni deja de tratar. No está ofreciendo un té. Es lo que no acaban de entender, que ella no está capacitada competencialmente por ostentar coyunturalmente un cargo público para legitimar con su “exquisito trato” en mayor o menor medida una organización sindical o de cualquier otro tipo. Las organizaciones sociales en democracia no se legitiman porque una alcaldesa las trate de una manera o de otra. Su legitimidad viene de otro sitio. En eso consiste la democracia. El día que lo entiendan habremos dado un gran paso. De igual manera, ella no puede solicitar respeto para una fecha, porque las fechas no son suyas.

Una plataforma de la órbita popular como la ultracatólica Hazte Oír, eligió el 11 de marzo de 2006 para manifestarse en Pozuelo de Alarcón (Madrid) en apoyo al colegio Monte Tabor, que segrega a sus alumnos por sexo. A aquella movilización, convocada también por otras organizaciones de la órbita del PP como el Foro Español de la Familia, no faltó el entonces alcalde de Pozuelo, Jesús Sepúlveda -ahora imputado por la trama Gürtel- que facilitó un completo dispositivo de seguridad para la marcha. Entonces no se consideró una fecha ofensiva.

La peor apropiación simbólica que hacen es la de las instituciones. El nuevo fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, considera que una noticia del diario Libertad Digital merece ser investigada por la Fiscalía para su inmediata remisión al juez que corresponda, aunque no haya recibido ningún informe policial que lo avale. Tampoco importan las resoluciones de hasta catorce jueces negando la reapertura de la investigación. Nada de eso tiene más valor que una noticia periodística. Ese es el problema de gestionar las instituciones como si fueran tuyas y no como si fueran instrumentos del sistema democrático. Que no estoy de acuerdo con que la gente salga a la calle el 11, pues tiro de conspiración y de Fiscal General. En fin, poco más que decir.

El resto lo debemos decir tomando las calles el día 11. Por todos los trabajadores, incluidos aquellos que perdieron trágicamente la vida aquel fatídico día porque alguien quiso hacerse una foto en Las Azores (¿hablamos de respeto a las víctimas?).

11 de Marzo: un día para la democracia
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