viernes. 29.03.2024

Marx y Sraffa sobre el excedente

I “… ha sido un placer discutir contigo y es de esperar que se sumen más estudiosos a la discusión…”  así cerraba A. Mora Plaza su respuesta a mi nota en la que yo intentaba responder a algunos de sus argumentos expuestos en un artículo aparecido en Nueva Tribuna en el mes de noviembre del 2011.

I

“… ha sido un placer discutir contigo y es de esperar que se sumen más estudiosos a la discusión…”  así cerraba A. Mora Plaza su respuesta a mi nota en la que yo intentaba responder a algunos de sus argumentos expuestos en un artículo aparecido en Nueva Tribuna en el mes de noviembre del 2011. En esa su respuesta reafirma los conceptos y posiciones  de su primera nota, no refuta los argumentos por mí expuestos sobre Sraffa y su concepción, pero justo es decir que él claramente dice que no se ocupará de cada uno de los puntos a los que me refería para tratar sólo de la concepción global. Pocos días después, sin embargo, me enviaba una parte II que debía añadir a su escrito anterior en la que afronta la nada fácil tarea, que él mismo señalara como necesaria de demostrar, que Marx puede ser compatible con el modelo de Sraffa. En esta nota daré respuesta a su parte I dejando para otro escrito posterior mis comentarios a esa parte II.

 Las relaciones económicas en las sociedades que han alcanzado la división de las clases entre trabajadores y propietarios, en las que ha aparecido la división del trabajo, en que  el producto del trabajo se muestra como mercancía, en la que se ha expandido la circulación del dinero, en las que se han producido el  surgimiento de los mercados y el movimiento de los precios, pueden ser examinados desde dos planteos analíticos:

a) la división del producto del trabajo como algo ya dado y que en realidad de lo que se trata es de la apropiación alícuota de los valores de uso suponiendo un tiempo de trabajo constante. Esta concepción conviene más o menos, mutatis mutandis, a todos los modos de producción en los que trabajadores y propietarios de las condiciones de trabajo objetivas forman clases distintas. Por eso es muy fácil captarlas en las formaciones económico-sociales  antiguas correspondientes a las formas esclavas y feudales. Pero también es posible encontrarla bajo el dominio del capital durante sus primeras etapas de transición desde las formas feudales en las que aún no ha penetrado completamente en la producción rural.

Es por ello que Marx nos previene diciendo: “Entre todas las ramas de producción, es en la agricultura, la producción originaria, la que revela de un modo más tangible, más irrefutable, la diferencia entre el valor de la capacidad de trabajo y su valorización, es decir, el plusvalor que la compra de la capacidad de trabajo rinde a quien la emplea. La suma de medios de vida que el trabajador consume año tras año o la masa de materia que consume, es menor que la suma de medios de vida que produce. En la manufactura, no se ve nunca directamente al trabajador producir sus medios de vida ni el excedente sobre ellos. Aquí, el proceso aparece mediado por los actos de compraventa, con los diferentes actos de circulación que le sirven de vehículo, y su comprensión requiere el análisis del valor. Pero en la agricultura podemos observar directamente ese proceso en el excedente de los valores de uso producidos sobre los consumidos por el trabajador, razón por la cual es posible comprenderlo sin necesidad de analizar el valor en general y sin formarse una idea clara acerca de la naturaleza de éste. Lo cual significa que el valor ha sido reducido a valor de uso y éste a la materia producida”.  (Marx 1862–63, Vol. I: 46). (K. Marx, “Théories…”  cit. Éditions Sociales, 1974, I, pp. 33-34. Teoría sobre la Plusvalía.  FCE, 12, p. 39, 1980)

 b) la que corresponde específicamente al modo de producción capitalista en el que la producción se lleva a cabo únicamente sobre la base del valor de cambio entre trabajadores asalariados y empresarios capitalistas, id est, sobre la contraposición entre trabajo objetivado y trabajo vivo. Esta es la única fórmula teórica fecunda. (Cfr. K. Marx, “Théories sur la Plusvalue”, Editions Sociales, 1976 - II, p. 164; Teorías sobre la Plusvalía”  FCE, 1980, 13, p. 131)

De este modo, pues, se advierte en el desarrollo de la Economía Política dos modalidades de examinar la realidad de la producción de mercancías dominada por el capital, que se corresponden con la evolución histórica del dominio de la producción por el propio capital: i) W. Petty (1623-1687); F. Quesnay (1694-1774) y D. Ricardo (1772-1823), éste último en su “Ensayo sobre la influencia del bajo precio del grano en las ganancias del capital”, conocido como el “Ensayo sobre las ganancias” (1815) (An Essay on the influence of a low Price of corn on the profits of  stocks”),y  ii) A. Smith (1723-1790); D. Ricardo, a partir de la teoría del valor de Smith, y K. Marx (1818-1883).

