jueves. 28.03.2024

¿Y tú, con qué te cargas las pilas?

NUEVATRIBUNA.ESEl reciente estudio del Observatorio de Riesgos Psicosociales de UGT nos confirma lo que la mayoría de los trabajadores y trabajadoras de este país conocemos y venimos sufriendo y observando día a día: la reducción de nuestro tiempo libre y la intensificación de la carga de trabajo o derivada del trabajo.
NUEVATRIBUNA.ES

El reciente estudio del Observatorio de Riesgos Psicosociales de UGT nos confirma lo que la mayoría de los trabajadores y trabajadoras de este país conocemos y venimos sufriendo y observando día a día: la reducción de nuestro tiempo libre y la intensificación de la carga de trabajo o derivada del trabajo.

Los que trabajamos, observamos en las grandes ciudades, todos los días a primerísimas horas de la mañana, a nuestros colegas, cansados ya, de no descansar, correr a coger el tren, el metro, el autobús, el coche propio. Como autómatas, sin necesidad de bayonetas fordistas en nuestras espaldas, aceleramos, raudos, hacia el lugar lejano de nuestra explotación diaria. En ese in itinere cotidiano, pisamos y nos pisan, empujamos y nos empujan, obstruimos y nos obstruyen, puteamos y nos putean, insultamos y nos insultan.

Es una buena preparación para soportar una jornada salteada de roces con los de arriba, con los de abajo, con los iguales, con los pertinentes y con los impertinentes, con la hormigonera o con el servidor informático. Soportamos y nos soportan. Jornadas partidas, impartidas, enteras y desnatadas, parciales y mediopensionistas. Ninguna se adapta a nuestros biológicos y naturales ritmos circadianos. Nos estabulizamos con el fast food ajeno o propio.

Salimos deseosos y corremos, nuevamente, ahora hacia el dulce hogar. Esperamos colas de hora punta, atravesamos sin mancharlos ni rozarlos molinetes suburbanos y, si no hay avería técnica, llegamos al super justo a comprar la leche, el pan y lo que se nos ha ocurrido en el trayecto. En nuestros viajes de vuelta, circunspectos y callados, nos hemos visto reflejados en los rostros agotados de nuestros colegas de la mañana, ahora cargados de 8, 10 o 12 horas más. El durex, para la señora o el caballero, habrá que dejarlo para el sábado noche, punto medio entre el descanso del viernes noche y la preparación semanal del domingo noche. Para no entumecernos del todo, derrocharemos alguna energía animando a nuestro equipo y realizando alguna de las cosas que nos jode: planchar, limpiar, etc.

Mientras, nos ahorramos costes en bonos de gimnasio, pilates, regímenes nutricionales, botox, cirujanos plásticos, empleadas/os domésticos y en quebraderos de cabeza por la erraticidad y elasticidad del ibex 35.

Como no nos impacienta prolongar demasiado una vida tan estimulante, no nos preocupamos por mantener estilos de vida saludables. Fumamos, bebemos, tomamos aspirina, o un compuesto lactobacilado, todo ello más natural que el prozac. Porque en estas olimpiadas diarias, doparnos, como a los ilusos deportistas, nos acerca más al medallero de hojalata.

Preferimos vacacionar y dejarnos el dinero en la piscina municipal del barrio con aguas turbias, pero conocidas profundidades, que desembarcar en la Península de Indochina a degustar la nueva cocina asiática. Para incertidumbres y riesgos los de casa y el trabajo.

De los que no pasan por estas peripecias, que los hay, desconozco su cuitas. Que nos las cuenten ellos.

Gregorio Benito Bartres - Analista de Salud Laboral.

¿Y tú, con qué te cargas las pilas?
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