viernes. 29.03.2024

¿Cuáles son las causas por las que el poder político está sometido al poder económico?

Muchos saben, sabemos, que el poder político, por lo general, actúa condicionado por el poder real, es decir, por el poder económico.

Muchos saben, sabemos, que el poder político, por lo general, actúa condicionado por el poder real, es decir, por el poder económico. Pero, con demasiada frecuencia, a un determinado sector social, que se autoubica en la izquierda, se le olvida, y pide respuestas o soluciones drásticas a los gobiernos de signo político más progresista, como si ellos tuvieran un amplio margen de maniobra para resolver los graves problemas que aquejan a las capas sociales no privilegiadas. A pesar de todo, es importante señalar desde el principio que, en nuestro país, es preferible avanzar hacia posiciones de igualdad y progreso con gobiernos del PSOE que del PP por lo que éstos últimos representan, y por las políticas llevadas a cabo allí donde gobiernan.

Ya K. Marx, a mediados del XIX, decía aquello de que “los gobiernos en el sistema capitalista son el gabinete de gestión de la clase dominante”. Lo que pasa es que no existe documentación que desarrolle el vínculo, ni las razones del sometimiento de los gobernantes políticos al capital. Tal vez Marx lo contemplara, pero rastreando por su obra no he encontrado la respuesta. No obstante, intentaremos aquí aproximarnos a esa realidad a partir del análisis, aunque el paso del tiempo es el mejor testigo para confirmar ese hecho.

Es fácil reconocer a quienes ostentan el poder político en esto que conocemos como “democracias representativas”. Es menos conocido quiénes son, y como actúan, los que hacen de puente entre el poder económico y el político, pero sí podemos enumerar algunos: Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Banco Central Europeo (BCE), G8, G20, OCDE y, de una manera más descarada, el grupo Bilderberg y el Foro Económico Mundial. Y en el vértice de la pirámide permanecen ocultos los que están detrás de todo esto, es decir, los poseedores de grandes fortunas, los dueños de bancos, fondos de inversión, dueños de multinacionales, etc.

Los organismos citados, FMI, BM, etc., están plagados de burócratas bien alimentados que gozan de unas ventajas muy especiales: elevadas retribuciones, coches oficiales, despachos de lujo, información privilegiada, tráfico de influencia, etc. Los cargos más altos son nombrados, con mayor o menor opacidad, por los que ostentan el poder económico, y los organigramas se construyen por cooptación. Esta dependencia convierte a toda esta burocracia en “la voz de su amo”. ¿Por qué el BCE, por ejemplo, se resiste a prestar el dinero directamente a los estados miembros de la UE más necesitados? Porque esta acción privaría a los bancos, que se encuentran en ese vértice del poder, de ganar las ingentes cantidades que obtiene actuando como intermediarios.

¿Qué pasa con los gobiernos de las “democracias” de occidente? La UE, cargada también de burócratas bien pagados para cumplir con su función, ha eclipsado la política local. Los gobiernos como el nuestro actúan al dictado de lo que dicen en Bruselas. El espacio de autonomía que les queda se limita a elaborar cuatro leyes relacionadas con aspectos insustanciales. Los recortes, los ajustes y el resto de medidas económicas son dictadas desde la burocracia europea, sometida a las decisiones de esos organismos citados que, a su vez, son manejados por los grandes magnates del dinero. A través de esta escala es cómo funcionan sociedades como la nuestra, excluyendo cualquier participación de la población. Esta forma de funcionamiento ha engullido por completo el contenido político de las denominadas democracias occidentales, que mantienen únicamente la formalidad para engañar y contener, aún más si cabe, a una sociedad dormida e inerme.

¿Qué es, por lo tanto, lo que impide que los gobiernos locales no actúen por iniciativa propia, sino al dictado del poder económico a través de esa trayectoria que hemos trazado? Desde la óptica institucional, ya sabemos que a partir de las revoluciones burguesas de los siglos XVIII y XIX es el poder económico el que toma el poder político y, evidentemente, configura un modelo a su antojo y conveniencia. Desde el punto de vista de la realidad política actual, los gobiernos, sean del signo que sean, se mueven al ritmo que les marcan los que dominan porque de no hacerlo así serían, de forma fulminante, acosados, defenestrados y sustituidos por otros, perdiendo así todas las ventajas de las que gozan. La cuestión entonces se reduce a un asunto personal. Por lo tanto, a un dirigente político que le impiden llevar a cabo el programa que sus electores han votado, sólo le queda, desde la coherencia personal, la salida airosa de la dimisión, lo que conllevaría la pérdida de bienestar de un amplio grupo de individuos (ministros, diputados, cargos de confianza, directores generales, etc.), y de sus familias, que se convierten en clase privilegiada porque viven del erario público durante el mandato de su partido político, dejando, además, abierta la puerta a la corrupción como fórmula rápida de enriquecimiento. Por este motivo, se originan las broncas y las descalificaciones entre unos y otros, siendo el único objetivo el de ganar las elecciones, sin que les importe demasiado a estos políticos la situación económica y social de los que les votan con la ingenua intención, y la falsa creencia, de que su situación personal/familiar se verá mejorada por un simple cambio de signo formal del partido en el gobierno.

Analicemos, en lo concreto, el caso de nuestro país en esta última legislatura que, como hemos observado, ha coincidido con un severo ataque del poder económico al estado de bienestar conquistado por la clase trabajadora a través de tantos años de lucha. El presidente de la nación, y el gobierno, han ido aceptando y aplicando todas las medidas que le han dictado desde los centros de poder europeo. Pero Zapatero, a pesar de seguir el ritmo marcado, ha sido un tanto reticente a la hora de aplicar esas medidas, lo que le ha generado la fama de inseguro, contradictorio, y todo aquello que los potentes medios de comunicación han querido inventar y resaltar. Medios que están en manos del poder real y que amplifican y reproducen al dictado lo que les encomiendan, jugando un nefasto papel contra los más débiles y sembrando la duda y la descalificación de todo aquello que pueda impedir la marcha de los poderosos. El resultado es una imagen absolutamente deteriorada del presidente, no sólo entre la derecha reaccionaria, sino también entre capas sociales que tradicionalmente se identifican con lo que conocemos como izquierda. Esa mínima resistencia de Zapatero a seguir los pasos marcados le lleva, a él y a su partido, hacia una derrota electoral que perjudicará de manera notoria a todos aquellos que, desde posiciones no conservadoras, le denostan y le critican tan duramente. Pero esta especie nuestra no da más de sí, de momento.

¿Cuáles son las causas por las que el poder político está sometido al poder económico?
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