viernes. 29.03.2024

Podemos y la gobernabilidad: El caso andaluz

No tiene Podemos más solución que permitir con al menos la abstención que la candidata del PSOE presida el próximo gobierno andaluz.

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En las elecciones autonómicas andaluzas del 22 de marzo el PSOE ha obtenido 47 escaños, el PP 33, Podemos 15, Ciudadanos 9 e IU (IULV-CA) 5. La mayoría absoluta la dan 55 escaños puesto que el número de diputados autonómicos es de 109. Pues bien, con estos resultados ha de elegirse presidente o presidenta del gobierno andaluz. Pasada la primera votación, la candidata del PSOE a la Junta –Susana Díaz– puede gobernar con mayoría simple. Si votan en contra PP y Podemos, y Ciudadanos e IU se abstienen o votan en contra, no puede gobernar la candidata; si Podemos se abstienen y votan en contra PP, Ciudadanos e IU tampoco puede gobernar porque igualan escaños a favor y en contra. La cuestión es que la alternativa a la candidata del PSOE sería que Podemos apoyara al PP para elegir al Sr. Bonilla como presidente y, al menos, se abstuvieran Ciudadanos e IU. Esta solución es impensable puesto que sería aberrante que Podemos pudiera apoyar al PP para la presidencia de la Junta en detrimento del PSOE por mucho ere a la vista. De alguna manera las urnas le han colocado al partido de Pablo Iglesias en la encrucijada de elegir entra dar gusto a sus potenciales votantes y la lógica de la política que obliga a apoyar –al menos abstenerse y esperar a ver lo que hacen los demás– en este caso particular a la lista más votada. No hay alternativa posible en la lógica de la racionalidad política a la presidencia de Susana Díaz por más que desde la izquierda radical –la que va a la raíz de los problemas– que representa Podemos pueda trastear y distraer con temas colaterales. No es que haya que aceptar lo que defiende el PP de que sea presidenta de una Comunidad la lista más votada –cosa que sí puede ocurrir con los ayuntamientos– porque la solución óptima desde la racionalidad democrática es que gobierne el candidato o candidata que consiga mayores apoyos en los parlamentos autonómicos. 

Las exigencias pueden ser radicales entendiendo éstas como aquellas que solucionan los problemas más graves en la misma dimensión que lo son o que lo palian de forma equivalente. La racionalidad de la política impone un corsé a las posibles soluciones. Estas deber someterte a la restricción presupuestaria con pequeños márgenes de maniobra; también a una cierta lógica que debe escapar de las tripas de los electores para situarse en lo posible –aunque escaso en vista de lo visto– en una esfera semirrígida de la racionalidad económica. Y eso tanto desde el punto de vista de los valores de la izquierda o de la derecha como el de la racionalidad de las alianzas. No hay que olvidar que sólo se está eligiendo a la presidencia del futuro gobierno andaluz y no se están votando programas de gobierno o pactos de legislatura. Podemos ha exigido para el apoyo a Susana Díaz tres requisitos. El de Chaves y Griñán parece que ya se cumplen; lo de la reducción de cargos puede exigirse, pero planteado ahora sólo se puede confiar en que la candidata del PSOE lo prometa y lo cumpla más tarde. El tema de que la Administración andaluza no trabaje con lo bancos que desahucian tiene un toque de populismo, se mueve en la frontera de la irracionalidad y no es suficiente para solucionar el problema. Una solución progresista exigiría que las distintas Administraciones -pero especialmente la autonómica y local- dieran casa digna a todos los desahuciados, al igual que debe hacer con cualquier que no tiene suficientes ingresos para tener un techo por mandato constitucional. El Estado español genera suficiente riqueza para solucionar así el problema. De hecho el conjunto de las distintas Administraciones –estatal, autonómica y local– tienen más de 15.000 viviendas sociales libres. Los bancos, incluso los bancos rescatados, no tienen por misión solucionar el problema social del impago por escasez de medios de los propietarios. Los bancos y las entidades financieras en general toman dinero con una mano y los prestan con la otra. El dinero confiado a los bancos no es de los bancos. Por otro lado, un banco es una empresa quebrada por definición, porque sus recursos propios sólo representan una parte pequeña de sus activos. La mayor parte de su Pasivo son los ahorros de lo españoles de toda condición. Otra cosa es la dación en pago. Esta debe ser implementada porque una lógica racional en el comportamiento bancario sería la de prestar dinero hasta el punto –pero no más– que, en caso de la imposibilidad de su devolución, pueda entregar la casa, es decir, el objeto garante de la operación hipotecaria, y con ello acabar la deuda contraída. Ya se hace en otros países. Por supuesto que ello supondría una disminución del crédito otorgado por el conjunto de la banca además de hacerse más exigente para los posibles prestatarios, pero sería el precio a pagar por el conjunto de los españoles por una solución más justa y con racionalidad económica. La simple y peregrina solución de que la Junta tenga sus cuentas corrientes en unos bancos en lugar de otros no soluciona el problema de los desahucios. Es una propuesta fallida intelectualmente y en la práctica; es populista y errada. Y ha de suponerse que los posibles votantes de Podemos no necesitan –no necesitamos– ni un ápice de populismo para otorgar el voto, a diferencia del votante del PP, mayoritariamente mayor y más ignorante, y que suele anteponer las tripas al intelecto. Que el sistema financiero y la especulación inmobiliaria  nos hayan metido en la mayor crisis desde el 29 es otro tema que exige otras soluciones, pero que no cambia el tufillo populista de la solución de Podemos; que Aznar nombrara a su amiguete Blesa para que nos cueste más de 23.000 millones a los españoles es algo que deben arrepentirse los votantes del PP el 24 de mayo próximo. El sistema financiero nos tiene que devolver con sus ganancias lo que españoles y europeos les han prestado. Pero ese es otro tema, otro problema y exige este tipo de soluciones. La solución que propone Podemos para los desahucios parece más un acto fallido y no es una solución. Cuanto antes rectifiquen mejor.

