viernes. 19.04.2024

Un error de Draghi

Este lunes comenzaba a ejecutarse el plan Draghi anunciado en enero. La intención del BCE es comprar deuda pública -¡por fin!- y deuda privada en una proporción de 4 a 1 a razón de 60.000 millones de euros todos los meses hasta septiembre del 2016 (el Quantitative Easing). Son 18 meses si las cuentas no me fallan, lo que supone compras de títulos por 1,08 billones europeos de euros. La intención es dinamizar la Eurozona, aumentando la oferta monetaria y, con ello, intentar bajar los tipos de interés que puedan jalear la inversión privada, facilitar la pública y bajar la prima de riesgo abaratando con ello la financiación pública. O al menos esos serían las posibles consecuencias. A ello se suma el plan Juncker de 15.000 millones de inversiones, aunque este es mucho más discutible por lo exiguo del monto, por mucha llamada a la inversión privada que se reclame (el llamado apalancamiento). El plan Draghi, junto con por fin la devaluación del euro -cuyo excesivo valor estaba perjudicando las balanzas comerciales de Europa- parece conspirar para que los bancos comiencen a prestar en mayor medida que hasta ahora, aunque sea a tipos de interés más bajos (a ellos ahora también les costará más barato sus pasivos). La crisis se estaba alargando precisamente por la renuencia del sistema financiero a prestar dinero, prefiriendo colocar sus pasivos en deuda pública o directamente en depósitos en el BCE. Una medida previa que también tomó el BCE fue remunerar negativamente, es decir, cobrar en lugar de pagar por determinados depósitos de los bancos privados en el banco público de la Eurozona. Hasta aquí todo en la línea que en su día tomó Obama en USA y su Reseva Federal con aquella facilidad de crédito de 700.000 millones de dólares. El BCE lo ha hecho con 6 años de retraso. Supone en la práctica el reconocimiento del error de las políticas de austeridad. Claro que esta política monetaria que con tanto retraso se presenta no es la única que hay que acometer, pero es la que compete al BCE. El caso era de libro, porque si con una inflación casi negativa en la Eurozona y con un 11% de paro en su conjunto no se hace una política monetaria expansiva no sabe cuando demonios se va a hacer. Veremos si surte efecto y no nadamos ya en la trampa de la liquidez keynesiana.

Sin embargo Draghi ha cometido un error casi de principiante a pesar de su larga experiencia en estos temas, tanto para lo bueno como para lo malo. Draghi ha señalado la fecha de término de esta facilidad de cuantitativa: ha dicho que es en septiembre del 2016. A los mercados de futuros y de opciones no se les puede dar tanta información y menos señalar el final de una política, menos aún si es monetaria. Veamos por qué. Si en octubre deja el BCE de comprar deuda pública es fácil pensar que el valor de estos títulos caerá como consecuencia de esa caída de la demanda. También ocurrirá que los tipos de interés subirán algo, sobre todo en comparación con los tipos de interés de títulos denominados en dólares. Si eso es así, los gestores pueden especular con sus fondos de inversión y de pensiones, pueden vender títulos a plazo con vencimiento en octubre del 2016 en el momento presente sin necesidad de tenerlos; cuando llegue esta fecha comprarán al contado los títulos vendidos a plazo para cubrir sus carteras y la de sus clientes porque habían vendido sin su permiso o con el de ellos. Los títulos al contado comprados a partir de septiembre del 2016 serán más baratos que los títulos a plazo vendidos ahora. De esta manera los especuladores de los fondos de inversión y de pensiones –los gestores de estos fondos– habrían obtenido pingües beneficios sin apenas correr riesgo. Además ocurrirá si la venta de títulos a plazo se llevara a cabo ahora que las cotizaciones de esto títulos de deuda bajarían y los tipos de interés tenderían a subir, con lo cual el efecto que se perseguía se quedaría en agua de borrajas. O al menos su efecto positivo quedaría menguado, pagando los contribuyentes el coste de oportunidad. Si no se da de momento esta especulación y estos efectos es porque los gestores de fondos de inversión y de pensiones no las tienen todas consigo de momento. Ya dijo Draghi en su momento –supuestamente referido al euro– que haría todo lo posible para mantenerlo como moneda, saliendo al paso de los posibles especuladores que podrían jugar contra la moneda. Fue otro acierto de Draghi. Esa fue la interpretación más extendida de sus palabras, aunque yo creo que se refería también a una posible compra de deuda, es decir, lo que ahora se acomete. En cualquier caso tuvo un efecto paralizante contra la especulación de los gestores de fondos. Ahora, en cambio, precisando hasta la fecha de terminación de compra de deuda ha cometido un error. Pero puede subsanarlo. De alguna manera lo ha intentado paliar sembrando alguna duda sobre la propia fecha. Pero en eso debiera ser más determinante y señalar el objetivo, pero nunca precisar el instrumento. Puede decir que el límite es la inflación del 2% dado que esa es la intención, o puede señalar la recuperación del empleo o el crecimiento. Todo ello sin señalar nunca su término, ni de qué Estados va a comprar, ni en qué proporciones entre pública y privada. Sería terrible que por fin una política monetaria adecuada, aunque terriblemente tardía, se malograra por error. Y no sólo están al acecho los fondos sino todo el sistema financiero, que puede participar de esa especulación por diversas vías, los capitales en paraísos fiscales, etc. No hay que olvidar las especulaciones que se desataron contra el dracma griego a la hora de entrar Grecia en el euro y quiénes fueron sus protagonistas o las especulaciones contra las divisas europeas de hace algo más de 20 años cuando la serpiente europea, que sacaron a la libra de la bicha y obligaron a devaluar varias divisas, entre ellas la peseta y la lira italiana a pesar de los esfuerzos de los bancos centrales respectivos.

Claro que este error no es casual. Draghi no es ningún principiante de este juego, no es un Guindos que le han dado la cartera porque entiende los chiste en inglés en Bruselas, o un Mariano Rajoy que sabe de Economía lo que un servidor de papiroflexia. Cabe aventurar que esta decisión del BCE la ha tomado su presidente negociándola con la poderosa Merkel –que de economía sabe más o menos que lo que sabe nuestro Mariano el Indolente– y ha sido obligado a precisar la cantidad, lo cual lleva también a precisar la fecha, además de hacerla explícita. Ahora hay que convencer a la teutona y a los lacayos de la teutona como nuestro Mariano que ha sido un error. Eso recuerda las dificultades que tuvieron los economistas españoles que intentaban llevar a cabo el Plan de Estabilización en los finales de los sesenta del siglo pasado en España para convencer a Franco que había que devaluar la peseta, además de unificar su cambio. Y en el caso del dictador era más difícil porque no sabía nada de nada. Esperemos que se subsane el error antes de que los especuladores se crean de verdad la fecha de término, la cantidad y las proporciones exactas, porque la especulación podría desatarse en cualquier momento.

Un error de Draghi