jueves. 25.04.2024

Ciudadanos, Podemos, crónica de una muerte anunciada

RIVERA-CINE

Todo parece indicar que los líderes destinan a estos dos partidos a ser flor de un día. Y tanto empeño han puesto que están a punto de conseguirlo. Nació Podemos, se dice, en 2014 y su bautismo de fuego lo fue ese mismo año en unas elecciones europeas obteniendo -para sorpresa de todos incluido el propio partido- cinco escaños como cinco soles. Para los que apenas seguimos las redes fue una verdadera sorpresa. Hacía tres años que se produjo el 15M, una protesta también sorpresiva de, principalmente jóvenes, al calor de un lema ambiguo y peligroso políticamente para la democracia: no nos representan. Tuvo un epicentro visual que fue la Puerta del Sol, de Madrid, pero fue un fenómeno generalizado en toda España. La crisis económica estaba ya instalada desde al menos el 2008 y el PP -que había perdido las elecciones por intentar su líder Aznar hacer creer a sus posibles votantes que el atentado de 2004 fue ETA y no una célula yihadista- intentaba, a la manera goebeliana, de hacernos creer que la culpa de la Gran Recesión mundial la tenía solo y en exclusiva Jose Luis Rodríguez Zapatero, a la sazón, Presidente de Gobierno. Tanto PSOE como PP no dieron demasiada importancia a estos chicos universitarios -de la facultad de Ciencias Políticas de la UCM la mayoría- del fenómeno Podemos y seguían instalados en el bipartidismo, remedo histórico del turno pacifico de partidos de la Restauración de finales del siglo XIX. Tanto el 15M como Podemos -como fenómeno sociopolítico- se conoció fuera como la Spanish Revolution, un remedo también del Mayo del 68, pero digital, cañí y con otras reivindicaciones. Esto es importante para valorar el fenómeno podemita, porque ni su nacimiento ni su actuación tienen nada que ver con lo que los medios de comunicación y los partidos de derechas le atribuyen. Podemos no es un desgajamiento de los partidos comunistas, como sí los fueron estos de los socialistas, aunque la verbalización de sus intenciones siempre es la de ser un partido de izquierdas con todas sus consecuencias. Y tuvo un auge en las encuestas impresionante, porque le llegaron a dar a Podemos como partido con mayor intención de voto, por encima de PSOE y PP. Sin embargo la cosa se fue diluyendo creo que por varios motivos. En primer lugar sus primeras reivindicaciones en temas económicos eran inasumibles, absolutamente disparatadas. La derecha consiguió, además y de cara a la opinión pública, relacionar al partido con Venezuela, Chaves, Maduro, Libia, etc. Nunca pudo probarse nada de ello en los tribunales, pero la derecha confiaba en la baja capacidad intelectual de sus posibles votantes para que la mentira quedara fijada en hecho mostrenco inobjetado. Y no cabe que tuvo su efecto y aún lo tiene. La tercera causa del desistimiento hacia Podemos de un posible electorado situado a la izquierda del PSOE son los errores cometidos por el partido. Al igual que IU -sobre todo la IU de cuando Julio Anguita- nunca supo el partido resolver el tema capital de cómo relacionarse con el partido ideológicamente afín como es el PSOE. Hemos visto que la derecha y la extrema derecha han formado piña para obtener cargos autonómicos y alcaldías, pero la izquierda en España es incapaz de resolver el dilema de su diversidad -lo cual no es malo- en una única acción de gobierno y, al igual que Pedro le negó tres veces a Jesús -eso dice el mito cristiano-, Pablo Iglesias y Podemos le ha negado dos veces (2016 y julio de este año) a Pedro Sánchez la posibilidad de gobierno, y está a punto de negárselo por tercera vez. Es legítimo hacer valer los 3.700.000 votos de Podemos en las últimas elecciones generales pero la cuestión es cómo y a qué precio. La diferencia entre un partido de izquierdas y un partido pequeño-burgués radicalizado verbalmente –como creo que es Podemos- es que para el primero es decisivo el momento y el para qué y para un partido pequeño-burgués se queda en las esencia, en el todo o en nada, en el cuanto peor, mejor. Lo que debiera preguntarse Pablo Iglesias y los suyos es: ¿dada las elecciones pasadas es posible una alternativa más a la izquierda de la que pueda ofrecer el PSOE de Pedro Sánchez? ¿Qué hacer para, desde mis 42 escaños en el Congreso, empujar al PSOE a una política más de izquierdas que la que el PSOE haría por sí solo, es decir, con mayoría absoluta? Porque ya sabemos de lo que fue y de lo que no fue capaz de hacer el partido socialista cuando tuvo dos mayorías absolutas con Felipe González. No lo valoro, simplemente lo dejo en la memoria colectiva instalada. Creo que luces y sombras. Pero el partido de Podemos parece que tiene otra visión y prefiere someter al país al riesgo de que gobierne Pablo Casado con el apoyo de Ciudadanos y con un partido neofranquista como VOX, cosa que ya están haciendo en Madrid y Andalucía. No se trata de buscar culpabilidades y menos hablar de humillaciones, porque eso no forma parte de la cuestión política ni del análisis político, eso son cosas mas propias de tertulias sexteras y sálvames telecinqueros. El mero hecho de esa preferencia de Podemos, el mero hecho de someter a ese riesgo a la libertades democráticas de este país -a las que sobreviven después de la ley mordaza de Rajoy- demuestra que Podemos aún no se ha decantado como partido de izquierdas en lo táctico y en lo estratégico, por más que en lo ideológico, en la verbalización de sus intenciones, lo parezca. La decisión ideal para Podemos y para las posibles políticas de izquierdas de este país hubiera sido otorgar la investidura al único partido de izquierdas cuyo aspirante a Presidente puede serlo realmente y pasar a la Oposición de… izquierdas. Ahora es más difícil porque Podemos ha caído en la trampa y en el error de valorar mal la evaluación que hace a su vez su posible aliado de izquierdas: que más importante que la Investidura es la estabilidad de Gobierno, que debe ser para cuatro años. Ahora las encuestas de intención de voto son decisivas y Podemos se encuentra en un dilema: o humillación según Pablo Iglesias o apoyo a la Investidura sin ministerios (cosa que pudo ser en julio con tres y una vicepresidencia). Como votante que en su día fui de Podemos prefiero al partido en la Oposición, mezclando cuando convenga el apoyo y la crítica, y no en el Gobierno atado de pies y manos, porque eso es inevitable, porque no se puede estar en misa y repicando. En contra de la opinión generalizada, los políticos deben ambicionar llegar al poder porque para eso los votamos –lo contrario sería un diletantismo estafador- pero han de ser inteligentes y honestos, saber valorar el momento y el cómo, y da la impresión que la ambición de Pablo Iglesias está anegando inteligencia y oportunidad. Y todo esto combinado está liquidando al partido. O al menos lo está minando con dos peligros: que llegue a gobernar la derecha y que Podemos se convierta en irrelevante en el Congreso a pesar de que no bajara de los 30 escaños en unas posibles próximas elecciones. En todo caso lo que no puede ser que los votos a Podemos sirvan para dar una oportunidad a la derecha y a la extrema derecha.

