viernes. 29.03.2024

Un Judas conflictivo, un mayor civismo

La celebración del Judas, este año en Robledo de Chavela (Madrid), ha sido, cuando menos, conflictiva.

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Foto: Público

La celebración del Judas, este año en Robledo de Chavela (Madrid) el Domingo de Resurrección, ha sido, cuando menos, conflictiva. Dada la polémica suscitada conviene precisar los hechos y sacar las conclusiones pertinentes para fortalecer la expresión democrática de una arraigada tradición popular y desarrollar un mayor civismo.

El significado positivo de la tradición del apedreamiento de Judas

Desde hace tiempo en Robledo de Chavela (y otras ciudades de España y Latinoamérica) se celebra este acontecimiento de apedreamiento de Judas por parte de los ‘quintos’, unos jóvenes que iban a incorporarse al servicio militar y que, hoy día, al estar suprimido, está sustituido por jóvenes entre 16 y 18 años. Es un festejo simbólico que expresa esas dos cosas que pasamos a clarificar.

Judas Iscariote, dentro de la tradición religiosa cristiana, es el apóstol que traicionó y vendió a Jesucristo y propició su muerte. Está considerado un ‘traidor’, que merece el castigo del pueblo cristiano. En la propia tradición, son los mozos quienes ante la presencia de las imágenes sacadas en procesión de la Virgen María y Jesucristo resucitado le preguntan a éste: ¿Quién te mató?. Y contesta, dirigiéndose al Judas: ¡Aquél!; y todos los mozos a una afirman: ¡A pedradas con él!. Está claro que el significado tradicional de esa acción juvenil es el de un castigo a Judas, por su carácter mezquino, delincuente y traidor a Jesús, hijo de Dios.

El Judas en esta simbología, parcialmente secularizada, es sustituido por un personaje público que reúne esas características de traidor, ahora a la gente, a la que le ha causado un gran perjuicio moral o material. De ahí que los personajes (instituciones o símbolos) elegidos y representados en el muñeco deben simbolizar a Judas, representan el ‘mal de la comunidad’. No se elijen por su popularidad o bondad, por su aportación positiva a la población o sus valores democráticos y solidarios, sino por todo lo contrario, por su papel negativo para la sociedad, por su impopularidad o maldad derivada de su carácter antisocial y antidemocrático y su comportamiento delictivo o corrupto. Esas personalidades pueden tener otros valores positivos, pero lo que se critica es su componente incívico. No se le premia, se le castiga. El rito tradicional exorcista consiste en expulsar del pueblo los ‘malos espíritus’ personificados en el muñeco, desacreditarlos y destruirlos mediante su apedreamiento y su quema. No se trata de minimizar o esconder el motivo del rechazo popular a ese símbolo personificado del mal social o moral… siempre que sea real y objetivo.

Por otro lado, es una fiesta de iniciación a la edad adulta de los jóvenes, en la que deben demostrar sus habilidades, su fuerza y su capacidad para cumplir con esa misión justiciera de la comunidad. Los métodos utilizados (apedreamiento o lapidación y muerte o destrucción física) reflejan costumbres antiguas ya erradicadas como el castigo corporal y la quema para los penados (al menos desde la desaparición de la Santa Inquisición y la pena de muerte). Queda la fuerza simbólica de la rotundidad y la violencia para acabar con el mal representado por el muñeco. Tras el cumplimiento de ese ajusticiamiento al personaje o símbolo más ‘impopular’ del año se produce el reconocimiento público de los mozos para ser admitidos en el mundo adulto y se reparten los premios correspondientes (depositados en las vasijas que acompañan al Judas y que deben ser rotas).

Por tanto, esta arraigada tradición tiene esos dos sentidos positivos para la sociedad: rechazar públicamente y castigar a un personaje impopular por su comportamiento incívico, y demostrar la valía de la nueva generación y acogerla en la comunidad adulta. Conlleva la educación ética y la expresión cívica, la unidad popular y la mejora de la convivencia frente a comportamientos incívicos o contra los derechos humanos de personalidades o instituciones públicas. Son los fundamentos positivos a conservar.

Como toda tradición, ésta también ha ido cambiando y necesita cambiar, adaptándose a los nuevos valores ciudadanos y normas cívicas de convivencia, mediante la deliberación popular, la transparencia de las instituciones concernidas (en este caso, el grupo de ‘quintos’, el Ayuntamiento y la Iglesia Católica) y amplios consensos democráticos. Por ejemplo, por sensibilidad ecológica, hace poco se sustituyeron los animales (palomas, ardillas…) del interior de las ánforas a romper y de las que caían, provocando un sufrimiento animal innecesario. Por tanto, para mantener y mejorar el sentido positivo de esta tradición cultural cabe su modernización, democratización y secularización.

Una manipulación política de una tradición popular

Este año un pequeño grupo de ‘quintos’ han elegido a Podemos y Pablo Iglesias como el Judas a lapidar. El proceso de deliberación no ha sido público ni transparente. No sabemos los motivos concretos de los mozos o los componentes negativos o críticos que a su juicio han originado esa elección. No cuestionamos su propia autonomía para decidir el personaje que condiciona el valor simbólico y cultural de toda la celebración acusatoria. Es su responsabilidad, aunque al igual que otros años, la selección del personaje se realiza por un grupo muy reducido de jóvenes. Su libre decisión no siempre puede encajar adecuadamente con el sentido tradicional de la acusación pública a una actuación incívica o antidemocrática. No se trata de exigir responsabilidades a unos pocos adolescentes por su posible ingenuidad o falta de criterio. No se les puede pedir. Su decisión entra dentro de sus atribuciones tradicionales. La madurez y objetividad debería mejorarse con mayor participación cívica, capacidad educativa, cultura de los derechos humanos y transparencia, siendo un proceso y una decisión más representativa del sentir mayoritario del pueblo y, especialmente, del conjunto de jóvenes. Por ejemplo, ha sido una ocasión perdida para poner en la picota a la ‘corrupción’, contra la que está la gran mayoría de la gente de Robledo, Madrid y España.

