viernes. 19.04.2024

¿Demócrata España?

Treinta y tantos años. Mañana helada de noviembre. Arias Navarro con su futuro congelado. Blanco y negro el televisor. Oscura imagen, espejo de cuarenta años sin luz, sin luna, sin sol. Arias Navarro enlutado: españoles, Franco ha muerto.

Treinta y tantos años. Mañana helada de noviembre. Arias Navarro con su futuro congelado. Blanco y negro el televisor. Oscura imagen, espejo de cuarenta años sin luz, sin luna, sin sol. Arias Navarro enlutado: españoles, Franco ha muerto. De puntillas los corazones, las calles tibias de alegría, la libertad parida, emergiendo despacio, muy despacio del vientre caliente del pueblo, abierto el viento asistente, de verde quirófano la vida, contemplando el gozo recién nacido.

Militares luto brazo izquierdo. Obispos negros, pluviales negras, mitras negras, negras casullas. Orfandad para muchos. Crepúsculo de plomo. Réquiem de campanas doblando la tristeza, haciéndola pajarita volandera hasta la sierra madrileña. Amontonando granito allá por Cuelgamuros.

¿Demócrata España desde entonces? Les pudo la ingenuidad a algunos. La historia se acababa. Comenzaba la historia. Pero sin continuidad. Entre el ayer y el mañana se perdía el hoy. Treinta y tantos años. Y es bueno que caigamos en la cuenta. Que abandonemos la inocencia. Que seamos conscientes de que existe la continuidad.

El Consejo de administración de radio televisión española decidió terminar con una libertad consustancial a la democracia: la libertad de expresión. Partido Popular, PSOE, CIU, Comisiones Obreras, Ezquerra. Iniciativa de la derecha (algunos empeñados en llamarle centro). Propuso una vez más lo que hacía tiempo venía deseando. Y los demás partidos, de forma vergonzante, permitieron su triunfo con una abstención indecente. ¿Todo estaba atado y bien atado? Dos miembros, sólo dos, votaron en contra. Vinieron después las excusas inexcusables, y una vez más pretendieron hacer de la ciudadanía un ente sin capacidad para entender las pretensiones de unos y otros. Llegó el arrepentimiento, la rectificación de una izquierda que ya no es ni siquiera consciente de su derechización. Cuando escribo estas letras, sólo ha dimitido el representante de IU. A la vergüenza se suma más vergüenza. Ni los miembros del consejo se han ido a su casa, ni sus superiores de partido los han obligado a marcharse.

No lo han conseguido, pero este gusto por la mordaza nos debe alertar. El solo intento es lo suficientemente grave como para que seamos conscientes de que no podemos dar por terminada una tarea que comenzó hace treinta y tantos años e incluso mucho antes. Nunca hay que dar por terminada la tarea de conseguir los derechos que nos pertenecen. La libertad es una empresa siempre en peligro, siempre inacabada, siempre por conseguir. Es la utopía como verdad prematura.

Lo detecté hace muchos años: hay más franquistas de los que creen los antifranquistas y menos franquistas de los que creen los franquistas. No es un juego de palabras. Debemos contar con esa realidad. Hay una ultraderecha envuelta en añoranza que intenta continuamente paralizar la apertura a la que muchos aspiramos en su momento, luchamos por ella y por fin la conseguimos. Pero si soy sincero tengo que confesar que cuando escucho a esos nostálgicos concluyo para mi tranquilidad que no se corresponden con una actitud realmente política, sino que son simplemente minoristas de neuronas. De lo contrario, no entiendo ciertas posturas que todos conocemos.

Se oye con frecuencia: España es una democracia madura. No olvidemos que la democracia es un parámetro político, cuya plenitud siempre debe estar cuestionada para no abandonarnos a la tranquilidad de quien tiene terminado el quehacer. Es permanente una hechura que continuamente reclama esfuerzo.

“No la toques ya más que así es la rosa” Lo decía Juan ramón. Pues no. Esta rosa está siempre inacabada. Hay que mimar su aroma hasta que llene la anchura de una vida sin nostalgias.

¿Demócrata España?
Comentarios