jueves. 28.03.2024

¿Importa América Latina?

NUEVATRIBUNA.ES - 14.5.2010Empecemos por algunos datos previos para entender la actual relación entre Europa y Amércia Latina.Europa y América Latina mantienen una larga relación de ya varios cientos de años, desde que los europeos “colonizaron” los distintos pueblos que allí existían. Ni siempre ha sido una relación de entendimiento y encuentro, ni tampoco lo contrario.
NUEVATRIBUNA.ES - 14.5.2010

Empecemos por algunos datos previos para entender la actual relación entre Europa y Amércia Latina.

Europa y América Latina mantienen una larga relación de ya varios cientos de años, desde que los europeos “colonizaron” los distintos pueblos que allí existían. Ni siempre ha sido una relación de entendimiento y encuentro, ni tampoco lo contrario.

Europa no ha sido “Europa” hasta fechas muy recientes, en el Siglo XX, y América Latina no es aún una zona integrada que pueda relacionarse “de región a región” con una Europa que, ella sí, cuenta con una identidad jurídica propia.

Si tras las independencia de los países latinoamericanos, de las que ahora celebramos el bicentenario de su inicio, América acogió a millones de inmigrantes europeos que buscaban su porvenir ante las dificultades de sus países de origen, ahora es Europa la que acoge a varios millones de latinoamericanos, muchos de ellos nietos o biznietos de europeos, que buscan el bienestar de sus familias. La historia es caprichosa y tal vez en el futuro vuelva a cambiar el sentido de la marcha.

Desde que Estados Unidos consagró la famosa frase de “América para los americanos” y planteó su hegemonía en Latinoamérica hasta aproximadamente la caída del muro de Berlín, lo cierto es que Europa (una Europa que se fragua en una expresión de unidad precisamente por esa época) no tuvo excesivo interés en la región. Pero en la cumbre de Essen de 1994 Europa fijó una postura diferente y se interesó por la relación birregional. De ahí en adelante se han celebrado varias cumbres birregionales de presidentes (Río de Janeiro, Guadalajara-México, Viena, Lima y dentro de unos días se celebrará la de Madrid) que han fraguado diversos acuerdos birregionales que tienen como propósito consolidar una relación estratégica de asociación que no ha dado todos los frutos esperados.

Europa es en estos momentos el primer inversor en América Latina, a pesar de que su inversión real en la región no supera el 8% de su inversión en otras regiones del planeta.

Lo cierto es que, cuando Europa priorizó la relación con Latinoamérica, la situación geopolítica y mundial era diferente: se esperaba un mundo multipolar y una consolidación del sistema de mercado vigente y del modelo occidental. Europa eran quince estados y no había crecido hacia el este. Europa quería mantener e incrementar sus posiciones para lograr ser el principal espacio económico mundial y la región de mayor desarrollo del planeta. América Latina ofrecía condiciones objetivas inmejorables porque se veía posible un proceso de integración regional similar al iniciado muchos años antes por Europa, porque aportaba un mercado inédito y singularmente importante, porque contaba con yacimientos de recursos esenciales para la economía mundial, porque siglos de relación hacían más fácil el entendimiento cultural y un largo etcétera. Europa competía con las economías de Estados Unidos y Japón principalmente. Estados Unidos buscaba posicionarse en la región con su iniciativa de tratado de libre comercio que garantizase a futuro su predominio en Latinoamérica.

Un largo rosario de condiciones que en la actualidad ha cambiado de forma muy importante. No hace falta glosar más el cambio de escenarios.

En la actual coyuntura, a la Europa ampliada, una Europa que mantiene una visión política cortoplacista y estrecha -según traduzco del informe de Felipe González a la Unión Europea- le interesa mucho menos que antes la relación birregional, hasta el punto de haberse convertido en residual y sólo gracias a los países latinos de este lado del Atlántico, con España a la cabeza, se mantiene viva la llama del encuentro birregional.

Por eso la cumbre de Madrid de Jefes de Estado se conformará tal vez con crear una fundación birregional, pero no abordará la necesidad de establecer una estructura estable, al estilo de la SEGIB para la relación iberoamericana, que ordene y agilice los procesos de encuentro y asociación estratégica.

Por eso Europa ahora prefiere acuerdos preferentes con algunos países latinoamericanos de su particular interés como Méjico, Chile o Colombia, relegando al resto.

Pero si este es el punto de vista oficial en Europa, cabe preguntarse por el interés de los estados Latinoamericanos en esta relación. ¿sigue siendo el mismo?. Probablemente no. Otros socios pueden resultar en este momento tan importantes para un continente repleto de oportunidades como lo pudo ser Europa.

Tal vez ahora que Brasil, Venezuela o Bolivia se convierten en la reserva futura de hidrocarburos, una vez se agotan las otras regiones de explotación de estas energías y se comienza a necesitar un cambio de modelo energético y de consumo, América Latina sea de especial interés para las potencias emergentes o para el propio Estados Unidos que, sin duda, y dado el realismo político de este pragmático macroestado, intentará recomponer sus maltrechas relaciones con su patio trasero. O también, por qué no, para países europeos con miras propias como pueden ser Francia con su acercamiento a Brasil o España y su penetración “multinacional” en la región.

Europa diseña con estrechez de miras sus políticas y se centra en el cortoplacismo de una crisis que lejos de ser puramente coyuntural afecta a la médula de su sistema de vida. Se quiere ganar tiempo y clientela, pero a costa de perder el futuro.

Bien mirado, la apuesta que Europa emprendió no iba en la buena ruta pues la Europa de los mercaderes, interesada en el lucro, quería negociar con los mercaderes de América, pero no con la causa de un desarrollo efectivo de sus pueblos.

Si a los mercaderes de uno y otro lado puede no interesarles la relación, ¿qué pasa con los pueblos? ¿Qué se están perdiendo?

Lo cierto es que en todo el proceso de relación birregional ni se ha contado ni se espera contar con las sociedades y sus expectativas. Es una construcción desde arriba y tanto la mala relación, la relación de mercaderes, como la falta de relación perjudica a las sociedades. Es mucho lo que mutuamente nos perdemos ambas regiones.

Por eso tal vez hoy haya que poner de nuevo el punto de mira en el encuentro que, a pesar de la mediocridad y egoísmo de los “líderes”, se desarrolla entre pueblos de uno y otro lado, a través del flujo migratorio de cerca de cuatro millones de latinoamericanos en Europa y cerca de otros tres millones de europeos en Latinoamérica. Un flujo que ha hecho efectivo ese encuentro y que va abriendo, silenciosamente, caminos para hacer un desarrollo diferente y para poner en marcha prácticas desde abajo mucho más fructíferas de las que nos pueden aportar quienes miran con intereses elitistas.

No interesa la relación, o no interesa como antes, porque la miopía de los dirigentes no les permite ver la potencialidad del encuentro.

Yolanda Villavicencio M. es diputada Socialista Asamblea de Madrid. Es licenciada en Económicas y Ciencias Empresariales, especialista en Cooperación Internacional al Desarrollo, especialista en Mujer y Desarrollo, máster en Migraciones y Relaciones Intracomunitarias y en los últimos ocho años ha dirigido la entidad AESCO, especializada en migraciones, cooperación al desarrollo y codesarrollo.

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