viernes. 19.04.2024

¡Sea cívico, queme una escuela de negocios!

Animamos a la incineración en sentido figurado, quede claro. Y por supuesto tampoco apostamos por ninguna entidad educativa del ramo en particular (todas son iguales). No queremos ni deseamos provocar, ni recibir querellas.

Animamos a la incineración en sentido figurado, quede claro. Y por supuesto tampoco apostamos por ninguna entidad educativa del ramo en particular (todas son iguales). No queremos ni deseamos provocar, ni recibir querellas.

Pero de verdad se lo digo, si no va quemar ninguna escuela de negocios, al menos desconfíe de aquellas personas que lucen por todo blasón el haber realizado uno (o varios) master en gestión de empresa (MBA en el apócope ingles) cuerpo doctrinal al que se dedican las escuelas de negocio. Observe que toda la caterva de funcionarios con responsabilidad política, los cuadros que, sobre todos, el partido popular ha situado en los centros de decisión de la administración, que utilizan los recursos de la misma y el status y control de la información para elaborar dossieres e informes que aconsejan llevar adelante propuestas de recortes de la acción social del estado, todos ellos sin excepción lucen en su currículo el haber realizado con aprovechamiento cuantas majaderías se les ha ocurrido impartir a los prebostes directivos de tales escuelas.

Si usted se toma la molestia de analizar en detalle las propuestas formativas de estos centros de capitanes de empresa, encontrará que el área troncal de lo que llaman gestión de empresa viene a ser un curso avanzado de contabilidad orientada a la utilización ambigua de criterios que hasta el contaplus (programa informático de gestión contable, muy utilizado en estas cosas) deja meridianamente claros. Se trata de esconder la trampa detrás del cartón. El resto de las materias suele formar una melée de conocimientos abstractos, expuestos de manera abstrusa sobre situaciones periféricas a la actividad de la empresa que cualquier inadvertido podría tomar por seriedad, responsabilidad y hasta conciencia social. Las escuelas de negocio han apostado claramente por lo que llaman políticas de excelencia y calidad, responsabilidad social corporativa y potenciación y desarrollo de los recursos humanos.

Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Las políticas de calidad, de responsabilidad y de humanismo pintan en la actividad de la empresa lo mismo que los usuarios o clientes: ¡Nada!

Porque del mismo modo que se puede disuadir a los clientes o usuarios de que han sido engañados o maltratados creando una barrera infranqueable entre la empresa y sus clientes (telefonía, energía, mantenimiento, etc), también se puede generar el espejismo social de la acción bienintencionada vista desde lo ojos de la ortodoxia de la escuela de negocios. Recorto y privatizo por tú bien, no me lo agradezcas, ni lo intentes o te mando a los antidisturbios.

Pero no nos dejemos embaucar. El currículo florido de las escuelas de negocio no es sino la máscara amable con la que se desea cubrir el espectral rostro de la empresa guiada única y exclusivamente por la maximización del beneficio que ha de derivarse a los gestores y accionistas de la empresa. Y a eso se dedica de manera prioritaria la formación de las “élites” gestoras que arrasan nuestras empresas y la administración que debe velar por el interés general.

Se  lo repito, sea cívico y queme una escuela de negocios, o al menos cuando se halle ante uno de sus egresados, métase la mano en el bolsillo, si no para coger el mechero, si para poner a buen recaudo su cartera. Pues en ese momento usted se hallará ante un fundamentalista irracional que ha bebido de sus textos sagrados ofrendados por san Hayek, san Friedmann y san Drucker, trasmitidos urbi et orbi por la prensa de postín redactada en las esquinas de Wall Street, que no va a reparar en nada que se imponga entre él y su dinero (su dinero de usted).

No confíe en una institución que no sabe si es universidad, pues no resiste el rigor crítico de la ciencia, ni si es empresa, pues no asume la centralidad de su vocación por ganar el máximo de dinero posible. Como dice el saber popular, ni carne ni pescado.

Y sobre todo no confíe en una institución de enseñanza y promoción de los negocios que ha acogido entres sus maestros a sujetos como Diego Torres el socio de Urdangarín que, al margen de valoraciones morales,  ha dilapidado en una operación de corto (aunque sustanciosa) el valor inmenso que la marca corona de España disponía. Si eso es lo que enseñan en las escuelas de negocio, y me consta que sí, más vale ir preparando el queroseno.     

¡Y el Estado en manos de estos mendas!

¡Sea cívico, queme una escuela de negocios!