Tanto Ciudadanos como Podemos han emprendido merced a sus errores ese camino hacia la nada con una diferencia: Podemos aún puede rectificar pero creo que Ciudadanos ha cruzado el Rubicón y no tiene vuelta atrás

El fenómeno de Ciudadanos, claro está, es muy distinto. Se fundó en el 2006 y en su principio nació como partido anti-independentista en Cataluña. No tuvo mucho éxito en sus comienzos y en bastante tiempo después porque ser anti algo no da muchas esperanzas, ni siquiera a los que no eran independentistas en Cataluña pero sí eran nacionalistas, por ejemplo. Ciudadanos no distinguió nunca entre independentismo, catalanismo y nacionalismo, porque ellos consideraban y consideran que los nacionalistas eran y son independistas cobardes, al igual que VOX considera a Ciudadanos y PP la derechita cobarde. Lo que dio alas al anticalanismo de Ciudadanos en Cataluña y fuera de ella fue el reféndum del 1 de octubre del 2017 y el juicio a los supuestos responsable del procés, aún pendiente de sentencia. El a por ellos sirvió a Inés Arrimadas y los suyos para dar el salto a la política nacional con el fin de tocar, a ser posible, BOE de la nación y de las Comunidades autónomas. En un principio -en el 2007- el partido se definía como de centro-izquierda, luego simplemente liberal, y ahora se ha convertido en muleta del PP con el apoyo de la otra muleta -VOX- para que el PP obtenga alcaldías y presidencias autonómicas. Con ello Ciudadanos ha dejado un hueco en el espacio liberal que tarde o temprano será ocupado por otro partido. El comportamiento de Ciudadanos resulta insólito: se dice liberal y hasta progresista y los votos de sus votantes sirven para que gobierne otro partido con el apoyo por activa de un partido de extrema derecha. Y eso que venían con la intención de desbancar al PP de la hegemonía de la derecha y combatir la corrupción, corrupción cuya parte del león se la lleva el PP. Políticamente se puede ser más tonto pero mi menguada imaginación no da para otearlo. Por ese camino es cuestión de tiempo que Ciudadanos desaparezca del mapa porque los intereses empresariales -sobre todo de las grandes empresas, de las eléctricas, etc.- no da para tener dos partidos de derechas que digan lo mismo y que ambos hayan emprendido esa carrera desaforada para hacer la cópula política con la extrema derecha. Tanto Ciudadanos como Podemos han emprendido merced a sus errores ese camino hacia la nada con una diferencia: Podemos aún puede rectificar pero creo que Ciudadanos ha cruzado el Rubicón y no tiene vuelta atrás.

Ciudadanos, Podemos, crónica de una muerte anunciada