jueves. 28.03.2024

El feminismo avanza

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Foto: @nuevatribuna

Dentro de la pluralidad feminista caben, al menos, dos grandes corrientes referidas a la actitud frente al poder con sus dos grandes objetivos, la liberal o elitista, del llamado 1%, y la progresista-transformadora o popular, del llamado feminismo del 99%

El feminismo goza de excelente salud. Este 8 de marzo ha vuelto a demostrar su masividad y su talante igualitario, cívico y democrático en toda España; también como referencia europea y mundial. Ha sido un proceso masivo de autoafirmación feminista de las mujeres, especialmente jóvenes y adolescentes, con el apoyo y la simpatía de amplios sectores de la sociedad. 

Los motivos expresados de ese empoderamiento colectivo y solidario están claros: por la igualdad de las mujeres, frente a la violencia machista y contra la discriminación social y laboral. Supone una exigencia de reconocimiento público y una fuerte interpelación a los poderes institucionales y la representación política y, en particular, un freno a las tendencias autoritarias y patriarcales que se reactivan.

Ante el incremento de la influencia social del feminismo es conveniente avanzar y debatir sobre sus fundamentos teóricos y sus principales controversias. Expongomi punto de vista sobre ello, concretamente sobre algunas aportaciones teóricas para enmarcar varias polémicas relacionadas con la identidad de género y el movimiento feminista: su relación con el poder y su carácter cultural y/o social. 

Dentro de la pluralidad feminista caben, al menos, dos grandes corrientes referidas a la actitud frente al poder con sus dos grandes objetivos, la libertad o emancipación femenina y la igualdad de las mujeres: la liberal o elitista, del llamado 1%, y la progresista-transformadora o popular, del llamado feminismo del 99%. Aunque, desde el punto de vista de la estructura socioeconómica y de poder cabría hablar de la diferenciación entre el 20% de arriba y el 80% de abajo y según su conciencia política constatar la existencia adicional a esa polarización liberal/progresista, por un lado, de un grupo conservador y, por otro lado, un amplio sector intermedio. 

Según la encuesta de 40db, sobre la actitud de la población ante el 8 de marzo (El País, 4 de marzo de 2019), y a la pregunta ¿En qué medida se considera feminista?se nota una importante diferenciación por sexo y, sobre todo, por edad, tanto en mujeres cuanto en hombres (entre paréntesis sus porcentajes): 18-24 años, 64,5% (45,9); 25-34, 57% (30,2); 35-44, 48,8% (29,2); 45-54, 40,6% (22); 55-64, 54,6% (37,9), y +65, 51,8% (42,7). Pero si comparamos su evolución respecto a hace cinco años, el crecimiento de esa autopercepción feminista es muy significativo y también distinto por edad (con elaboración propia): en el grupo más joven de mujeres, de 18-24 años, se ha incrementado un 85% (66); en el de 25-34, un 53% (23), y en el resto, entre las mujeres adultas, una media similar y algo superior al 20% en los cuatro tramos -entre el 21% y el 24%- (con un crecimiento asimétrico entre los varones adultos, 37%, 11%, 11% y 24%). 

Por tanto, la media de identificación feminista entre las mujeres es mayoritaria, el 53%, con un incremento medio del 38% en estos cinco años, especialmente entre las mujeres jóvenes. Y en el caso de los varones la media de la autopercepción feminista es algo superior al tercio (36%) con un crecimiento también significativo (29%), especialmente entre los más jóvenes. Así, las personas que no se consideran feministas se han reducido un tercio en estos cinco años, y aunque persiste una importante minoría de mujeres (47%) y una mayoría de hombres (64%) que no se pronuncian, no significa que se consideren machistas o antifeministas, sino que no se definen y caben actitudes conservadoras, intermedias e indecisas. 

Aparte de esta pequeña descripción sociológica, y dejando al margen las tendencias conservadoras y liberales, se trata de analizar el feminismo progresista en el que hay distintas corrientes. En primer lugar, cabe citar el llamado feminismo anticapitalista encabezado a nivel mundial por Nancy Fraser (Capitalismo. Una conversación desde la Teoría Crítica). 

En segundo lugar, existe una tendencia influyente que pone el acento en los afectos y su vinculación con la identidad de género y las relaciones de poder. El feminismo lo concibe frente a las estructuras de dominación en todos los ámbitos de la vida. Está conectada con el pensamiento posmoderno, particularmente de Michel Foucault, quizá el intelectual posestructuralista con mayor base empírica, sociológica e histórica y con una mezcla de determinismo político-institucional y culturalismo emocional. Aparte de Judith Butler (Deshacer el género), centrada en las relaciones sexo/género, en España, una aportación destacada sobre la vinculación de feminismo y una acción política basada en los afectos es la de Clara Serra (Leonas y zorras. Estrategias políticas feministas). 

Ambas perspectivas aportan muchas cuestiones de interés, pero también tienen limitaciones, puntos comunes y aspectos complementarios. Se trata de profundizar en ellas, en particular, con una evaluación de este nuevo enfoque emocional, más complejo y contradictorio, que tiene la ventaja de relacionar al feminismo con una particular pugna política por el poder. 

Más allá del debate convencional entre feminismo de la diferencia y feminismo por la igualdad, es preciso reflexionar sobre algunos dilemas de la teoría feminista, con una mirada multidimensional e integradora de la interacción entre sí de los dos componentes básicos de la subjetividad (racionalidad y afectos) y en relación con el estatus, la experiencia relacional y los objetivos éticos de las mujeres y la sociedad en general. 

Estos aspectos merecen una valoración, extensiva a diversas controversias teóricas existentes en el movimiento feminista, tras el objetivo compartido de un feminismo igualitario y transformador.

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