Sraffa tomará uno de estos dos caminos. En su labor teórica expuesta en “Producción…”  desarrolla una concepción en la que no apela para nada al arsenal teórico y operativo del marginalismo sino que más bien construyó un análisis que lo demolió de manera definitiva. Dirá que “Es necesario volver a la economía política de los fisiócratas, de Smith, Ricardo y Marx. Y se debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y ii) continuar y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica tal se venía desarrollando desde Petty, Cantillón, los fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx. Este natural y consistente flujo de ideas fue súbitamente interrumpido y sepultado en el fondo; fue invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de un maremoto por la economía marginalista. Tiene que ser rescatada” (citado por Luigi Pasinetti “Continuity and Change in Piero Sraffa´s Thought. An Archival Excursus” pp.10-11)

A pesar de cuanto en el párrafo anterior dice Sraffa de rescatar a Ricardo y apoyarse en Marx, se manifiesta abiertamente en contra de la teoría en que ellos asientan su concepción: Sraffa “…fue un crítico de la teoría del valor trabajo. Esta teoría involucraba, subrayó, una ´corrupción´ de la teoría del valor basada en el concepto de ´costo real físico, que él consideraba como el punto de partida correcto…” (H. Kurz, “Las contribuciones de Sraffa…” Investigación económica, abril-junio 2007, vol. LXVI, Nº 260, México, p.28. Manuscritos de Sraffa D3/12/9:89).

Para él hubo una “gradual transformación de la noción original de costo como conjunto de bienes materiales, a la concepción de una cantidad de sacrificio humano, es decir, la gradual transformación de un punto de vista objetivo a otro subjetivo”  (Kurz op.cit. , p. 23)

De modo que desde el inicio mismo de su concepción Sraffa opta por un examen del capitalismo con categorías en las que, precisamente, éste se escapa en sus relaciones específicas con el agregado que examina sólo el proceso de circulación-distribución del mismo y al utilizar la modalidad de las fórmulas ecuacionales matemáticas se separa aún más del carácter socio-histórico de tales relaciones. Más aún, creyendo que este modo de encarar el conocimiento del capitalismo es el correcto y que así se endereza la teoría económica descarrilada por el Ricardo-valor y por Marx, con lo cual se asemeja a lo reclamado por W. Stanley Jevons y su furioso anti-ricardianismo, la Economía está en condiciones de adquirir el status de una ciencia estricta que es su objetivo teórico central y decisivo. Se ubica así en una corriente iniciada por L.M.E. Walras, el ruso Dmitriev, quien elaboró una versión matemática de Ricardo, y continuada por Bortkiewicz, von Charasoff,  Okishio, von Neumann, Leontieff, Morishima, entre otros, en los cuales el predominio del pensar matemático de las relaciones económicas es lo característico como sinónimo de ciencia.   

“Piero Sraffa me impresionó (en el período 1937-1940) con su convicción de que era perfectamente posible, aunque difícil, transformar una teoría de la economía política en una ciencia exacta, basada en una precisión absoluta de conceptos –por difícil que fuera acercarnos a ello en el trabajo empírico- que pudiera manejarse con tanta eficacia como los instrumentos de un cirujano o de un soldador, para diseccionar o desmantelar, y luego volver a montar las interconexiones ´invisibles´ del proceso económico”  (Cfr. Arum Bose, “Economía política marxiana y postmarxiana”, Madrid, Alianza 1975; pp.13-14)

Ni funciones de producción marginalistas ni teoría del valor trabajo ricardo-marxiana pues. Una vez retomado el camino verdadero, según Sraffa, quedan los precios, el excedente y su distribución, como el objeto de la economía como ciencia natural en el mismo nivel, o muy cerca, de las ciencias tradicionalmente así concebidas (Física, química, astronomía, fisiología, etc.) eliminando toda contaminación sociológica, histórica y política (?): el estudio del plusproducto (excedente) es el verdadero objeto de la economía, sostenía Sraffa, con lo cual se encaminó hacia Quesnay y Ricardo, pero no a Marx porque consideraba como “…una pura concepción mística la que atribuye al trabajo un don especial de determinar valor”  (H. D. Kurz, “Las contribuciones de Sraffa a la economía: algunas notas sobre sus trabajos inéditos”,  Investigación Económica, Abril-Junio, vol. LXVI Nº 260, UNAM, 2007).

 Sraffa, pues,  se desentiende de analizar el capital desde esta relación de producción –trabajo vivo/trabajo objetivado- y sólo atiende a la masa de mercancías que se realizan en los mercados y la distribución de ellas como unidades físicas –valores de uso.

