jueves. 25.04.2024

Sin traición no habrá gobierno

Parece que las cosas no se mueven pero lo hacen, y lo que era hace unas semanas líneas rojas ahora se han convertido en naranjas o amarillas.

Parece que las cosas no se mueven pero lo hacen, y lo que era hace unas semanas líneas rojas ahora se han convertido en naranjas o amarillas. Desde el 20-D, es decir, desde las elecciones generales, el PP de Rajoy ha repetido insistentemente el mantra de que como ha sacado más votos que el siguiente –el partido dice que ha ganado las elecciones– tiene derecho a gobernar. Es verdad lo primero y mentira lo segundo, pero confía en que el nivel intelectual de los que le votan no les dé para distinguir entre propaganda e información. Los del PP son alumnos aventajados del nazi Goebbels, el ministro de Propaganda de Hitler, y de lo de la mentira mil veces repetida. Pero ha sido el propio Rajoy el que ha sembrado la duda en sus votantes al rehuir intentar formar Gobierno de acuerdo con el mandato del Jefe del Estado. Además era notable su torpeza exigiendo que le apoyaran para la investidura sin más, sin presentar un verdadero programa de Gobierno sobre el que negociar; todo por su cara bonita, es decir, por haber sacado más votos que el siguiente. Bueno, lo de la cara bonita era una hipérbole. Tiene su lógica porque, si te has creído tus propias mentiras sobre el derecho a gobernar porque hayas ganado las elecciones, no tienes que negociar nada. Pero cuando Rajoy dice y reconoce que tiene una mayoría absoluta... ¡en contra!, su mentira se esfuma porque se convierte en información lo que en principio se pretendía como mera propaganda. Y al cabo de varios meses y después de repetir continuamente el mismo mantra del derecho a gobernar... gratis, propone negociar a partir de una hoja en blanco y ofreciendo a Albert Rivera y a Pedro Sánchez –no a Ciudadanos y al PSOE– dos vicepresidencias. Demasiado tarde, porque PSOE y Ciudadanos ya se han conchabado para escenificar una sesión de investidura fallida, pero que tiene efectos electorales y crea tensión en los demás. Tanto Sánchez como Rivera han jugado sus bazas con acierto a pesar de todo, a pesar de que la tela, el hilo y las tijeras no daban para el traje de la investidura. Además, en la sesión de investidura Sánchez le ha dicho a Rajoy que pierda toda esperanza de la gran coalición, al igual que Dante les dice a todos los que traspasen las puertas del Infierno. Y Rivera, por su parte, cual Bruto revivido, lo apuñala definitivamente cuando en la sesión de la fallida le espeta: “dígame una sola razón por la que tengamos que confiar en usted”. La línea roja del Gobierno en solitario de Rajoy se ha convertido en línea amarilla, es decir, materia de negociación. Demasiado tarde. Rajoy es un cadáver político y su hedor le llega ya a su propia feligresía militante. Es curioso lo de Rajoy y el PP, porque el ser la lista más votada le impide la negociación dada su manera de gestionar su mayoría absoluta pasada y su mentira sobre el derecho a gobernar. ¡Y todavía hay gente que le considera al gallego un gran estadista!

Hasta hace una semana Pedro Sánchez no afirmaba ni negaba que podría gobernar en comandita con Podemos. La resolución del Comité Federal del 28 de diciembre dice que “rechacemos, de manera tajante, cualquier planteamiento que conduzca a romper con nuestro ordenamiento constitucional”. Aunque no lo dice explícitamente, va contra Podemos que, hasta ahora, venía defendiendo el derecho a decidir. En realidad la resolución del PSOE le impide a Pedro Sánchez formar Gobierno porque, al presentarse como alternativa al PP mandando al PP a la mayoría absoluta... ¡en contra! y al rechazar a Podemos por motivos varios, le asegura –si nada se mueve– que no puede optar a la investidura. La resolución del 28-D del PSOE le anima a su Secretario General a ser la alternativa a Rajoy a la vez que le impide la investidura. Es un monumento a la estupidez, un insulto a la inteligencia. Por eso Pedro Sánchez, ante la estupidez de sus baronías que le han impuesto un doble corsé, uno por la izquierda y –afortunadamente– otro por la derecha, se ha buscado la vida. Se ha aliado con el partido de los niños pijos que es Ciudadanos y que mantiene como postureo lo de la regeneración democrática. Es postureo porque en la Comunidad de Madrid ha apoyado al PP y en Andalucía al PSOE, las patrias de la Gürtel y de los eres. Ha habido flechazo entre Sánchez y Rivera, pero nada de cópula política porque, dados los resultados electorales, se necesita al menos un mènage a trois para formar Gobierno cuando no una cama redonda. Pero las palabras de Sánchez argumentando que no es posible un gobierno en solitario del PSOE supone convertir otra línea roja o naranja –que le habían impuesto las baronías– en línea amarilla, es decir, materia de negociación. Una línea roja más que ha caído. Al PSOE, mejor dicho, a Pedro Sánchez, no le queda más remedio que tirar a la papelera de las líneas magentas el no poder conversar –no acordar– con los demonios de los independentistas y/o soberanistas. El fin: propiciar al menos su abstención en un supuesto nuevo intento de formar Gobierno. Para las baronías será aún una línea al menos naranja, pero para la gobernabilidad es otra estupidez no intentarlo. Los independentistas catalanes y vascos, en diferente grado de exigencia, son la quinta fuerza en escaños del Parlamento y puede ser decisiva. Con la posible abstención independentista, Pedro Sánchez salva los muebles de la ikea gubernamental ante sus antidiluvianos barones y puede seguir manteniendo que no tiene el apoyo del independentismo ante la segura avalancha propagandística goebbeliana del PP. Conclusión: dos líneas rojas amarilladas, afortunadamente.

