viernes. 19.04.2024

¿Será el de Rajoy un gobierno ideologizado?

Es sabido que una de la claves de la solidez política del PP, incluso en la derrota, está en la fuerte impronta ideológica que Aznar le dio a su política. Una fuerza ideológica, la de la derecha española, que no ha menguado durante los gobiernos de Zapatero y es una de las claves de su implantación social que va más allá de las amplias mayorías conseguidas en todos los espacios institucionales.

Es sabido que una de la claves de la solidez política del PP, incluso en la derrota, está en la fuerte impronta ideológica que Aznar le dio a su política. Una fuerza ideológica, la de la derecha española, que no ha menguado durante los gobiernos de Zapatero y es una de las claves de su implantación social que va más allá de las amplias mayorías conseguidas en todos los espacios institucionales. De la misma manera que Reagan y Thatcher fueron los impulsores de la revolución conservadora en los años 80 del siglo pasado, Aznar fue el precursor de una fuerte impronta ideológica en los gobiernos de la derecha europea de principios de siglo.

Las crónicas palaciegas hablan de un Rajoy menos escorado, más pragmático, pero los datos hasta ahora no confirman esta imagen construida del Presidente del Gobierno. En pocas semanas, su Gobierno ya ha dado muestras de que las cosas pueden ir por otros derroteros menos bondadosos, menos simplistas. El PP sabe que en momentos de crisis crece la sensación de inseguridad económica. Y que una buena parte de las personas que tienen algo que perder, incluso las que ya lo han perdido, buscan sensaciones de seguridad para compensar la gran inseguridad que la situación económica, de pérdida del empleo les provoca. La derecha sabe que hay políticas populistas que pueden generar percepción de seguridad y que suelen ser rentables en el terreno electoral.

Es más que probable que el PP y Rajoy lo hayan tenido presente al diseñar y presentar sus políticas. El dogmatismo e ideologización aparece de manera clara en el área económica de la mano del ministro de Economía, de Guindos. El fundamentalismo del déficit, las políticas de ajuste presupuestario, la reducción del sector público que, a pesar de corresponder al Ministro de Hacienda están todos los días presentes en sus declaraciones públicas. Donde también es perceptible este ideologismo basado en políticas construidas al margen o contra los datos es en el terreno de la Reforma laboral. A pesar de las muchas evidencias que la destrucción de empleo tiene que ver con la falta de financiación de las empresas como consecuencia de un sistema financiero colapsado, con la caída de inversiones del sector público, y en los últimos meses con la reducción del ritmo exportador por la recesión de muchas economías europeas. A pesar de estas evidencias, el dogmatismo les lleva a continuar hablando de las rigidez del mercado de trabajo y de la necesidad de desregular las relaciones laborales.

El ideologismo del PP no es solo una cuestión de dogmas económicos, sino que esta lleno de gestos populistas, dirigidos a satisfacer emociones de la ciudadanía insegura. El Real Decreto Ley de ajuste de 30 de noviembre esta lleno de indicios de hacía donde puede dirigirse este populismo. El PP sabe que el agravio comparativo es un gran motor de la historia, en ocasiones más que el conflicto social. Y por ello ofrece a los que no les puede garantizar el empleo el placebo de los recortes a los supuestos privilegiados, que no son precisamente los poderosos de la sociedad. Así, además de las razones económicas, incorpora en su discurso de ajuste del sector público el argumento tan potente de los “privilegios de los empleados públicos”, aunque algunos sean temporales y con salarios por debajo de los 1.000 euros.

Pero la prueba de esa tendencia a la ideologización del Gobierno del PP la hemos tenido con la comparecencia del Ministro de Justicia, Sr. Gallardón. A algunos les puede haber sorprendido que “un paloma” del PP hiciera anuncios tan duros que de materializarse supondrían un retroceso de varias décadas. Sinceramente a mí no, porque las políticas anunciadas en el terreno de la interrupción voluntaria del embarazo o de la instauración de la cadena perpetua tienen el objetivo de cohesionar ideológicamente a la sociedad alrededor del PP. A los propios con anuncios como la reforma de la ley del aborto. Y al conjunto de la sociedad, a la que no puede ofrecerle seguridad económica o en el empleo, con políticas de mano dura populista.

Gallardón y Rajoy saben que los índices de seguridad de nuestro país son de los más altos de la UE, incluso por encima del de algunos países nórdicos con fama de elevada seguridad. Saben también que en España, a pesar de no existir legalmente la cadena perpetua, los años de permanencia en las cárceles por delitos graves y en ocasiones también por reincidencia en delitos menores es de los más elevados de Europa. Entre otras cosas como consecuencia de las reformas legales introducidas por los Gobiernos de Aznar a golpe de “alarma social”. Saben también que no existe ninguna relación entre la instauración de la cadena perpetua y la reducción de la criminalidad o el aumento de la seguridad.

Todo eso lo saben, pero saben también porque ya lo han experimentado positivamente en términos electorales que en momentos de zozobra de las personas, ofrecer sensación de “seguridad” aunque sea ficticia es rentable políticamente.

Es posible pues que el Gobierno de Rajoy vaya a combinar momentos de pragmatismo, como la derogación del canon digital –sin concretar aún nada más- o la subida de impuestos que siempre negó, con políticas de una fuerte carga ideologista que, con la ayuda de su cartel mediático contribuyan a mantener su hegemonía ideológica. La respuesta al titulo de este artículo es pues que sí, que el Gobierno de Rajoy puede superar en ideologización al de Aznar. Y habrá que estar preparado para ello.

Ante estas previsiones sería bueno que las izquierdas políticas tuviéramos claro que sin disputar la hegemonía de las ideas no hay cambio social. Puede haber cambio de ciclo en los gobiernos, pero sin disputar la ideología no es posible ningún proyecto de transformación social. Y en este terreno, las izquierdas deberíamos evitar dos errores muy frecuentes y que nos persiguen. Uno, el error de negar la realidad, otro el de instalarse acomodaticiamente en ella. Para transformar la realidad primero hay que conocerla y sobre todo no negarla. Y después saber que la realidad se transforma también y sobre todo desde la batalla ideológica. Una batalla que para ganarla no puede basarse ni en negar la realidad ni en instalarse en ella.

¿Será el de Rajoy un gobierno ideologizado?
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