miércoles. 24.04.2024

Grecia ya no tiene nada que perder

Con la victoria del 'no' en Grecia, el gobierno de Tsipras negociará desde una posición de fuerza si demuestra, además, que no tiene miedo a una posible salida del euro.

Grecia es un país de 10.993.000 habitantes, tiene una tasa de paro como herencia recibida superior al 26%, su economía se ha contraído en los 5 últimos años en un 25% fruto de las políticas de austeridad y su deuda pública es ya el 177% de su PIB, la mayor de la Unión Europea, y que ha crecido simultáneamente con la austeridad. Lo que se vota el domingo no es la salida del euro –que alguien se lo diga a Rajoy-, pero sostengo que a Grecia ya no le interesa estar en la moneda única. Una unión monetaria está formada por países con estructuras económicas diferentes, lo cual hace que determinados aspectos de la realidad que los economistas llaman variables incidan en sus economías de forma desigual. En primer lugar, al tener una moneda única la cotización de la misma respecto a las monedas con los países con los que comercia como Unión incidirá de forma desigual en las balanzas comerciales de sus miembros, de tal forma que, dado un tipo de cambio exterior, unos países de la Unión tenderán a dar superávits y a otros déficits; en segundo lugar, aunque los tipos de interés tenderán a ser beneficiosos para todos cuanto más bajos sean, algunos países vivirán mejor y verán necesario la entrada de capitales financieros y otros menos según el ahorro de sus ciudadanos, lo cual hará que a unos países les interesará mantener unos tipos de interés más altos para captar esos capitales y otros no tanto; en tercer lugar, la marcha de estos tipos de interés incidirán en las políticas de oferta monetaria del banco central de la Unión, siendo para unos más inflacionista y para otros menos, incluso deflacionista. Se puede seguir con los efectos que tienen otras medidas o situaciones posiblemente comunes como los salarios, los sistemas tributarios, las leyes laborales o las diferentes productividades derivadas de las diferentes estructuras económicas (y no porque sean más o menos trabajadores). La única manera de que una unión monetaria como la europea se afiance es que se hagan políticas que a todos favorezcan -aunque con el defecto inevitable de que para algunos más que para otros- siempre que los que menos ganan como país se vean compensados con fondos por los que más, como son los fondos estructurales, los fondos de cohesión, etc. Pero el problema de la Unión Monetaria en Europa es que han propiciado unas políticas de austeridad que han supuesto estancamiento o contracciones de la economía en toda la Unión, pero sobre todo en los más débiles. Es algo insólito, es una mezcla de homicidio para algunos y suicidio de todos.

Se dice que Grecia ya no puede pagar su deuda pública. Eso es una media verdad o una media mentira. En primer lugar ningún país se propone pagar la deuda de un plumazo. La deuda en cada momento es fruto de una corriente de nuevos endeudamientos y devoluciones (repagos) y lo que importa son dos cosas: el ritmo de variación de la diferencia entre ambos y los intereses pagados. La deuda actual de Grecia es de 317.094 millones de euros. El vencimiento medio de la deuda griega es de 16 años, lo cual le da una deuda media anual de unos 19.818 millones de euros para un PIB de 179.081 millones. Para hacernos una idea, la economía griega es la sexta parte de la española. Si de los 19.818 millones de deuda media en 16 años pagara neto el 10% -no tiene por qué pagar más- sólo tendría que devover 1.982 millones al año, que sería la amortización de la deuda, pago que sí podría abordar. Eso, más los intereses. El actual gobierno ha pedido además alargar los plazos, pero no se le ha hecho caso porque los acreedores tienen prisa por cobrar. El problema son estos intereses, porque las políticas de austeridad no han evitado que la prima de riesgo haya sobrepasado los dos dígitos en términos porcentuales. Es decir, pagar tipos de interés superiores al 12% o al 14% por su deuda durante todos los años de la austeridad no hay economía que lo resista. Ha sido un crimen organizado porque Grecia ha seguido las pautas que le pedían desde Bruselas, pagando simultáneamente esos intereses, recibiendo nuevos préstamos, aumentado su deuda a sabiendas que la solvencia del país era cada vez menor. Y todo ello con la inestimable ayuda de los gobiernos anteriores de Kostas Karamanlis y Yorgos Papandreu, que han precipitado la caída de Grecia por doblar la cerviz ante los acreedores públicos y privados durante los años de la crisis, una terrible herencia recibida para el gobierno actual que sólo tiene 6 meses de vida.

