viernes. 29.03.2024

¿Un discurso golpista?

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Creo que había muchos españoles que teníamos miedo a las palabras del Jefe del Estado, Felipe VI. Hasta ahora sólo se había pronunciado en los almibarados discursos de fin de año redactados por el Gobierno. Ahora no sabemos si Rajoy y sus secuaces han metido la pezuña en el discurso o es cosecha propia del ciudadano Felipe, como suele decir Alberto Garzón. Desde el lado de la ética lo más grave del discurso es lo que no dice: no se ha acordado para nada de las centenares de víctimas provocadas, en el 1-O, por los cuerpos y fuerzas de represión del Estado cuando aterrorizaban a ciudadanos porque llevaban en la mano un arma de destrucción masiva: una papeleta y el deseo de meterla en la urna. El Jefe del Estado no ha hecho mención a las víctimas. Por no acordarse, ni siquiera se ha acordado de los policías y guardias heridos. Quizá debe considerar el ciudadano Felipe que entra en el sueldo de estos y no merecen tampoco ninguna mención. Al dejar fuera del discurso a esos centenares de victimas el actual Jefe del Estado se ha situado fuera de Cataluña porque el deseo de votar –incluso de los que no lo hicieron– es muy mayoritario en esta Comunidad y no es patrimonio de los independentistas. Querer votar, ciudadano Felipe, no es un delito aun cuando lo sea en un referéndum ilegal y sin garantías. Y menos es merecedor del apaleamiento. Esta omisión es mucho más grave que la afición de su padre a cazar elefantes o la de llevarse a la cama a señoras que no son su mujer siendo Rey, o lo que llevó a su bisabuelo a abdicar en lo que Ortega llamó “el error Berenguer”. Y ambos motivos más otros varios llevaron –le recuerdo al ciudadano Felipe, Jefe del Estado por herencia- a su padre a abdicar, a regalarle la Corona.

El Gobierno ha excusado el comportamiento criminal de los guardias y policías aduciendo que cumplían órdenes judiciales. Señores guardias y policías, ustedes deben cumplir las ordenes con proporcionalidad, preservando el bien supremo que es la vida, ¡todas las vidas!, es decir, sus propias vidas, la de los ciudadanos en general y ¡las de los presuntos delincuentes! en particular porque, hasta que diga lo contrario un juez en un juicio, todos los ciudadanos son inocentes. Y más aún si eso presuntos delincuentes iban provistos de una terrible arma: una papeleta y el deseo de meterla en una urna. Les han mentido como bellacos su ministro, sus mandos y hasta el presidente del Gobierno. Tienen, señores guardias y policías de los cuerpos de represión del Estado, una responsabilidad por no cumplir con proporcionalidad y oportunidad las órdenes de una jueza.

Aún así lo más grave del discurso no ha sido eso con serlo desde la ética, desde la oportunidad política y desde la apelación a su catolicismo. Lo más grave son estas palabras: "Por todo ello y ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones". ¿Cómo se pueden interpretar estas palabras? Pues depende de quién, pero un Tejero o un Armada surgido de su entorno más íntimo –como le pasó a su padre– podría interpretarlas como un llamamiento al Ejército –creyendo que es un poder del Estado y no una institución de funcionarios con un fin específico- para dar un golpe de Estado para asegurar el orden constitucional… lo más rápidamente posible. Por ejemplo, en el plazo de una semana, o un mes, o  un año,…¡o cuarenta años! Si a eso le añadimos el nefasto artículo 8 de la Constitución donde se dice que “las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”, el resultante de su discurso podría interpretarse que estamos en esa situación límite en cuanto a lo de territorial y que los que tienen las pistolas y los tanques les ha llegado su hora. Doy por supuesto que no es esa la intención del ciudadano Felipe y que ni siquiera se le ha pasado por la cabeza, pero harían bien quienes están en su entorno que se lo advirtieran y, también, que se lo advirtieran a la actual ministra del Defensa, la del finiquito en diferido, para que pase la nota correspondiente a los que tiene, teóricamente, bajo su mando. Empedrados están hechos los caminos del Infierno según dice el refrán y las palabras son, en este caso, un arma cargada, no de futuro, sino de presente. Preservar “la integridad territorial” ha de hacerse con métodos democráticos y no vale actuaciones criminales, actuaciones fuera de la proporcionalidad, fuera del sentido común. Ciudadano Felipe, si el referéndum carecía de legalidad el resultado del mismo es inservible. ¿No se ha preguntado entonces, ciudadano Felipe que, si eso es así, para qué apalear a ciudadanos que querían votar? ¿Lo ha pensado? El juguete que ha recibido no es para estropearlo. No le van a quitar, al menos en la próxima década, el juguete de la Jefatura del Estado que le ha tocado en suerte, que el destino le ha regalado sin merecimiento previo, pero piense, ciudadano Felipe, que usted ha de ganarse éticamente el puesto que ocupa por herencia jurídica-constitucional, que no tiene la autoritas total sobre su puesto y que es el jefe –aunque sea sin especiales méritos– de todos los españoles, incluidos los catalanes.

Por si fuera poco, ninguna responsabilidad del clima actual el ciudadano Felipe ha achacado al Gobierno de la nación, gobierno del PP, el mismo partido que recogió firmas contra el Estatuto cuando se estaba elaborando y el partido estaba en la Oposición. El ciudadano Felipe ha asumido el discurso del PP sin darse cuenta que éste tiene una sola intención: ganar votos fuera de Cataluña porque piensa este partido, este rescoldo gigantesco de la Dictadura de Franco, que apalear catalanes impunemente le da votos fuera de Cataluña. El ciudadano Felipe se ha casado con ese discurso, con una manera de arreglar el problema secular catalán: a palos. Un Jefe del Estado, por esa omisión y por ese maridaje con un partido que pretende solucionar todo lo que no se pudre con el paso del tiempo con porras y balas de goma, debiera dimitir. Dicho en términos más vulgares: ciudadano Felipe, la ha cagado. Es verdad que estaba en su papel hablar de que la independencia de un territorio solo por los habitantes de ese territorio esta fuera de la Constitución, no es admisible, ¡pero quererlo y expresarlo no es delito! y es inadmisible que para evitar el delito de la libertad de expresión, se mande a guardias y policías a dar palos.

¿Un discurso golpista?