miércoles. 24.04.2024

"Libro de los imbéciles"

Esperanza ha provocado un buen lío en el mundo de la enseñanza pública. Ella y su prepotente consejera de educación, Lucía Figar. No les interesan los servicios públicos. Nada quieren saber del Estado de Bienestar, que tanto sacrificio ha costado. Ni las jubilaciones ni la educación y la sanidad públicas, ni la ley de dependencia deben ser mancilladas ni por causa alguna ni por nadie.

Esperanza ha provocado un buen lío en el mundo de la enseñanza pública. Ella y su prepotente consejera de educación, Lucía Figar. No les interesan los servicios públicos. Nada quieren saber del Estado de Bienestar, que tanto sacrificio ha costado. Ni las jubilaciones ni la educación y la sanidad públicas, ni la ley de dependencia deben ser mancilladas ni por causa alguna ni por nadie. Pero este principio para estas damas está de más.

Esperanza, condesa-consorte no necesita lo público. Además entiende que algo tan significativo y fundamental como es el saber y la cultura no deben estar al alcance de la plebe. Por ello hay que privatizarlo y que únicamente la élite tenga acceso al estudio. El pueblo llano está bien como está. No es bueno que aprenda y llegue a pensar por sí mismo. Eso es peligrosísimo.

No está dispuesta Esperanza a asumir para su comunidad el pago del patrimonio por parte de las grandes fortunas. Y como debe obtener dinero de donde sea, busca matar dos pájaros de un tiro. El co-pago sanitario y la reducción de los salarios de miles de profesores, con lo que obtiene, por un lado, unas rentas y acaba de desprestigiar lo público de estos dos servicios básicos.

Ya conocemos el primer paso. Aumentar dos horas lectivas al profesorado público de enseñanza secundaria. Y ello con las premeditadas confusiones semánticas entre horas de clase ante alumnos y trabajo total semanal, y así enconar a la opinión pública contra los tan maltratados docentes. La cacareada categoría de 'autoridad' para este colectivo se halla ya en el suelo y pisoteada. Autora principal de tal desaguisado, Esperanza. La secundaria sin clase alguna, Ana la de Aznar.

El mundo docente ha comenzado su legítima defensa. Todos los sindicatos de la enseñanza se han movilizado. Lo mismo ha sucedido con buen número de intelectuales de este país. A estos Esperanza ha procurado ridiculizarles con sus despectivas palabras: "Hombre, intelectuales...no veo yo los libros que han escrito".

Torticeramente ha querido trivializar el sentido de intelectual al simple hecho de publicar libros. Y ha obviado, además, que entre estos intelectuales - a los que ella denomina despreciativamente 'los de la ceja'- se encuentran grandes escritores, José Luis Sampedro, Juan José Millás, Almudena Grandes...y otros muchos exquisitos.

Lucía, la consejera, se ha empeñado en que la gente del 15-M son los profesores que se manifiestan. ¿No será que entre el 15-M habría también docentes defendiendo la justicia social que se han empeñado en destruir? Son ganas de confundir y enredar, que es lo suyo.

Un buen número de personas de amplísima cultura, con las ideas muy claras respecto al valor de lo público frente a lo privado -esto último, propio del liberalismo atroz-, valientes en su trayectoria profesional y personal y luchadoras por la transparencia y la honradez. Todo ello les queda excesivamente grande a la condesa-consorte y a su Lucía consejera.

La verdad es que a Esperanza los genios de las letras que la enloquecen son otros muy distintos. Debe de sentirse mecenas de los mismos y por ello siempre está al quite para defenderlos si alguien intenta su reprobación. Tenemos al gran Salvador Sostres, autor del libro cuyo título da nombre a este artículo, "Libro de los imbéciles".

Personajillo este que disfrutó en tele-Madrid babeando el gusto que sentía por las jovencitas de carnes prietas y que todavía no huelen a ácido úrico. Lo reiteró delante de unos niños invitados al plató, a pesar de las múltiples advertencias de la conductora del programa. Las risotadas de Ussía eran también para vomitar. Las quejas habidas Esperanza las borró con esas excusas tan propias de ella que convencen a cualquier subordinado.

Otro de sus escritores preferidos es un tal Sánchez Dragó, al que igualmente defendió de sus confesiones pederastas. Debe de sentir Esperanza un cariño especial por estos obscenos personajes. La ética social e incluso la estética parece haber quedado amordazada.

Por otra parte, es que Esperanza es tan buena y tan comprensiva... Lo demostró con los peregrinos, a quienes les ofreció todo-gratis. Y con Ratzinger no digamos. No hay que mirar gastos para con el Papa. Que luego ya quitaremos de educación y sanidad. Total, para lo que sirven.

"Libro de los imbéciles"
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