Es posible advertir, con lo brevemente expuesto hasta aquí, que Sraffa no se propuso como objetivo teórico sólo refutar al marginalismo sino también a Ricardo y a Marx, buscando establecer nuevas bases para una rectificación y renovación de la Economía teórica alejada de ambas concepciones: primero del marginalismo, como economía sin teoría del valor ni del excedente; segundo de Marx, con su teoría del valor-trabajo y el plusvalor, desplazándolas por una teoría del excedente pero sin teoría del valor-trabajo. Sraffa se propuso un ambicioso proyecto teórico que, como vemos, va mucho más allá de establecer las premisas para una crítica del marginalismo, el subtítulo de su opus magna “Preludio a una crítica de la teoría económica” no debe ser leída como si se refiriera sólo al marginalismo. Piensa  Antonio, en cuanto estás de acuerdo con lo anterior en tus mismas palabras “… el doble abismo por el que se mueve Sraffa. Por una lado ataca la teoría del capital y el marginalismo, pero por otro su no aceptación del modelo marxiano –y en especial, creo yo, de la teoría de los precios del alemán- le fuerzan a crear un nuevo modelo a partir de Ricardo”. Claro que el Ricardo al que aludes es el del “Ensayo sobre las ganancias” y no del “Principios de Economía Política y Tributación”. Deberías, pues, ir a fondo en esta línea para llegar en profundidad al pensamiento epistemológico de Sraffa y creo que G. Lunghini acierta cuando dice que “El contexto de la reflexión teórico-crítica de Sraffa es, sencillamente, la historia íntegra de la alta teoría económica, es decir, la historia de las teorías del valor y de la distribución”  (G. Lunghini, “Sraffa e il contesto”, Ponencia en el Convenio internacional Piero Sraffa 11-12 de febrero 2003)   

Pero además con lo anterior quiero señalar, Antonio, no que tú afirmas que con Sraffa la economía alcanza un status de ciencia estricta cual ciencia natural sino que esto es lo que Sraffa se propuso;  que lo haya conseguido, bueno, eso es un tema de los que estamos debatiendo. Lo que es decididamente erróneo de tu parte, consiste en considerar que quien creyó haber hecho tal cosa fue Marx: jamás lo dijo, y jamás lo pretendió. Lo que sí sostuvo siempre, es que la Economía Política debía aspirar a ser tan precisa como las ciencias naturales con lo cual él pensaba que estaba contribuyendo a que adquiriera tal status, a tal punto que llegó afirmar el que toda disciplina científica llegada a su madurez debía utilizar la matemática como un lenguaje de expresión de las relaciones, por eso consultó con un jurista y matemático de su entorno (Samuel Moore, 1830-1912) sobre si se podía tomar series estadísticas de precios, discount rate, etc. y sus fluctuaciones anuales, para “deducir” el comportamiento cíclico de las crisis industriales, éste lo disuadió por la enorme complejidad del problema para esa época.  Su labor se desplegó, pues,  como “Crítica de la Economía Política”, teoría que en su tiempo estaba dominada por la explicación burguesa aceptando y justificando el capital, las ganancias y la explotación del trabajo asalariado como “datos naturales”; no está demás ,sin embargo, el recordar que la obra de Marx quedó inconclusa de manera que considerar que Marx elaboró un “modelo cerrado” en el que no puedes “meter la cuña de la creación” es una lectura equivocada y además una injusticia intelectual para con Marx. Lo que hayan hecho sus seguidores con su teoría es responsabilidad de ellos y no del creador; claro es que la marxología soviética y los numerosos Partidos Comunistas hicieron con Marx lo que los discípulos de Aristóteles con su obra: la desvirtuaron hasta volverla ininteligible y apta para todo tipo de censura ¿no pasó (¡pasa aún!) lo mismo con Keynes acaso? Sucede esto siempre  con todo gran pensador.

Entiendo, entonces, que tu afirmación  de que “Sraffa trata de refutar a Marshall, Walras, a los austríacos, pero no a Marx”  no se ajusta a los objetivos más profundos del plan teórico de Sraffa y a los que él se dedicó con ahínco tal como lo demuestran los escasos documentos probatorios, los cuales de todos modos no son imprescindibles porque la propia “Producción…” muestra cabalmente lo que aquí sostenemos. Sraffa trabajó para construir una nueva concepción de la Economía o de la teoría económica y no es para nada llamativo que no utilizara el término Economía Política porque para él “política” era una indebida contaminación de niveles “sociológicos” o institucionales en el análisis económico de los cuales la Economía debía desprenderse. Esta falla lógica y epistemológica de Sraffa (y de los sraffianos) consiste en creer que abstraer es analizar y matematizar es determinar con rigurosidad. Lo específico de la economía como ciencia socio-histórica es eliminada ab-initio, por eso esta teoría sraffiana es alabada por muchos sraffianos como aplicable a cualquier sociedad (!), o sea lo que es precisamente su defecto se ensalza como su virtud, lo abstracto-metafísico por encima de lo concreto-científico ¡ironía de la lógica!

Insistes en subrayar que Sraffa parte de “la” realidad y ahora dices: 1º) “La realidad como tal, sabemos que es inasible, eso lo damos por descontado y no ha sido necesario que Kant distinguiera entre el fenómenos y el nóumeno para saberlo”; 2º) “Sraffa parte de la misma realidad de la que parte Leontieff con sus tablas input-output…realidad que es siempre un agregado de cosas que tienen un cierto grado de homogeneidad”; 3º) “… la matriz de datos que emplea Sraffa …es la misma que emplea Leontieff. A eso me refiero con realismo”.   

