¿El Gatopardo en la cumbre de Washington?

A la vista de lo que tenemos y, sobre todo, de lo que se nos puede venir encima con la crisis económica y financiera, no seré yo quien se ponga a discutir si son galgos o podencos.
A la vista de lo que tenemos y, sobre todo, de lo que se nos puede venir encima con la crisis económica y financiera, no seré yo quien se ponga a discutir si son galgos o podencos. Pero no por ello dejaré de repetir algo que me parece imprescindible y no es una cuestión de detalle: la necesidad de que las medidas que se adopten sean estructurales, establezcan una gobernanza mundial en términos controlables y transparentes y permitan reforzar de forma estable y duradera las capacidades de la UE como tal Unión. Veamos.

Uno: las medidas de choque tienen que dar paso a decisiones que impidan la repetición de la crisis financiera y permitan gestionar la economía mundial como un todo. No se puede hablar únicamente de salvar bancos mientras no se adoptan medidas directamente relacionadas con la lucha contra la pobreza (Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas), la conclusión de la Ronda de Doha para el Desarrollo (OMC) y el freno del cambio climático (Kyoto 2).

Dos: ya tenemos demasiados grupos "G" como para ir creando nuevos. Lo lógico es que de la Cumbre de Washington del 15 de noviembre -esperemos que con Barack Obama como Presidente electo- salieran estructuras ligadas, de una u otra manera, a la ONU, la OMC, el FMI y el Banco Mundial, de forma que su existencia fuera transparente, controlable e influenciable. Queremos y debemos crear un nuevo orden económico internacional, y eso implica empezar por que su gobierno no sea cosa de unos pocos tras la cortina.

Tres: en estas semanas, la UE ha adoptado acuerdos rápidos y eficaces. Pero es cada vez más evidente que le faltan competencias, poderes e instrumentos para actuar sobre la situación a medio y largo plazo. Hoy más que nunca es preciso reivindicar un gobierno económico y social de la Unión que, rodeando al euro de una política económica común basada en un presupuesto suficiente y en una armonización fiscal, nos permita actuar como un conjunto.

Por eso coincido plenamente con dos opiniones vertidas estos días.

La primera, del Comisario de Asuntos Económicos Joaquín Almunia, que ha afirmado que "si la Constitución Europea hubiese entrado en vigor estaríamos ahora mejor equipados para hacer frente a las dificultades económicas y a los problemas políticos que debemos enfrentar".

La segunda, del profesor Juan Ignacio Torreblanca en el mismo periódico, al considerar que "ahora, lo paradójico es que se pretenda nada menos que "refundar el capitalismo global" ignorando a Naciones Unidas y otorgando un papel meramente testimonial a las instituciones europeas".

Por eso es imprescindible que España siga jugando a fondo su papel en esta crisis, en dos sentidos complementarios: el de garantizar la solidez de nuestro sistema financiero -como se está haciendo con las medidas propuestas por el Gobierno y respaldadas por el Congreso- y el de proponer y promover decisiones innovadoras en el nivel mundial y en el europeo.

De ahí que la presencia de Zapatero en Washington no sea solo una cuestión de lógica teniendo en cuenta el peso económico de España, sino también a partir de que su presencia en la Cumbre garantizaría que en la misma se escuchar una visión netamente progresista de las cosas.

Y buena falta hace, porque corremos el riesgo de que la frase de Sarkozy -"hay que refundar el capitalismo"- termine adoptando el sentido lampedusiano que muchos nos tenemos: cambiar todo para que nada cambie.

Así que lo que tenemos que conseguir es que a Washington inviten a Zapatero y no al Gatopardo, que no está el horno para cinismos.

Otra cosa: falta desde hace tiempo una elaboración de profundidad, no de coyuntura, de la izquierda política, sindical y cultural europea sobre el presente y el futuro económico de este Planeta, pero esta crisis lo ha hecho todavía más notorio. ¿No es el momento de ponerse manos a la obra de una vez por todas? Yo creo que sí.

Carlos Carnero
Vicepresidente del PSE