sábado. 20.04.2024

Rajoy quiere hacer caja electoral con Cataluña

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Rajoy y sus secuaces han conseguido que los que no somos independentistas estemos, desde la ética, del lado de los que, por su objetivo, no lo estamos

El PP ha tenido dos fuentes impagables de votos: el terrorismo de ETA y la cuestión catalana. Es repugnante tal comportamiento, pero el hecho es incuestionable aunque sea difícilmente cuantificable. El terrorismo ha agotado su fuente de votos para la derecha, aunque el PP siga intentando meter miedo a sus posibles votantes resucitando de vez en cuando el terrorismo de ETA, a veces de forma impostada a través del terrorismo islámico. Pero ya no cuela, ni siquiera entre sus más fieles votantes. ETA ya es historia como grupo terrorista y estirarlo es ridículo. Pero el tema catalán es otro cantar. Ha habido un acuerdo implícito de las dos derechas más importantes de este país: la derecha de origen franquista que representa el PP y la derecha catalana, que se concretaba en la post-dictadura con la CiU de Jordi Pujol. Al PP le daba votos su anticatalanismo –no, obsérvese, su posible antipuyolismo, que no ha existido– fuera de Cataluña y al partido del tres por ciento le da votos su anti-españolismo no necesariamente independentista en Cataluña.

Pero todo se agota en política y en la vida, y lo que daba miedo entre los votantes de derechas hace 20 años ya no causa el mismo efecto en el 2017, incluso entre los votantes del PP. Ya se celebró una consulta electoral en Cataluña también ilegal y sin legitimidad porque el Parlamento catalán no tiene competencias para pronunciarse sobre referéndum para cambiar la Constitución por su cuenta. Pero entonces el PP gobernaba con mayoría absoluta y al fumador de puros, al Tancredo de la política como es el indolente de Rajoy no le importó. En el siglo XXI no es posible constituirse en Estado de Derecho sin el reconocimiento internacional, sin el aval de las Naciones Unidas, sin que te acepten los tribunales internacionales. Por tanto una consulta electoral sobre la independencia de una parte de una nación no tiene viabilidad. Más aún si no cuenta con un ejército capaz de defender la secesión, y Rajoy tiene las pistolas, los tanques y, en definitiva, la razón de la fuerza. No olvidemos la principal lección de la Historia de España del siglo XX: la II República tenía la fuerza de la razón pero los golpistas tenían la razón de la fuerza y ganaron. Aún lo padecemos con sus herederos: el PP y sus cómplices, sus votantes. Y, en el caso catalán, hay que decir que la fuerza de la razón está dividida y cada parte puede poner alguna que no sea peregrina.

¿Y qué es lo que ha cambiado desde aquella consulta consentida de Rajoy y la del 1 de octubre próximo?: la corrupción del PP y su consecuencia, que es la pérdida de más de dos millones de votos del partido. El gallego indolente se ha visto fuera del Gobierno y le salvó en su momento Pablo Iglesias cuando pudo quitarle el BOE y ahora depende de su Pedrín particular, que es Albert Rivera y su partido de la nueva derecha –que es la de siempre–. De ahí el cambio de actitud del PP de Rajoy. Ahora necesita recuperar dos millones de votos para conseguir de nuevo la mayoría absoluta, para gobernar desde la dictadura de esta mayoría, y la necesita la derecha porque la ruptura generacional se ha producido y los votantes del PP cada vez serán más viejos y serán, por tanto, menos. El tema catalán le viene pintiparado. Lo que cambia respecto al pasado y ese pacto implícito de las dos derechas es que el partido heredero de Pujol pierde acólitos a marchas forzadas. Ahora la derecha catalana ya no puede amagar y no dar con el independentismo, porque esa era la coartada de Pujol y sus peques para saquear a los catalanes y no catalanes; lo mismo que ha hecho el PP en todo el Estado. Roto el pacto implícito, cada parte, cada derecha, va a por todo en un órdago recíproco.

El resultado está cantado, pero las consecuencias políticas no. El PP ha puesto en evidencia su filofacismo utilizando técnicas mafiosas como amenazar a los que vayan a las mesas electorales, a cortar la financiación a Cataluña, apagar páginas web, declarar ilegales asambleas y mítines porque su objeto sea hablar de la independencia de Cataluña, etc. Ya acabó con el Estado de Derecho al convertir en juez y parte a la policía con la ley mordaza, ya se cargó el Estatuto de los Trabajadores con la reforma laboral y ahora queda una suerte de golpismo permanente al intentar convencer con hechos mafiosos a sus posibles votantes que votar libremente es golpismo. Votar, querer votar, puede ser ilegal, pero éticamente no es reprochable; en cambio lo que hace el PP es, desde una suerte de ética kantiana, repugnante, golpista, fascista, no por sus objetivos, sino por sus métodos. Y no hay que olvidar que la democracia son procedimientos. Rajoy y sus secuaces han conseguido que los que no somos independentistas estemos, desde la ética, del lado de los que, por su objetivo, no lo estamos. Una esquizofrenia importada muy a nuestro pesar, pero así son las cosas porque las dos supuestas izquierdas de ámbito nacional lo han permitido en su momento. Ahora parece que ambas han rectificado, en la plaza de los deseos, sus errores pasados. Lo que no sabemos es si es demasiado tarde.

Rajoy quiere hacer caja electoral con Cataluña