Bien, Antonio me resisto a creer lo que tú consideras como “realismo”: ¡una matriz de datos! ¿Lo que tú mismo defines como un “instrumento”  es sinónimo de “realidad”?: “Sraffa parte de la misma realidad de la que parte Leontieff con sus tablas input-output”,  realidad que es “un agregado de cosas que tienen un cierto grado de homogeneidad”, pero al mismo tiempo afirmas que “no se ha inventado nada más cercano a la realidad que una tabla de Leontieff, ni  existe instrumento mejor para indagar con posibles variaciones de… etc.”  Pero entonces ¿que es “la” realidad?: ¿matriz de datos o instrumento? Me dirás ¡las dos cosas!  Pues entonces vamos de Guatemala Guatepeor, porque esta transubstanciación de lo real social en matriz-instrumento como realidad es una completa transformación metafísica en la que el sujeto (la sociedad burguesa del capital) queda evaporada en una cosa-instrumento como lo auténtico real, así el predicado abstracto ocupa aquél lugar y lo real es su alegoría, ejemplo o predicado  de su predicado. El capitalismo se ha volatilizado como objeto de conocimiento y en su lugar tenemos “cosas”, “instrumentos”, “agregados” y “desagregados”.

 ¿Te sentirías expresado por esta posición de un economista vulgar neoclásico argentino? “En otros términos, las ecuaciones y los gráficos son una representación mental utilizando la cual entre colegas hablamos eficientemente de realidades(J.C. De Pablo, “Macroeconomía”, FCE, 1991, p. 202). Parece una cuestión menor: sabemos que ecuaciones y gráficos “son una representación mental” pero para nosotros economistas son ¿qué? ¡realidades! Pero no sólo no es menor sino que es central para el conocimiento analítico económico nunca perder al sujeto real reemplazándolo por abstracciones que por lo demás nunca son vacías.

Y ya que mencionas a Kant y a su teoría del conocimiento filosófico sobre esta cuestión. Sólo a título informativo es preciso señalar que esta división kantiana no es de su invención, es una de las características de la filosofía griega que nos llega como mínimo desde Sócrates desarrollada por Platón pasando por la filosofía helenística y la escolástica medieval: mundo sensible y mundo inteligible es la escisión, el primero dominio del saber efímero (δόξα, opinión), el segundo dominio de la episteme (έπίστήμη,  ciencia) cuyo objeto es trascendente, eterno, puesto que es el mundo de las Ideas (Platón).  Kant para obtener una vacante de profesor ordinario en la Universidad de Königsberg en 1770 escribió su conocida Disertación “De Mundi sensibilis atque intelligibilis forma et Principis”  en donde como tú ves se encuentra la citada escisión tomada de los griegos. Descuento que esto tú lo conoces. Así es que desde hace 2.500 años en ciencia y filosofía se sabe distinguir entre un hecho y su manifestación, entre lo que es distinguiéndolo de cómo se muestra al conocimiento, porque sucede que la manifestación no muestra sino que oculta o falsea el fundamento sobre el que descansa por así decir, cuando no se muestra como lo opuesto,  de modo que si para tí la realidad es la mostración de lo sensible a la intuición ésta no plantearía  dificultades ni exigiría explicaciones legales de su ser y de su movimiento, no habría necesidad de “intellegire” (comprender, conocer metódico), o sea penetrar las formas del aparecer para explicarlas por medio de un saber sobre la ley que regula y da sentido al objeto bajo conocimiento. No creo esto de ti pero me atengo a lo que tú escribes.  De modo que podría conceder que “la realidad como tal como sabemos que es inasible…”, pero no es incomprehensible, nada hay que pueda oponerse al poder del conocimiento, sólo su grado de evolución histórica ya que también el mismo es fruto de los avatares del hombre en su apropiarse de la naturaleza y desarrollarse sobre esa base.

 Es por eso que Marx nos recuerda que “El hecho de que en su manifestación las cosas (los hechos F.H.A.),  a menudo se presentan invertidas, es bastante conocido en todas las ciencias, salvo en la Economía Política”. (Das Kapital, I; 2, p. 654 y p. 660 in fine), agregando  además que “El economista burgués, cuyo limitado cerebro no puede separar la forma de manifestación de lo que en ella se manifiesta…” (Ídem, p. 698), como puedes apreciar Antonio , “la realidad” no es tan simple ni directa que permita una captación inmediata por intuición intelectual mediada en este caso por “matrices”; “tablas”; “fórmulas”, etc. como un reflejo mental de lo que se muestra y para colmo tomadas éstas como “la” realidad. J.M. Keynes era cauto en cuanto a esto cuando decía al respecto: “Personalmente no doy mucho valor a las manipulaciones de esta clase (matemáticas F.H.A)… ya que implican tantos supuestos tácitos respecto de qué variables se consideran independientes (olvidando las diferencias parciales por completo) como se hacen en el razonamiento ordinario, y al mismo tiempo dudo que pueda llevarnos más lejos que este último” (J.M. Keynes, “Teoría general…”, FCE, 1965, p. 271, énfasis mío FHA)