Desde el punto de la democracia, desde el punto de vista de su defensa y de la defensa del Estado de Derecho, del PP no esperamos nada. Sólo que deje de incitar al golpismo, cosa que hace subliminalmente Aznar cuando dice que no puede gobernar nunca más izquierda –obsérvese que no dice el PSOE en particular– y grita ¡Viva España! a la par que levante el brazo en un semisaludo fascista, un saludo vergonzoso y vergonzante. Aznar se declaraba de jovencito “falangista independiente” en el diario de La Rioja y de ahí no se ha movido. Sólo se ha envuelto en una leve capa de democracia, pero la capa está raída y se le cae a jirones cada vez que mueve el hocico. Es un tipo peligroso porque sabe que una parte de los votantes del PP no les importaría volver a una nueva dictadura si no es el PP el que gobierna en democracia. En España hay una gigantesca extrema derecha, pero está camuflada, envuelta en el voto pepero y Aznar es y, sobre todo, sería su líder. No hay que fiarse un pelo de este tipo. Mintió a todo el orbe político y diplomático con la autoría del 11M, nos metió sin quererlo la gran mayoría de los españoles en la guerra del Irak, ha construido una mentira gigantesca sobre la salida de la crisis del año 93 y sigue mintiendo sobre la actual, y todo ello como alumno aventajado del nazi y ministro de la Propaganda Goebbels en la Alemania nazi de los años 30 del siglo pasado. Rajoy, por su parte, es un indolente con problemas de personalidad, un tipo insensible al dolor ajeno, que afirma con satisfacción erógena que ya nadie habla de los parados en España, que no le importa los millones de residentes en España que no tienen ningún ingreso derivado del trabajo, que no le importe el hambre que ya empiezan a pasar muchos niños en España. Para estos dos tipos que la derecha ha elegido en la cumbre de las decisiones políticas –en el caso de Rajoy, en el de las indecisiones– la democracia es un mero sistema electoral. Para esto tipos el Estado de Bienestar es un problema que se soluciona con su destrucción y el Estado de Derecho un obstáculo para el gobierno de los suyos colocados en las instituciones. La corrupción actual pepera es el equivalente del caciquismo que denunciaba Joaquín Costa en los finales del XIX y principios del XX (Oligarquía y caciquismo,1901).