Aunque no está en cuestión la salida del euro yo creo que Grecia nada tiene que ganar con estar en la moneda única y lo que tenía que perder por su salida ya lo ha perdido. El período de transición de la salida es lo complicado. En primer lugar habría que intervenir los bancos para evitar la salida de divisas, vigilando los pagos de las importaciones para evitar también pagos de transferencia encubiertos; los bancos se cerrarían un viernes y el lunes de la semana siguiente las cuentas y activos financieros deberían ya estar denominados en la nueva moneda a un tipo de cambio fijado de antemano. También debería estar emitida la nueva moneda por el Tesoro (de forma absolutamente secreta). Este es el tema más difícil porque, a priori, no se sabría qué tipo de cambio fuera el más conveniente; a medio plazo debería ser el que fijara el sector exterior, con esa mezcla entre balanza comercial y de capitales de tal forma que se diera un equilibrio global de balanza de pagos. Ahí el gobierno no debiera intervenir y sí dejar flotar la moneda para que el mercado buscara el tipo de cambio. Para Grecia eso supondría seguro una gran devaluación, lo cual favorecería su turismo, que es una de los grandes sectores del país. Además favorecería las exportaciones aunque perjudicaría las importaciones, lo cual favorecería su balanza comercial. Para su potente industria naviera no tengo datos para evaluarla porque depende de la relación entre clientes domésticos y extranjeros. Es verdad que los tipos de interés se dispararían provisionalmente, pero afectaría poco a lo actual por el escaso crédito que dan los bancos. Por el contrario, al recuperar su Banco Central la capacidad de emitir moneda y, por tanto, de conducir la oferta monetaria, fijando una tasa de crecimiento de la misma que fuera un compromiso entre las necesidades de financiación del país y las posibles tensiones inflacionistas. Con ello los bancos tendrían liquidez para prestar. La gran ventaja, además, es que, al tener moneda propia, ya no tendría que hacer frente de forma inexorables a los vencimientos de la deuda pública, pudiendo fijar el calendario de pagos de la misma y sus intereses, priorizando las necesidades sociales. Una vez normalizado el sector financiero, consolidado un tipo de cambio estable y con un control de capitales para evitar la evasión, podría ir abriendo la mano. Incluso, con el tiempo, devolver al sector privado el sector financiero. Son también peligrosos los movimientos sobre derivados, es decir, las maniobras especulativas sobre la nueva moneda y sobre los tipos de interés en los mercados de futuros y de opciones, vendiendo a la corta (short) para recomprar a la larga, por lo que también se debería suspender estos mercados hasta la situación fuera tan normal que a los posibles especuladores (bancos, fondos de inversión, fondos de pensiones, etc.) vieran un riesgo excesivo en el uso meramente especulativo de estos instrumentos financieros. No hay que olvidar lo que hizo Goldman Sachs en el momento de la entrada al euro de Grecia.

A Grecia ya no le interesa estar en el euro ni siquiera con un cambio de política de la Unión Monetaria. Cualquier solución que no suponga recuperar su moneda sería volver a las andadas. La deuda pública es excesiva con la austeridad contractiva, los bancos extranjeros acreedores no van a perdonar sus derechos de cobro aunque lo haga parcialmente el FMI, la prima de riesgo no va a bajar sustancialmente porque el país no es relativamente solvente ni lo va a ser si depende de una moneda que no controla para controlar, a su vez, los tipos de interés y la posible inflación (o posible deflación); menos aún se va a perdonar la deuda privada interna. Y si todo eso se acometiera puede despedirse Grecia de nueva financiación exterior (salvo que Rusia o China se ofrecieran por cuestiones geoestratégicas). Se acabará en un juego de suma cero: lo que se amortice como privada será reconvertida  a pública, cosa que ya ha ocurrido en estos años. Una unión económica -y más aún si además es monetaria- sólo parece sostenible con políticas permanentemente expansivas –aunque sea de forma moderada- y con compensación entre los países socios mediante transferencia de fondos. Pero vemos que el egoísmo en los períodos de crisis prima sobre la solidaridad, lo cual volverá ha ocurrir, porque siempre habrá una Merkel que gane unas elecciones que anteponga sus intereses electorales –con mentiras, a lo Goebbels también- a los intereses generales y a la solidaridad, cosa imprescindible para la subsistencia de las uniones; también habrá siempre un cretino como Rajoy que, por motivos electorales, esté del lado de los verdugos en lugar de el de las víctimas a pesar de que a España le interese lo contrario. Argentina ya des-dolarizó su economía en el 2003 y, aunque lo pasó mal al principio luego tuvo crecimientos espectaculares durante casi una década. En términos sociopolíticos la única manera de que una Unión económica -y más aún una Unión monetaria- perdure es que en los gobernantes de los países miembros prime la solidaridad sobre el egoísmo ¡a pesar de que entre sus votantes haya una masa crítica mayor que quiera lo contrario! Eso es lo que pasa en Alemania ahora. En todo caso, si el domingo en Grecia sale el no el gobierno griego negociará desde una posición de fuerza si demuestra, además, que no tiene miedo a una posible salida del euro.

Grecia ya no tiene nada que perder