II

Vayamos ahora a la cuestión del trabajo fechado. Consistente con la modalidad de Sraffa de establecer una teoría “general” de la economía apoyándose en el formalismo matemático al examinar la composición de los precios y su “resolución” en salarios y ganancias realiza una “operación” por la cual en la “ecuación de una mercancía” los diferentes medios de producción que se usan son reemplazados por una serie de  “cantidades de trabajo, cada una de las cuales lleva su “fecha” adecuada”  (“Producción….” P.57), Sraffa adopta un camino analítico que lo lleva a trabajar con un concepto a-histórico de capital que no va más allá de lo que ya había afirmado A. Smith: “Trabajo acumulado, empleado en la producción de nuevo trabajo”  (“accumulated labour employed in the production of new labour”;  A. Smith, “Riqueza de las Naciones...”, FCE, p. 309, 1958), o sea que el capital es concebido un mero instrumento de trabajo como tú mismo lo has escrito en tu nota: de manera que a-historicidad y materialidad inmediata son sus características básicas en este caso, el capital es, como ya lo dijera en mi nota, un medio “naturalizado” que se lo encuentra en todo tipo de sociedad.

Sraffa  tiene todo el derecho del mundo a hacer el tipo de análisis que considere pertinente a sus objetivos, lo que no puede exigir, y sus seguidores tampoco,  es que por ese derecho se lo considere apto para conocer el funcionamiento del capitalismo y la formación de los precios. Desde este punto de vista no es ni falso ni descabellado decir que el capital son medios de producción, que es trabajo pasado. Pero desde la lógica histórica es un grave error conceptual surgido de la pretensión de generalidad sin sujetos sociales, instituciones, ni relaciones socio-económicas históricamente “fechadas” en términos de diferentes sociedades. Así  incluso hasta un simio sería capitalista o empresario cuando utiliza una rama para golpear un árbol y hacer que caiga un fruto ya que utiliza un medio (rama) que a él le “produce” un resultado (fruto) y así satisfacer su necesidad. Aquí está ya enterita la concepción burguesa del capital. Con lo cual Sraffa que elabora una “”crítica demoledora a la teoría del capital neoclásica”  no se apoya en la teoría del capital de Marx sino en la de Smith-Ricardo. Pero es inaceptable considerar que el concepto de capital de Marx no es incompatible con el de Sraffa basado éste en el cálculo aritmético como suma “ponderada de los medios de producción utilizados en el pasado”.  En Marx el capital es una relación social de producción no una cosa, en Sraffa es precisamente una “cosa”, “medio de producción” o “instrumento” resultado de un trabajo anterior.

 Es ésta la cuestión, Antonio y no que yo censure a Sraffa porque no dice lo que dice Marx; no se trata de aspectos subjetivos sino claramente “objetivos”, no es ese el motivo de mi comentario sobre este tema.  Claro es que todo lo producido en las sociedades es resultado del trabajo ¿qué sociedad se sostendría si no trabajara o si al menos una parte de ella no lo hiciera para sostener el todo? Es precisamente esta la cuestión: ¿el trabajo colectivo de sociedades primitivas es igual al trabajo esclavo? Y ¿el trabajo esclavo es igual al trabajo servil-feudal? Y ¿el trabajo servil-feudal es igual al trabajo asalariado? ¡Ah sí, todos son trabajos! ¡Por supuesto! Si se elimina todo aquello que lo diferencia ¿qué queda? Pues el  que todos son trabajos pasado, fechado, acumulado (esto es abstraer no analizar); es muy cómodo hacer una fórmula supuestamente “general” para resolver qué problema ¿el de la humanidad? ¿cuál?: ¿el de que todo lo que se produce es resultado de un trabajo anterior? ¿se necesita fórmula alguna para esto?, es un recurso matemático cuyo fin es demoler la productividad del capital del marginalismo ¿a costa de volatilizar el concepto específico de capital? 

