jueves. 28.03.2024

"¿Putos Rojos!"

La cercanía de las elecciones generales y el convencimiento de ganarlas está provocando auténticas ignominias entre las gentes del Partido Popular. El domingo, 8 de agosto, se produjo en Poyales del Hoyo (Avila) un durísimo enfrentamiento entre dos 'bandos' de gentes:

La cercanía de las elecciones generales y el convencimiento de ganarlas está provocando auténticas ignominias entre las gentes del Partido Popular.

El domingo, 8 de agosto, se produjo en Poyales del Hoyo (Avila) un durísimo enfrentamiento entre dos 'bandos' de gentes: algunos vecinos del pueblo y manifestantes defensores de la Ley de Memoria Histórica. El motivo de la gruesa trifulca fue el hecho vergonzante del alcalde de este pueblo, Antonio Cerro, de borrar rescoldos sangrientos del pasado franquista al profanar la tumba de asesinados por el dictador y echarlos a la fosa común.

Diez, diez eran los restos de estas personas, asesinadas por la barbarie. Cerro, casi el mismo día que se cumplían los setenta y cinco años del ultraje y asesinato de tres de las víctimas, Virtudes, Pilar y Valeriana, cuyos restos descansaban junto a otros siete de los sacrificados gratuitamente por los asesinos, destrozó esta tumba y echó los restos de nueve de estos asesinados a la fosa común, sin permiso de ninguno de sus familiares.

Con la barbarie del alcalde queda borrada esta huella manifiesta de las infamias franquistas y oculta para siempre en una fosa común. Los muertos removidos, confundidos, desmemoriados, sin vida para denunciar tropelías absurdas y crueles.

La hija de Virtudes, Obdulia, a sus doce años fue testigo de la humillación y muerte tanto de su madre como de las otras dos mujeres. Ella misma al paso de los años consiguió el rescate de las tres víctimas y su descanso en el cementerio de Poyales. La tarea no fue fácil. La anterior alcaldesa, también del PP, se negaba a albergar los restos de las asesinadas. Se habla de que el ejecutor fue un antepasado suyo.

Al alcalde le molestaban estos muertos. Además la tumba que los albergaba estaba mal hecha, pues el agua filtraba en ella, según manifestó Cerro, y quizá podía 'contaminar' la sepultura vecina, la de su propia madre. Aprovechando que la nieta de Virtudes solicitó los restos de su abuela para enterrarlos con los de su familia, el alcalde propició su alcaldada y enterró en el anonimato a las otras nueve memorias de la masacre asesina.

Así son y así se comportan estos del PP. Y no ha hecho más que empezar. A partir del 20-N, si se cumplen las encuestas, quizá algunos tengamos que echarnos al monte como antaño tuvieron que hacer nuestros abuelos y nuestros padres.

Sin perder las ansias por conseguir una más auténtica democracia, la participativa, y sin renunciar a los anhelos de un cambio en la ley electoral, no debemos perder de vista qué va a suceder en este país cuando el PP, con Rajoy o cualquier otro, mande. Después no nos llamemos a engaño.

Estos del PP que ahora intentan presentarse como 'centrados' y 'progresistas' demuestran con demasiada facilidad el tirón hacia el pasado sangriento y sin libertades. No quieren los derechos compartidos, solo los propios y para sí.

Ya el mismo día de las elecciones autonómicas y municipales apareció ultrajado el monolito que recuerda el horror de las tres mujeres en la curva del Esparragal, paraje apartado de la Sierra de Gredos. Ahora dos de ellas y los otros siete represaliados jamás podrán descansar en paz. De la eternidad también esta se les ha robado.

"¿Putos Rojos!"
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