Ciudadanos, a lo tonto, a la chita callando, es el partido que más líneas rojas tenía y tiene. Apuñala a Rajoy –no al PP–, rechazaba hablar con Podemos y que el PSOE hiciera lo mismo, rechazaba también incluso un simple canturreo con los independentistas, firmaba con el PSOE siempre que este aceptara que Rivera intentaría atraer a Rajoy a la abstención como las polillas a la luz. Más aún, ha rectificado y ahora pretende que lo firmado con Sánchez sea un pacto de legislatura, un pacto de aquí a la eternidad. Otra estupidez, porque estas pretensiones son agua de borrajas, papel mojado si no se conseguía al menos la investidura de uno de los firmantes. Y no parece que ello sea  posible con o sin elecciones nuevas porque ni Podemos ni un PP con o sin Rajoy van a negociar un apoyo a Sánchez con un papel ya firmado y rubricado. El PP de Rajoy no lo va a aceptar por aquello del estigma de ser el partido más votado; Podemos tampoco, porque exigirá siempre negociar en pie de igualdad con los demás a partir de otro folio en blanco, esté o no en la mesa Rivera y su traje de corte y confección.

A Podemos ya le amarillea lo del referéndum. No lo dice así, pero sabe que si va a una mesa de negociación con esa pretensión los del PSOE se levantan y les dejan bailando solos la sardana. Es una línea que pasa de roja a naranja amarillento. Si Podemos pretendía co-gobernar con el PSOE ha hecho todo lo posible por no conseguirlo. Resulta difícil imaginar que, a pesar de su juventud, se puedan cometer tantos errores si esa era su real pretensión. Primero, lo del derecho a decidir con el PSOE como competidor ideológico y con el PP y Ciudadanos como enemigos que han interiorizado el aforismo franquista de que antes roja que rota; a continuación su exigencia de ministerios y vicepresidencia llena de tareas; luego su tardanza en sentarse alrededor de una mesa con el PSOE; más tarde lo de la cal viva, posible verdad histórica, pero estupidez política si quieres buscar la confianza del agredido para una vicepresidencia, y, por último, la niñería de no sentarse a la mesa si se sientan los chicos y chicas de Ferraz en otra mesa con los chicos y chicas de Rivera. La última tontería, las palabras de Pablo  Iglesias diciendo que él “no traiciona a los suyos”. Tontería, claro está, si lo que se pretende es co-gobernar, no si se pretende estar en la Oposición donde no traicionar al feligrés puede ser consuelo, bálsamo de Fierabrás por no estar en la bancada gubernamental. Hay que decirlo claramente: con el resultado electoral del 20-D en España formar Gobierno es traicionar porque ningún partido va a poder llevar su programa al BOE. ¡No lo llevan ni con mayoría absoluta! En la mesa de negociación de la investidura –con o sin nuevas elecciones– tan importante van a ser los cuadernos de las renuncias como los de las exigencias. Y cuanto antes Podemos se mentalice de todo esto mejor le irá al partido y a un posible gobierno de izquierdas. Además, al partido de Iglesias y Errejón se le complican las cosas porque, como cualquier partido que pretende ser transversal viniendo desde la izquierda, se produce esas luchas políticas internas legítimas entre las tendencias de izquierdas que priman la agenda social y las pequeño-burguesas radicales que anteponen otras cosas como, en este caso, el derecho a decidir. Ocurrió en la España isabelina, en la de la Gloriosa y en la de la Restauración; también en la Rusia pre-revolucionaria con los bolcheviques, mencheviques y social-revolucionarios, con Lenin atacando como un poseso las desviaciones izquierdistas infantiles (Rádek, Bujarin) o las derechistas de los renegados (Kautsky); en la Italia de Berlinguer, etc., aunque con otras demandas porque son situaciones históricas distintas, pero las riñas internas van a ser permanentes hasta que la cosa fragüe. Podemos es un partido muy joven que tiene que decantarse ideológicamente. Su error estriba, quizá, en confundir ideología con transversalidad sociológica. Una cosa son los apoyos electorales, tu feligresía, y otra la ausencia de ideología que te impida valorar las prioridades. Porque eso es la ideología -entre otras cosas-: un instrumento de ordenación de prioridades ante el problema sempiterno en política y en la vida de que todo es limitado: la agenda, las personas, los deseos, el tiempo, el dinero. Todo menos los poderes fácticos al acecho, que estos aparecen siempre con sobrepeso. Salvo en los sueños todo es limitado, pero ya sabemos que “los sueños sueños son”.

¿Va a haber Gobierno sin nuevas elecciones? Siguiendo la máxima de Churchill, los políticos en la sesión de investidura han recorrido todos los caminos equivocados para este fin. Ahora ya sólo les queda acertar. Va a depender de las encuestas, de que Podemos se haga consecuentemente de izquierdas en menos de dos meses, de que Pedro Sánchez libre al PSOE de la costra socioliberal, es decir, de que se haga consecuentemente socialdemócrata también en el mismo tiempo y de que los independentistas no sólo sean independentistas. Las familias sin ingresos, las pensiones de miseria, los dependientes sin medios, los parados sin esperanza, los con empleo pero pobres y/o con empleo permanentemente temporales o los autónomos desesperados no pueden esperar a nuevas elecciones. Y eso empuje a que no las haya aunque los hechos parezcan lo contrario.

Sin traición no habrá gobierno