Lo curioso es que precisamente la apropiación de la naturaleza por el hombre no se hace desde la “humanidad-una”, permíteme la expresión, enfrentada a metabolizar su vida con la naturaleza. Sí es indiscutible que todas las sociedades deben trabajar, pero lo decisivo es en qué condiciones objetivas  y subjetivas específicas  se lleva a cabo esto,  ya que no es lo mismo el trabajo colectivo que el trabajo privado, el trabajo esclavo que el trabajo asalariado. No tener en cuenta esto, entonces, es “navegar” fuera de la historia, es concebir así el capital no cómo una modalidad histórico-social de relaciones de clases sino como “cosa”, y esto le viene muy bien a la burguesía y sus teóricos para su difusión ideológica.  Y me adelanto a algo que pudiera dar a pensar de modo incorrecto ¿entonces está prohibido apelar al arsenal matemático para pensar  con consistencia? ¡De ninguna manera! Lo que planteo es esto ¿Está reñido usar el arsenal matemático dentro de las relaciones específicas? ¿De dónde surge que sólo serían válidas las fórmulas para eliminar lo característico del sujeto bajo análisis para, supuestamente, alcanzar un saber “general”,  tomando este término como sinónimo de ir a lo “común” de las cosas y fenómenos más allá de todo carácter distintivo?  Esta posición es la que censuro porque no corresponde a nuestra disciplina que NO es una ciencia natural sino socio-histórica. En nuestra disciplina es fundamental reconocer la lógica específica del objeto específico ya que no hay leyes “universales” para comprender “al hombre”; hay leyes históricas de cada tipo particular de relaciones de producción en las sociedades en las que los individuos se aúnan en clases. La obra del  historiador inglés Arnold J. Toynbee  “Estudio de la Historia” es una muestra cabal de la esterilidad de la pretensión de dar con leyes “generales” o conocimientos universales para comprender la sociedad.  

Para los economistas “cientificistas” siempre hay que eliminar de nuestra disciplina aquello que precisamente la distingue de las disciplinas naturales para “acercarse” a ellas bajo sus mismas condiciones: medición, cantidad, precisión, exactitud matemática, etc. Esto es un error muy grande como para dejar que pase inadvertido o subestimado. Es una cuestión discutible lo que tú dices: deberá  aceptarse “que las mal llamadas ciencias sociales (¿por qué mal llamadas?) sólo pueden recibir un tratamiento teorético por medio de modelos”, porque este procedimiento es justamente el erróneo, tal como entiendo que lo concibes, se trata de “modelos” genéricos que por su modalidad deben forzosamente dejar a un lado las “contingencias” y “perturbaciones” para ir a lo “general” de las relaciones de cantidad. Modelos, matemática, fórmulas, consistencia formal ¡sí! Especificidad, problemas reales, sujetos sociales, relevancia real ¡también! Una pura demostración matemática para resolver sistemas formales no es demostración científica. Y creo advertir en ti que estás en esta posición.

 Es cierto, Sraffa concedió siempre mayor importancia a la teoría económica que a la formulación matemática para resolver los problemas, pero es su modo de hacerlo lo que no me parece convincente: la estructura principal de su pensamiento es matemático aunque él hubiera sido precavido y, más aún, dijera algo muy interesante que intuía podría derivar en un desbarranque de su obra: “Nuestra metafísica, de hecho, está incorporada en nuestra técnica; existe un peligro en esto, y es que cuando hemos tenido éxito en dominar una técnica, nos exponemos a ser dominados por ella” . Lo que Sraffa denomina técnica es una forma de referirse al formalismo matemático; pues bien, este peligro se volvió realidad para la corriente sraffiana. Un ejemplo lo puede dar Gary Mongiovi, cuando según él,  la irresolución del problema de la determinación de los precios a partir del valor, “Ricardo y Marx, sin embargo, confrontaron el problema mucho antes que la ciencia económica se volviera una disciplina matemática; tenían que buscar de todas formas una solución”. (G. Mongiovi, “Notes on exploitation and the Theory o Value in Marxian Economics”  St John´s University, Jamaica, New York 11439 (USA) Coloquio Sraffa 1960-2010, Roma Diciembre 2-4, 2010). J.M. Keynes se mostró mucho más sensato cuando sin haber leído jamás a Marx afirmó, siendo él mismo un matemático de fuste: “Una parte demasiado grande de la economía “matemática” reciente es una simple elucubración, tan imprecisa como los supuestos originales que la sustentan, que permite al autor perder de vista las complejidades e interdependencias del mundo real en un laberinto de símbolos presuntuosos e inútiles”, énfasis mío F.H.A.  (J.M. Keynes, “Teoría general…” op.cit, p. 264)

III

 El valor es el “… fundamento general abstracto sobre el que descansa el sistema burgués”  (K. Marx, “Teorías sobre la Plusvalía” FCE, 12; p. 79)

“… por último, Ricardo se interpone y le grita a la ciencia: ¡Alto! La base, el punto de partida de la fisiología del sistema burgués – de la inteligibilidad de sus relaciones internas y de su proceso fisiológico- es la determinación del valor por el tiempo de trabajo” (K. Marx, “Teorías…” 13, p. 146)

Los dos primeros capítulos de “Principios de Economía Política y Tributación”  contienen toda la obra teórica de Ricardo ya que “…exponen todo el sistema económico burgués como sometido a una ley fundamental, destilando la quintaesencia, a partir de la dispersión y de la variedad de los fenómenos”  (K. Marx, “Teorías…”  13, p. 149)

