viernes. 29.03.2024

La particularidad de la experiencia griega

Se han utilizado algunas comparaciones de la realidad griega actual con otras situaciones históricas.

Se han utilizado algunas comparaciones de la realidad griega actual con otras situaciones históricas. Existen elementos comunes pero, sobre todo, hay que resaltar la especificidad de la situación concreta de esta experiencia en el actual marco europeo y mundial. El problema no es solo analítico sino, sobre todo, de elaboración estratégica, implementación de dinámicas políticas y legitimación de los distintos actores. La actual encrucijada griega (y del sur europeo) es distinta a otras realidades históricas a las que se la ha asociado desde ópticas de izquierda: la paz impuesta del Tratado de Versalles (imposición leonina de los vencedores anglo-franceses al Gobierno alemán perdedor de la Iª Guerra mundial, inter-imperialista, sin capacidad de respuesta inmediata); el pacto de Brest-Litov (la paz de la Rusia soviética, en 1918, que ofrece concesiones territoriales al Estado agresor alemán, con un poderío mermado, para ganar tiempo y recomponer inmediatamente la economía y el estado socialista); la dinámica de resistencia popular antifascista del periodo de entreguerras (incluida la versión gramsciana de la guerra de posiciones y de movimiento); la prolongada lucha antiimperialista, especialmente de América Latina, o, en fin, el desarrollo progresivo y reformista, de orientación keynesiana, promovido por la izquierda democrática europea en las tres décadas ‘gloriosas’ posteriores a la IIª Guerra mundial.

El análisis de la nueva realidad y la elaboración de una teoría social y política adecuada suponen un reto para las formaciones alternativas, progresistas y de izquierda. Se puede decir aquello de que ‘no hay mal que por bien no venga’, si las dificultades y la complejidad de la dinámica emancipadora actual se convierten en un acicate para la renovación teórica y la profundización estratégica y democrática. El discurso socialdemócrata actual, con su justificación social-liberal de tercera vía y su incorporación al establishment y sus políticas, ha llevado a un callejón sin salida, incluso a la irrelevancia, a las dinámicas igualitarias frente a los planes y discursos conservadores; su leve reformismo progresista y la defensa solo retórica del ambiguo modelo social europeo no les distancia suficientemente de la derecha.

Por otro lado, el viejo discurso izquierdista de la inminencia revolucionaria no cuenta con suficiente apoyo popular ni tampoco es demasiado útil para impulsar procesos reales de movilización social y superación del capitalismo y la Troika y abrir un camino emancipatorio e igualitario en Europa. En este sentido, para un sector izquierdista, estarían dadas las condiciones ‘objetivas’, con una fuerte capacidad y disponibilidad popular para vencer al bloque de poder liberal-conservador, y solo faltaría la voluntad de su representación política que lo ha impedido. Su conclusión es la necesidad del desenmascaramiento de esa supuesta traición, convirtiendo al Gobierno de Syriza en un enemigo que ha frenado el proceso de radicalización y victoria popular sobre el capitalismo financiero y la Troika. Es la clásica argumentación irreal y sectaria de la tradición estalinista.

La consecuencia directa de esa posición no es avanzar en la mejora de las condiciones de la sociedad griega, sino infringir un mayor desgaste y polarización con Syriza, a la que se considera el obstáculo principal para la radicalización popular y conseguir un mayor peso institucional propio. Se trata del típico ‘izquierdismo’, alejado de la compleja realidad, sin ver un interés común de cómo aminorar los efectos destructivos del plan de rescate y buscar su reversibilidad con una amplia alianza progresista en Grecia y el resto de Europa. O sea, no resuelve el cómo mantener fuerzas sustanciales y operativas para resistir esta ofensiva regresiva de la nueva Troika, implementar avances sustantivos para los sectores vulnerables y garantizar un apoyo popular y una mayoría representativa de las formaciones de izquierdas para evitar la vuelta de la derecha y la consolidación del poder establecido.

La experiencia del Partido comunista griego (KKE) en el referéndum con un seguimiento del 1% a sus propuestas (y, desde luego, sin ninguna legitimidad para representar nada del 62% del NO), ha demostrado su incapacidad de recoger la amplitud de la dinámica de oposición a la estrategia de la UE. Incluso sumadas sus expectativas electorales a las de Unidad Popular, escindida de Syriza y partidaria de un frente común con él, ambos alcanzarían poco más del 10% del electorado griego. Escasa representatividad y legitimidad social para emprender el arduo camino de la salida del euro o denunciar a Syriza como culpable del engaño masivo de la ciudadanía griega y colaborador de su opresión. 

Por tanto, no es válido el pseudo-reformismo europeo, supuestamente progresivo o socialdemócrata pero aliado de la derecha, ni la ingenuidad europeísta, con la confianza ciega en la bondad de unos buenos socios, cuando están subordinados al poder conservador y de los mercados financieros. Es necesaria la lucidez en la crítica a las deficiencias estructurales de la UE, a su carácter regresivo con el aumento de la desigualdad y las brechas sociales, productivas e institucionales entre norte y sur y dentro de los países.

Al mismo tiempo, entre la población europea se ha ido diluyendo la valoración de que la pertenencia a la UE es una posibilidad cierta de avance en la cohesión social y democrática y una oportunidad clara para el desarrollo económico-productivo. No se trata de la opinión de las corrientes anti-europeístas y xenófobas de derechas que instrumentalizan algunos sentimientos populares y todavía quisieran más dinámicas regresivas y autoritarias. Sino que expresa la percepción crítica de amplias capas populares hacia el establishment y las elites poderosas que monopolizan la construcción de la UE. El motivo es el abandono por éstas de su función social y representativa, su gestión autoritaria a medida del poder financiero e institucional y su aval al mercado y las oligarquías reaccionarias, en su competencia con otros bloques político-económicos.

