viernes. 19.04.2024

La violencia de género: un nombre equivocado

Hay que dejar de llamar violencia de género a lo que es terrorismo psicológico o machista, que lleva aparejado a veces agresión física y, a veces, criminal.

El maltrato a las mujeres, los crímenes cometidos que a veces quedan impunes, es una de las lacras de la sociedad y que atañe a toda la sociedad, es decir, a todas las personas, aunque sean responsables sus autores. El tema ha surgido en el debate a cuatro del día 7 de diciembre. La representante del Gobierno –la señora Soraya Sáez de Santamaría-, que actuaba como la voz de su amo, no ha dicho más que vaguedades; Rivera de Ciudadanos y Sánchez del PSOE se mostraban insuficientes y triviales en sus respuestas y propuestas, y sólo Iglesias de Podemos ha dicho algo concreto, sobre todo en la crítica. En todo caso casi todo lo que se viene haciendo y diciendo sobre esta cuestión me parece equivocado e insuficiente. Una mujer maltratada no puede denunciar y volver al domicilio familiar donde esta su marido o pareja, cosa o obligada normalmente por su situación económica y por la retirada de medios del Gobierno en la ley de la dependencia y en los ayuntamientos. De entre los errores empezaré por la propia denominación. No es que el adjetivo más certero, el verbo más adecuado, pueda cambiar la realidad per se, pero es bueno para empezar llamar a las cosas y los hechos por su nombre, sin eufemismos ni neolenguas que lo camuflen. Dice la Biblia que en el principio fue el verbo. Sé que el nombre de violencia de género está asentado y defendido también por organizaciones feministas que se han ganado todo el respeto, pero a mí me parece equivocado. Llamar violencia sin más es edulcorarlo, pero además tildarlo de de género me parece un error porque parece indicar que hay algo intrínseco en el sexo –el masculino en esta cuestión- que lleve a la violencia. Además supone confundir género gramatical con sexo biológico. Supongo que esta violencia se da a veces entre parejas homosexuales: ¿lo llamaremos también en este caso violencia de género? Esta violencia, este terrorismo, se da muy principalmente en el seno de la familia, se oculta en el seno de la familia y, a veces, se entiende y se justifica la dificultad de su prevención y de su combate por no cuestionar a esa institución que tanto gusta ponderar la derecha. Incluso existe una cosa que es el “derecho de familia” que no me acaba de convencer porque entiendo dos tipos de derechos: los que afectan al individuo como ciudadano y los que afectan a la colectividad, pero no a una colectividad parcelada. No obstante dejo el tema por mi poco conocimiento sobre ello y es posible que algo se me escape al respecto. Por supuesto que el responsable, el culpable es el terrorista que ejerce esa violencia, pero creo que la familia, como forma de convivencia asentada en el mundo -especialmente en el mundo occidental- facilita el ejercicio del terror y su encubrimiento; facilita que el más fuerte –el macho– se encuentro protegido en esta forma de convivencia. No tengo nada contra esa institución, pero reconozcamos sus defectos –y, por supuesto, sus virtudes también–, como institución. Por eso propongo dejar de llamar violencia de género a lo que es terrorismo psicológico o machista, que lleva aparejado a veces agresión física y, a veces, criminal. Es verdad que tampoco parece satisfactorio el nombre propuesto, pero eso es síntoma de que lo oculto y la condescendencia con la que se ha contemplado ha impedido al genio del lenguaje –que diría Alex Grijelmo– encontrar una palabra, una expresión adecuada. Podemos llamarle violencia machista o terrorismo en el seno de la familia (o de la pareja cuando no hay matrimonio), o cualquier otro que indique lo que ocurre siempre que ayude a describirlo en su horror y a combatirlo. Sé que a la derecha española quiere el monopolio del nombre de terrorismo a un tipo de violencia que le ha dado muchos votos y por eso lo mantiene en exclusiva para la violencia etarra aquí, en España, y ahora, por ejemplo, para la yihadista. Yendo al fondo de la cuestión, la llamada violencia de género se ve facilitada por los dos aspectos señalados: la familia, porque ahí se encubre, y por la economía familiar, porque ahí se impide las soluciones. No se puede esperar a la denuncia de la agredida, se debe actuar socialmente con tres medidas: solución habitacional inmediata tras la denuncia para la víctima y sus hijos –en especial si es mujer–, desprecio y denuncia social e individual al terrorista y castigo legal ejemplar. Y que sea siempre el terrorista –ahora llamado maltratador– el que pierda la casa y no la víctima. Las 48 víctimas mortales de mujeres en lo que llevamos de años y los cientos de miles de maltratos que quedan en su inmensa mayoría en el anonimato e impunes merecen, al menos, un nombre adecuado y, creo, que distinto.

La violencia de género: un nombre equivocado