Para Marx el problema (άπορία; Aporía) central, vital, de la economía como ciencia es la de alcanzar el conocimiento de las leyes que rigen el proceso de la producción de mercancías bajo el dominio de esa “cosa” que se llama capital. Arranca epistemológicamente de recurrir a un principio explicativo central que, en su lógica, unifica la totalidad del resto de “aporías”  del cual se desprenderán éstas: la ley del valor, sustentado en el análisis de la mercancía como su soporte material. Hará una filogénesis del valor examinando la evolución de la producción de mercancías, por tanto aquí un nuevo planteo aporético: mercancía y dinero. El desarrollo de la producción mercantil hasta dar cima y culminación en el dinero como su forma de expresión intrínseca y necesaria. Y como la base real es el proceso de producción, y no hay proceso tal sin actividad humana, laboral, se descubre el centro en el trabajo y sus resultados. Así Marx irá desde este examen inicial hasta las formas más desarrolladas del proceso mercantil: hasta el cambio mercantil del capitalismo que presenta nuevas concatenaciones, la transformación del dinero en capital por ejemplo, y nuevas “aporías”. (Ver Grundrisse, II, Siglo XXI, p.315)

En honor de la brevedad diremos que el planteo de Marx y su crítica (investigación) del capital es el siguiente: Un primer nivel abstracto de conocimiento que contiene dos momentos analíticos fundamentales, el de la mercancía y sus teorías, del valor una y del dinero la otra; del plusvalor, del salario y de la acumulación, y el del capital en general (individual y social) y sus teorías del ciclo del capital y el de la reproducción del capital. Un segundo nivel concreto (racional), cuyo momento analítico es el movimiento real del capital social (producción capitalista y sus mercados) con las teorías de la ganancia, de los precios, del interés y de la renta.  Su lógica analítico-dialéctica, esto es el tratamiento de las oposiciones en el proceso real, su contraposición y movimientos, se desenvuelve de este modo:

I – Análisis abstracto: Trabajo à producto del trabajo à valor de uso à cambio à mercancía à trabajo abstracto à valor à valor de cambio à dinero à capitalà capital “en general” (plusvalor, salario, acumulación)

II – Análisis concreto: Producción capitalista à precios de producción à (ganancia, interés, renta) à precios de mercado.

Entre uno y otro nivel del análisis se planteará, pues, el punto crucial de resolver el cómo pasar de los valores a precios de producción ya que el cambio capitalista se hace en términos de éstos y no de aquellos: y aquí surgió el debatido, hasta hoy, “problema de la transformación”, que según la crítica económica sraffiana no fue finalmente  resuelto por Marx.

¿Cuál era la tarea analítica operativa que debía encarar Marx a partir de tal principio central? Pues debía llevar ese principio explicativo a la resolución de las siguientes aporías surgidas precisamente de sostener el mismo:

1º)  a) ¿Qué relación específica  existe entre valor y trabajo?

       b) ¿A qué se debe que el trabajo se represente como valor?

       c) ¿Por qué el producto del trabajo como mercancía se representa en la magnitud de valor    siendo el tiempo de trabajo su medida?

2º) ¿Cómo desarrollar sobre la base del tiempo de trabajo como medida inmanente de valor, el origen del salario del trabajador?

3º) ¿Cómo es que el proceso de producción sobre la base del valor determinado sólo por el tiempo de trabajo, conduce al resultado que el valor del trabajo sea inferior al valor de su producto?

4º) ¿Por qué, sobre la base del valor reducido a tiempo de trabajo social, general, el nuevo valor compuesto por salarios (w), ganancias (g), renta (R) e interés (i), o sea (V + Pv), puede adquirir el valor del producto que se compone de w + g + R + i + c, siendo c = capital constante y resumido en términos de su estructura de valor: c + v + Pv.

5º) ¿Cómo explicar que aunque la repetición del proceso de producción (ciclo) y la velocidad de tal repetición (rotación), no crean valor, sin embargo intervienen como momento de la creación de valor.

6º) ¿Por qué valor y precio difieren?  ¿Por qué el valor medido por el tiempo de trabajo no es al mismo tiempo medida de los precios en el capitalismo? O bien ¿Cómo se forma sobre la base del valor un precio mercantil de producción diferente de aquél?

7º) ¿Cómo es posible que mercancías que no contienen trabajo  pueden tener valor, o bien por qué los recursos naturales (simples fuerzas de la naturaleza) tienen valor?

Encontramos así el “plan” del objetivo teórico de Marx: responder a cada uno de las aporías planteadas por la ley del valor, lo cual significaría alcanzar el conocimiento racional de la verdadera fisiología de la sociedad burguesa y de sus actores principales, con lo que se entendería cuál es la relación entre el movimiento aparente y el movimiento real del sistema del capital. 

