viernes. 29.03.2024

¡Que conduzcan, coño!

NUEVATRIBUNA.ES - 5.7.2010...al grito de ¡qué conduzcan, coño! En las aguas de estos océanos oníricos navegan también esos tontos con estudios superiores, por mucho que diga esa eminencia que es Miguel Boyer, que, ya sea por ignorancia o mala baba, a los trabajos dignos los llaman chollos y a tener un empleo, aunque sea precario y de sueldo miserable, lo denominan privilegio.
NUEVATRIBUNA.ES - 5.7.2010

...al grito de ¡qué conduzcan, coño! En las aguas de estos océanos oníricos navegan también esos tontos con estudios superiores, por mucho que diga esa eminencia que es Miguel Boyer, que, ya sea por ignorancia o mala baba, a los trabajos dignos los llaman chollos y a tener un empleo, aunque sea precario y de sueldo miserable, lo denominan privilegio. Con esa gran capacidad intelectual que se les supone uno está a la espera de que pergeñen pues ese calificativo que defina su contribución laboral a la sociedad. Si es un lujo tener una nómina temporal de menos de mil euros por estar en el tajo entre ocho o diez horas ¿cómo tildan ganar tres o cuatro veces más por echar apenas unas horas al mes para decir sandez tras sandez en los medios de provocación masiva?

No todas las opiniones son respetables. No cuando ellas mismas no respetan ni la inteligencia de quien la recibe ni la verdad que la genera. Al calor de la huelga de Metro, a mi entender justa en su génesis pero con fallos de administración en su desarrollo, se ha desatado esa caza de brujas sindicalistas que tanto añoran aquellos que sospechan de todo derecho que no sea el suyo a llenar la andorga a costa de acariciar el lomo a los poderosos. De todos es sabido que un sindicato te puede convocar un paro en la empresa pero no te puede dar un pastón en publicidad institucional o concederte un crédito blando en la hipoteca para que pagues el chalet con la comodidad que sin duda te has ganado por tu obediencia debida. Y por ello es sospechoso quien cobra una pensión o quien se quiere casar con alguien de su mismo sexo o quien deja de trabajar porque le quieren recortar de manera ilegal su sueldo.

Y por idéntica razón, para los mismos que despotrican por unos retrasos en unos vagones que nunca cogen, nunca lo será quien explota a sus empleados o especula con un secarral que luego le pagan a precio de oro para levantar una urbanización o quien se gasta el dinero público a espuertas para que a las empresas privadas nunca les falte un suculento contrato aunque a los empleados les priven de muchos de sus derechos. Con todo, lo grave no se antojan estos disparates que ya se descuentan según de dónde vengan. Mucho más preocupante resulta ese contagio que afecta a muchos otros trabajadores que reparan mucho en las consecuencias de una protesta laboral pero poco o nada en las causas que han llevado a ella. En ese mismo medio de transporte que ahora se ve alterado no pocas veces habremos comentado con otros las pésimas condiciones de trabajo de cada cual. Que otros asalariados las tengan mejores no quiere decir que ellos sean los enemigos.

Con el ánimo irritado por las indudables faenas particulares que provoca una movilización de este tipo es fácil que cualquiera exija una Ley de Huelga y que incluso algunos pidan que contenga un solo artículo: su prohibición. Sin embargo, con independencia de que sea o no necesaria, que parece que sí, tampoco convendría olvidar que por la ley más resplandeciente de todas, es decir, la Constitución, tenemos derecho al acceso a una vivienda y a un trabajo digno. No digo más que estoy en servicios mínimos.

Germán Temprano es escritor y periodista

Blog: JAULA DE GRILLOS

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