Por todo lo anterior los partidos de izquierda aquí y en todo el orbe democrático cargan con la doble responsabilidad de sostener la democracia y sus efectos colaterales históricos -como el Estado de Derecho y el de Bienestar- por un lado y, por otro, deben resolver los problemas de injusticia social que trae las soluciones de mero mercado en la asignación de recursos y su reparto en el sistema económico actual. Además las soluciones de la izquierda deben tener racionalidad y ser satisfactorias en lo social. Eso entraña una dificultad a veces extrema, incluso en un país como España que, a pesar de la crisis, juega en la premier league de la economía aunque no esté en los puestos de cabeza. Podemos aún está virgen en las soluciones puesto que no ha gobernado pero ya no lo está en la de las propuestas. No se puede permitir soluciones peregrinas o que vayan contra la racionalidad económica porque no se implementarán nunca; tampoco se puede permitir soluciones de paños calientes, soluciones para unos cuantos y no para todos, soluciones que no aborden los problemas de raíz. Por ejemplo, no podrán hacer, como ha hecho el PP, dotar de medios para el bilingüismo sólo algunos colegios y no a todos; no podrán dar cheques-bebé a todos incluidos los que ya tiene medios suficientes, como hizo el PSOE de Zapatero; no podrán, como hizo IU en Extremadura, apoyar al candidato del PP en detrimento de el del PSOE; no podrán privatizar joyas de la corona económica por meras consideraciones ideológicas, como hizo el PSOE en su momento –aun cuando se guardara “la opción de oro”- y menos aún como hizo el PP con Aznar colocando en las empresas antes de la privatización a sus amiguetes y compañeros de colegio y cargándose la opción de oro.

Si Podemos quiere crecer no puede permitirse, por su parte, más errores en las propuestas. Con la renta universal en lugar de la discriminatoria en función de las necesidades de los beneficiarios y lo de la revisión de la deuda pública ya ha cubierto el cupo. Lo de exigir que la Junta no trabaje con los bancos que desahucian ha traspasado el límite. Más vale que se retracte elegantemente o lo serpentee con habilidad porque es un error doble: carece de racionalidad económica y no es solución porque siempre quedarían los bancos que desahucian y que hubieran perdido a la Junta como cliente porque hipotéticamente esta hubiera emigrado de esos bancos a otros.

En el tema de la elección de la presidencia del futuro Gobierno andaluz Podemos ha de preguntarse: ¿existe alternativa a una presidencia andaluza que no sea la del partido sociológicamente de izquierdas -como es el PSOE- que ha obtenido 14 escaños más que el segundo y 32 más que el tercero –el propio Podemos– de un total de 105 escaños? La única alternativa aritmética es la de que la presidiera la Junta el Sr. Bonilla, el candidato del PP,  con el apoyo de todos los partidos menos el PSOE, lo cual es de suponer que Podemos debe huir de ello como de la peste. No tiene Podemos más solución tarde o temprano que permitir con al menos la abstención que la candidata del PSOE presida el próximo gobierno andaluz. Luego Podemos tiene toda la libertad para votar lo que quiera en la tarea legislativa del Parlamento; tampoco tiene la obligación ni la necesidad de pactos de legislatura. Los andaluces de la izquierda sociológica –los que han votado al PSOE, a Podemos y a IU– han colocado a Podemos en la tesitura de compaginar la gobernabilidad desde ópticas de progreso con que sus votantes permanezcan en la radicalidad –no en el extremismo– de las soluciones. Y eso va a ser así también el próximo 24 de mayo en las Autonomías y municipios y dentro de un año para el Gobierno de la nación. Difícil para Podemos, muy difícil, pero no imposible. Habrán de derramar a la par talento y audacia, racionalidad y máxima exigencia si quieren contribuir a cambiar el país y arreglar los desaguisados de la llamada Transición y, sobre todo, arreglar o paliar al máximo los destrozos de Rajoy y sus secuaces en los 4 años de legislatura y los de Zapatero en su segundo mandato. 

Podemos y la gobernabilidad: El caso andaluz