Tampoco es oportuno el aislacionismo, pensando en la irrealidad de una sociedad cohesionada contra la UE y el euro, y con dispositivos suficientes (el estado soberano) para evitar el estrangulamiento económico-financiero y la crisis social y humanitaria impuesta. No hay que infravalorar la posibilidad de que la capacidad destructiva y las consecuencias negativas para la mayoría del pueblo griego todavía podrían empeorar. La rebeldía política e institucional, el reto a la total hegemonía conservadora-socialdemócrata (rota parcialmente en Grecia) ha merecido un castigo adicional para enterrar las expectativas emancipadoras. La tarea es, por tanto, de reforzamiento de la dinámica alternativa de cambio.

Voluntad de cambio y relación de fuerzas

En el referéndum griego se expresaron dos opciones estratégicas fundamentales en torno al eje fundamental entre autoritarismo-austeridad-regresión o democracia-igualitarismo-emancipación; o si se quiere entre, por una parte, reacción oligárquica, viejo orden político y consenso neoliberal y, por otra parte, participación popular, nuevas fuerzas emancipadoras y de izquierda y alternativas transformadoras y de progreso. Su realización y los resultados constituyeron una amplia victoria democrática para Syriza y el pueblo griego, imprescindible para cohesionar a la mayoría social, contener una derrota total y mantener una perspectiva de firmeza y progreso.

Pero toda esa estrategia movilizadora ha sido insuficiente para vencer al bloque de poder conservador europeo y su base de apoyo estructural en Grecia. A corto plazo, no había planes B con suficiente rigor, operatividad económico-financiera y credibilidad social para oponerse con suficiente eficacia a la ofensiva global del poder europeo-alemán, institucional y financiero, y su contundente amenaza de expulsión de Grecia de la eurozona (Grexit) (incluido el de Varoufakis cuya finalidad era paliar la falta de liquidez durante varias semanas para negociar un acuerdo rápido). Ese plan suponía el fuerte disciplinamiento de su pueblo fuera de la UE, con una profunda crisis social, un cambio de régimen político más autoritario y la desarticulación de la izquierda transformadora y el movimiento popular progresista. Ese programa máximo fue evitado por el acuerdo.

En la representación política y las fuerzas sociales griegas era necesario el reajuste de su percepción sobre la fuerte desigualdad en los equilibrios de poder. El baño de realismo sobre las capacidades transformadoras supone la adecuación de la gestión y la política defensiva, ambivalente y de resistencia prolongada, a la realidad de la correlación de fuerzas y el grado de apoyo popular. Y era imprescindible firmar un acuerdo injusto, como tregua para frenar esa opción peor. La actitud es diferente desde una responsabilidad institucional con el conjunto de la sociedad griega. Aunque cupiese la otra opción de la propia dimisión del gobierno para no mancharse las manos y centrarse en la oposición social. Implicaba dejar el poder institucional y la aplicación del memorándum en manos de las fuerzas partidas del SI, que acababan de ser derrotadas en las urnas, o en una situación de indefensión de la propia sociedad ante la desarticulación económica y la crisis social.

Como expresa el filósofo Zizek la cuestión es la posibilidad de la gestión institucional en un nivel intermedio (local y autonómico, o gubernamental en un país periférico) de una izquierda transformadora, constreñida no solo por las dinámicas estructurales sino por las medidas del poder en los organismos superiores (europeos e internacionales o estatales frente a los territoriales) que imponen determinadas estrategias antisociales. La gestión institucional de la defensa de los de abajo, con un mandato imperioso y regresivo de los de arriba, se hace tensa, ambivalente y complicada. Ante todo necesita ser explicada y comprendida por la mayoría social, así como sometida a ratificación democrática.

Este proceso no ha estado bien elaborado, debatido, explicado y comprendido. Las élites progresistas griegas y europeas debemos aprender de la experiencia y los errores. La anterior polarización, en el ciclo que acaba, era relativamente sencilla. En este cambio de periodo las nuevas tareas institucionales y transformadoras exigían un nuevo discurso sobre la complejidad de la realidad y las contradicciones de esa ambivalencia, de ese enfoque trágico de la elección (condicionada) entre dos males, para explicar la relativa impotencia progresista y el retroceso político y socioeconómico y dar un nuevo sentido a la estrategia igualitaria y democratizadora de fondo. Es el desafío explicativo y de legitimación en la propia campaña electoral de Syriza para ver si demuestra capacidad de convicción y es capaz de representar a una mayoría ciudadana.

Según distintas encuestas de opinión existe una amplia comprensión popular de estos ejes fundamentales y no se expresan grandes desorientaciones políticas sobre los adversarios, las tareas, las estrategias y sus representantes. No hay grandes desplazamientos de voto, más allá de la división de Syriza. No obstante, el esfuerzo explicativo e integrador de las tendencias de cambio es fundamental, en particular entre la nueva Syriza y Unidad Popular. Como mínimo para evitar alejamientos y sectarismos innecesarios. Como máximo, para evitar la vuelta de la derecha al Gobierno y dar estabilidad a un gobierno de progreso con una orientación más compartida que permita, a pesar del memorándum impuesto, avanzar en su cuestionamiento y la profundización social y democrática. Veremos.

La particularidad de la experiencia griega