Imagino Antonio, que estoy sometiendo tu paciencia de lector a una dura prueba, pero he creído necesario tal exposición para que teniéndola en cuenta se pueda apreciar, a) que, contrariamente a lo sostenido por los sraffianos, sobre todo a partir de la lectura de Marx hecha por Garegnani, la ley del valor o la teoría del valor-trabajo (como ahora se la conoce) no cumple la función de ser un mero instrumento de medida fallido en su obra. La ley del valor es más como puedes ver, mucho más; b) La secuencia lógica de toda la obra es consistente; como no puede ser de otro modo, hay lagunas, carencias, etc. pero su extensión explicativa no puede reducirse, como hace Garegnani,  a una cuestión “técnica”; c) ¿Qué tiene de metafísica esta labor de Marx al intentar dar con una explicación de los precios a partir del valor? Podrá ser defectuosa, deficiente, errónea, un equívoco de Marx ¿pero metafísica? Esa afirmación de tu parte suena más bien a una pura afirmación que carece de evidencia textual y analítica. Bueno, a menos que tú tengas una interpretación particular de lo que es “metafísica” que yo desconozco.    

IV

Terminaré esta nota diciendo que coincido contigo en que “… para nada la matematización de una teoría o modelo le da aquella o a éste marchamo de conocimiento científico, ni siquiera de conocimiento. Tampoco debe ser un obstáculo”

Sólo que el recurrir constantemente por parte de una gran porción de economistas al arsenal del lenguaje matemático ha dado lugar a cierto imperialismo algebraico en nuestra disciplina; cuando esto se afirma nunca falta la apelación a esa tan conocida y difundida expresión de que los “economistas literarios (expresión despectiva usada por V. Pareto) se refugian en las divagaciones metafísicas por no dominar las matemáticas”;  como contrapartida podría decirse de los economistas matemáticos que abusan de las matemáticas porque de esa manera evitan el esfuerzo de la teoría exigido por el análisis socio-histórico riguroso de la realidad del modo capitalista de producción, en definitiva les es  más cómodo y fácil recurrir a las fórmulas y ecuaciones sin ton ni son que imponerse el esfuerzo del concepto.  “Lo que importa en el estudio de la ciencia es el asumir el esfuerzo del concepto”  (G.F.Hegel, “Fenomenología del Espítitu”, FCE, 1966, p. 39, te pido disculpas por esta cita porque sé de tu tírria contra este extraordinario pensador) La cita que sigue quizás te resulte aceptable: “La excesiva concisión que resulta del poner en forma de ecuación y el equívoco del signo, conforme al cual relaciones de causa a efecto inversas y sucesivas, se pueden leer en ambos sentidos, hace que el poner en forma de ecuación se parezca más a un artefacto lógico inadecuado y tanto más peligroso de manejar cuanto que su empleo a menudo ahorra a los investigadores el esfuerzo de pensamiento necesario para producir una demostración explícita y válida”  (Bertrand Nogaro, “La méthode de l´économie politique”, París, 1950, p. 216)

La atracción que ejerce el lenguaje matemático para el economista,  consiste en que facilita con rapidez y sencillez, la obtención de las conclusiones que implícitamente integran o se encuentran en las premisas de las cuales han partido en el planteo problemático, ya que la capacidad de deducir mediante el razonamiento lógico normal es incomparablemente más débil que con el lenguaje matemático. Es éste un enorme peligro y no porque pueda advertirse algún error, ya que la matemática no elimina la posibilidad del error, sino porque hace adoptar una modalidad de pensar no sólo de calcular y obtener resultados precisos. El razonamiento teórico, el concepto, es anulado y reemplazado por la deducción matemática, el cálculo, y la búsqueda afanosa del resultado que exige la fórmula y no el del problema real.  Esto último sucede porque el valor de las conclusiones que se logran por este procedimiento depende estrictamente del valor de las premisas. La mayor parte de las veces las premisas están viciadas cuando no son directamente falsas o vacías, llegando en oportunidades a constituir sólo un “acto de fe”: ¡creo en ellas y eso es todo!

Esta seducción del recurrir preponderantemente y primordialmente a las matemáticas en la Economía Política, se basa en que: 1º) simplifica los problemas a resolver; 2º) deduce con rapidez; 3º) generaliza conclusiones; 4º) demuestra con exactitud numérica. Esto es un reduccionismo del análisis económico cuando se eliminan los sujetos sociales reales que constituyen el soporte de las relaciones a estudiar siendo reemplazados por puras relaciones cuantitativas.

 Podríamos decir, para concluir la nota, que  sólo poniendo el conflicto de los “modelos” matemáticos y sus supuestos e hipótesis ad-hoc por encima del  conflicto de las relaciones sociales reales, que son su fundamento oculto, se podrá pretender el transformar la economía política en una ciencia positiva, general, cual ciencia natural estricta. Y cuando digo esto pienso en Pasinetti, por quien tengo una enorme admiración y respeto;  denodadamente ha buscado oponer a los “modelos de intercambio puro” del marginalismo, “modelos de producción puro” antineoclásicos, separando el momento “riguroso” formal del institucional (Vid, “Cambio estructural y crecimiento económico”, Ediciones Pirámide, Madrid, 1984). Esto es lo que yo llamo pensar la economía desde la matemática y no que ésta esté al servicio de aquella. 

Marx y Sraffa sobre el excedente
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