Este hecho, con un muñeco sesgado políticamente, podría haberse quedado ahí, simplemente, en una elección más o menos desacertada y con solo connotaciones satíricas como en otras ocasiones. Ahora se rompe la tradición de castigar a los malhechores, traidores o corruptos... o un hecho especialmente odioso de algún famoso. En los últimos años se han seleccionado pocos dirigentes políticos. Uno de ellos, precisamente, fue el de José Mª Aznar, recién elegido en las elecciones generales de 1996. Pues bien, para expresar el sesgo ideológico de esa elección política hay que constatar que en vísperas del día de Judas el presidente del PP, sin mayoría absoluta, estaba negociando y conciliando con el nacionalismo catalán –CIU- (y hablando catalán en la intimidad) para formar Gobierno. Es decir, esa actuación legítima solo era considerada delito por la derecha extrema. Y ese prejuicio ambiental condicionó al grupo reducido de jóvenes que lo eligió para apedrearlo… por ello. Sin embargo, no fue seleccionado en el año 2003 en lo más bajo de su credibilidad social por su involucración en la guerra de Irak a la que se oponía la gran mayoría de la sociedad española y robledana. Ese caso es un mal precedente para justificar ahora la elección del líder de Podemos, más cuando solo se podrían aducir razones de discrepancia política, no de una gestión contra los intereses populares. No ha habido equilibrio ni pluralidad ideológica en las razones para elegir a ambos representantes políticos. Hay un sesgo de intolerancia antidemocrática.

Por cierto, otra decisión juvenil de Judas, de carácter político, fue el teniente coronel Tejero, el del golpe de Estado de 1981; solo que en esa ocasión la Guardia Civil se impuso y prohibió su instalación y apedreamiento, al considerar que ese Judas desprestigiaba al Cuerpo.

Hay dos hechos demostrados gráficamente que agravan y explican la manipulación partidista de esta tradición popular: la participación activa de un concejal del PP (no adolescente, por supuesto), en la lapidación del símbolo de Pablo Iglesias, jaleando a los mozos; el contexto de crispación y sectarismo promovido por el exalcalde Mario de la Fuente, actual concejal y líder del PP, contra el actual equipo de gobierno municipal y el concejal de la Agrupación Abierta de Robledo (AAR); esta candidatura municipalista apoyada por Podemos avala la investidura del nuevo Alcalde, como compromiso colectivo de regeneración democrática y gestión transparente en favor de la mayoría social. Podríamos añadir sus conocidas posiciones sobre los inmigrantes denunciadas como xenófobas por SOS Racismo, su desprecio por el propio ayuntamiento, bloqueando su funcionamiento, o su actitud insultante y amenazadora ante los datos documentados e indicios expuestos por AAR sobre presuntas irregularidades en la gestión urbanística durante su mandato, pendientes de auditar.

Ha comenzado el cambio en Robledo

Por otra parte, el acontecimiento político principal en Robledo ha sido, precisamente, que desde hace menos de un año, en las elecciones municipales, está comenzando el cambio institucional en beneficio de la mayoría del pueblo y no de unos pocos. Tras una gestión municipal, prácticamente desde la transición política y con más de veinte años de gestión del anterior alcalde, el PP ha perdido el poder municipal y ha tenido que pasar a la oposición. Eso no lo soportan sus dirigentes y, cada vez más fuera de la realidad, utilizan todos los resortes para sectarizar a su base social contra la dinámica y los representantes del cambio y amedrentar a sus opositores. En ese ambiente y con ese prejuicio antidemocrático han querido desprestigiar a Podemos.

Por tanto, el apedreamiento y destrucción de un muñeco simbolizando a Pablo Iglesias, Secretario General de Podemos, más allá de la ingenuidad o las intenciones del grupo reducido de jóvenes que lo ha elegido este año, se ha convertido en un acto irrespetuoso para todos los demócratas y, especialmente, para los varios centenares de votantes robledanos de Podemos a los que se denigra y ataca su representación simbólica institucional. La agresividad demostrada por varios dirigentes del PP contra esos símbolos de Podemos, como si fueran la personificación del mal, perturba la convivencia ciudadana y genera división en el pueblo sin un motivo claro o democrático que lo justifique. Solo su odio sectario. Pero no han sido capaces de convencer a la gente de la supuesta maldad de Podemos y sus representantes.

Este hecho no es un gran problema estatal, menos a la vista de las grandes tareas políticas para formar un nuevo gobierno de progreso. Pero sí que es un asunto relevante, ético, cultural y democrático, sobre todo, para los habitantes de Robledo que no pueden dejar pasar sin crítica y denuncia una actuación antidemocrática, de incitación al odio y a la venganza política y de ruptura de la convivencia. La reafirmación en los valores cívicos de respeto al pluralismo político, tolerancia y convivencia pacífica es fundamental. Afecta a todos los demócratas, particularmente a los jóvenes. Es el objetivo de la propia ciudadanía robledana, comprometida con la modernización y la democratización del pueblo, frente a quienes quieren la involución reaccionaria.

En consecuencia, es responsabilidad de todos y, especialmente, de los grupos políticos municipales, aprovechar esta experiencia para reflexionar y mejorar nuestras tradiciones culturales, rechazar los comportamientos incívicos y reafirmar una cultura democrática y de convivencia pacífica, canalizando las distintas opciones políticas desde el respeto mutuo, su legitimidad representativa y los intereses de la gente.

Un Judas conflictivo, un mayor civismo