23 de septiembre de 2010, 15:50
NUEVATRIBUNA.ES - 11.1.2010
Leía esta semana que Washington quiere coordinar una ofensiva militar contra Al Qaeda a través de operaciones especiales. Esta nueva reacción viene a cuento de lo ocurrido esta pasada Navidad, en un vuelo entre Ámsterdam y Detroit, donde uno de los terroristas entrenados por Al Qaeda en Yemen, intentó hacer estallar en pleno vuelo, el citado avión.
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El denominador común de los países en los que encuentran apoyo y adictos las redes de Al Qaeda, es el de la pobreza severa por un lado y el de los estados considerados “fallidos” por otro. “Fallidos” porque no logran ejercer casi ningún control sobre sus propios territorios.
De ahí precisamente la gran dificultad de la pretensión estadounidense, si previamente no se toman mucho más en serio la lucha contra la pobreza extrema en estos países, a la par que se les dota a sus gobiernos de los medios necesarios para que puedan ejercer sus responsabilidades.
Porque no es Yemen, Somalia o Afganistán… Es, Mauritania, donde campan a sus anchas como hemos podido ver en el secuestro de nuestros tres compatriotas recientemente; es Mali, es Níger, es Chad, Sudan… países que conforman un corredor centro africano de consecuencias imprevisibles.
No hay ejército capaz de enfrentarse a fanáticos dispuestos a inmolarse si con ello favorecen “a su locura”. Esa debiera ser la primera lección a extraer del fracaso de Afganistán para no repetirla.
La segunda gran lección es que la extrema pobreza crea el caldo de cultivo perfecto para que Al Qaeda realice con éxito su proselitismo entre gentes que no tienen nada que perder, y a las que les “predican” su inmolación como el viaje a su propio “paraíso”.
La verdad es que nos suena bastante a los finales del siglo XVIII y principios del XIX, pero es la realidad de cada día en la que actúan las redes de Al Qaeda.
Yemen solo es un paso más. Un eslabón más de la cadena que trata de tejer el terror del integrismo islamista.
No es casual; Yemen es el país más pobre de los países árabes. Nacido en 1990 del acuerdo entre Yemen del norte y Yemen del sur, y desde el primer momento envuelto en conflictos secesionistas.
La guerra de Irak (una de las torpezas políticas más graves que se estudiarán en el futuro, amén de la tragedia que siempre representa una guerra) movilizó y dio argumentos para que el movimiento más integrista de Yemen, reclutara y movilizara a más de 2000 integristas, muchos de los cuales han regresado más fanatizados y mejor entrenados a Yemen. Hoy forman parte de ese contingente terrorista del integrismo islamista que están dispuestos a inmolarse en cualquier lugar del mundo.
Es por todo esto que no es suficiente con combatir los efectos de Al Qaeda. Es imprescindible destruir las bases de la pobreza extrema que le permiten captar a cientos de adeptos, con muy poco esfuerzo, por cada terrorista capturado, muerto o inmolado. Y mucho me temo que, hoy por hoy, les sobra abundante caldo de cultivo.
Martín Landa - Sindicalista.
Leía esta semana que Washington quiere coordinar una ofensiva militar contra Al Qaeda a través de operaciones especiales. Esta nueva reacción viene a cuento de lo ocurrido esta pasada Navidad, en un vuelo entre Ámsterdam y Detroit, donde uno de los terroristas entrenados por Al Qaeda en Yemen, intentó hacer estallar en pleno vuelo, el citado avión.
El denominador común de los países en los que encuentran apoyo y adictos las redes de Al Qaeda, es el de la pobreza severa por un lado y el de los estados considerados “fallidos” por otro. “Fallidos” porque no logran ejercer casi ningún control sobre sus propios territorios.De ahí precisamente la gran dificultad de la pretensión estadounidense, si previamente no se toman mucho más en serio la lucha contra la pobreza extrema en estos países, a la par que se les dota a sus gobiernos de los medios necesarios para que puedan ejercer sus responsabilidades.
Porque no es Yemen, Somalia o Afganistán… Es, Mauritania, donde campan a sus anchas como hemos podido ver en el secuestro de nuestros tres compatriotas recientemente; es Mali, es Níger, es Chad, Sudan… países que conforman un corredor centro africano de consecuencias imprevisibles.
No hay ejército capaz de enfrentarse a fanáticos dispuestos a inmolarse si con ello favorecen “a su locura”. Esa debiera ser la primera lección a extraer del fracaso de Afganistán para no repetirla.
La segunda gran lección es que la extrema pobreza crea el caldo de cultivo perfecto para que Al Qaeda realice con éxito su proselitismo entre gentes que no tienen nada que perder, y a las que les “predican” su inmolación como el viaje a su propio “paraíso”.
La verdad es que nos suena bastante a los finales del siglo XVIII y principios del XIX, pero es la realidad de cada día en la que actúan las redes de Al Qaeda.
Yemen solo es un paso más. Un eslabón más de la cadena que trata de tejer el terror del integrismo islamista.
No es casual; Yemen es el país más pobre de los países árabes. Nacido en 1990 del acuerdo entre Yemen del norte y Yemen del sur, y desde el primer momento envuelto en conflictos secesionistas.
La guerra de Irak (una de las torpezas políticas más graves que se estudiarán en el futuro, amén de la tragedia que siempre representa una guerra) movilizó y dio argumentos para que el movimiento más integrista de Yemen, reclutara y movilizara a más de 2000 integristas, muchos de los cuales han regresado más fanatizados y mejor entrenados a Yemen. Hoy forman parte de ese contingente terrorista del integrismo islamista que están dispuestos a inmolarse en cualquier lugar del mundo.
Es por todo esto que no es suficiente con combatir los efectos de Al Qaeda. Es imprescindible destruir las bases de la pobreza extrema que le permiten captar a cientos de adeptos, con muy poco esfuerzo, por cada terrorista capturado, muerto o inmolado. Y mucho me temo que, hoy por hoy, les sobra abundante caldo de cultivo.
Martín Landa - Sindicalista.