jueves. 28.03.2024

¡Agua va!

Y llegó la Expo de Zaragoza y siguió lloviendo en Cataluña y ya no hace falta el “trasvasín” y es verdad que Zapatero tiene “baraka”, porque en el PP caen chuzos de punta. Está de moda el agua, aunque nunca llueva a gusto de todos (y de todas, no vaya a enfadarse la Ministra “miembra” del Gobierno / a).
Y llegó la Expo de Zaragoza y siguió lloviendo en Cataluña y ya no hace falta el “trasvasín” y es verdad que Zapatero tiene “baraka”, porque en el PP caen chuzos de punta. Está de moda el agua, aunque nunca llueva a gusto de todos (y de todas, no vaya a enfadarse la Ministra “miembra” del Gobierno / a).

Porque hasta en La Manga se han puesto de uñas con las infografías de Greenpeace sobre el agua que se les viene encima, a ellos y a todas las zonas de costa baja (deltas, estuarios, bahías, rías, albuferas, barras litorales). El agua de los discursos inaugurales, todos ellos muy sostenibles, como la misma Expo, aunque ninguno haya dicho ni “mu”, del agua que va a necesitar la “Vegas” de Los Monegros, con la que sueña Marcelino Iglesias.

Supongo que a ningún miembro / miembra del Gobierno de Aragón se le estará pasando por la cabeza trasvasar agua de la cuenca del Ebro para esa macrourbe, de neón y fosforito, que alguna “mente privilegiada” y “sin ánimo de lucro” ha parido, probablemente tras un atracón de decibelios, en la cama (de agua) con mando a distancia y baño alicatado hasta el techo, de un hotel de la auténtica urbe americana.

Derecho al agua: un derecho universal. Tan universal como el derecho al aire (estoy seguro que ya hay algún joven talento del chiringuito neoliberal pensando en privatizar el aire y venderlo purificado a buen precio, como pasa desde hace ya muchos años con el agua embotellada). Un derecho reconocido por las Naciones Unidas (como todos los que no se respetan). Ojo, derecho al agua, que no tiene nada que ver con ese eslogan del PP, que tanto éxito ha tenido en el área levantina, de “agua para todos” (y todas, se les olvida); porque esa exigencia quiere decir que todos (y supongo que todas) tienen que tener agua y por tanto reclaman, dicho a la pata la llana, que donde “sobra” agua, que se “desperdicia” arrojándola al mar, pues que se envíe por unos canales de hormigón de cientos de kilómetros a donde tienen menos.

¡Qué bonita la solidaridad entre españoles (y españolas), los que tienen de más, ceden su parte sobrante a los que tienen de menos! ¿Quién ha dicho que la derecha no cree en la solidaridad? Claro, que luego se traspapelan un poco cuando se les habla de impuestos y eso de pagar más el que más tiene, no lo entienden igual que cuando se habla de agua y lo de que existan unos servicios públicos de calidad para todos, pues tampoco. Porque, no nos engañemos, “agua para todos” suena mejor, que “sanidad y educación públicas para todos” (y todas). A no ser que la derecha, sobre todo la levantina, se nos haya convertido de pronto al comunismo acuático y defiendan para el agua lo que han combatido a sangre y fuego para la economía: “a cada uno según sus necesidades”.

O sea, que, como las necesidades de agua de los campos de golf y las “marina dor” valencianas y murcianas son muy grandes, pues que les cedan el agua que necesiten, los aragoneses y los castellano � manchegos y que el trasvase de esa agua se la paguemos todos los españoles (y españolas). ¡Toma solidaridad, toma derechos, toma comunismo, toma�agua! La ministra Narbona, que en gloria civil esté, montó un plan de construcción de desaladoras por todo lo alto: desaladoras para sacar el agua del mar y llevarla a las ciudades para lavarse (para beber, todo el mundo, inexplicablemente, se gasta medio sueldo en comprar agua distribuida en camiones, bidones o botellas) e incluso para regar los cultivos de frutales y hortalizas.

Cuando todas estén a pleno rendimiento, habrá agua en abundancia para los usos domésticos; y, bien aprovechada, para la agricultura. Pero no es suficiente y siguen erre que erre con el comunismo acuático por bandera y quieren agua del Ebro y del Tajo, agua para dar de beber a miles de hectáreas de “ray grass”, para que jueguen los ricos y los “guiris” a la pelotita (¡también tienen derechos hombre!) y para seguir hormigonando la costa cuando se pueda.

Hasta ahora no lo han conseguido, el agua ha llegado del cielo y ha callado el croar de Camps y Valcárcel, en Cataluña, Cesc Baltasar y Montilla han dejado de tiritar y ya aguardan, con los embalses terciados, la llegada del agua desalada. Mientras tanto, el Ebro, que guarda silencio al pasar por el Pilar, se enseñorea, como viene haciendo desde hace miles de años y reclama márgenes y marismas, llenándolas de agua y vida. Agua, que merece ser tratada y cuidada como un tesoro, escaso, inimitable, vital y que no debería ser desperdiciada en campos artificiales o en ciudades de mentirijillas para que se forren unos cuantos, mientras en las carreteras amenazan con desbordarse los ríos de la desesperación por el precio del petróleo, pero eso es harina de otro costal (o agua de otra acequia), de momento, parece que los cielos se han abierto por fin y han gritado: ¡Agua va!

¡Agua va!
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