jueves. 28.03.2024

Debilidades intelectuales de las izquierdas

ibrepens

Un rasgo que condiciona las ideas del campo progresista y, específicamente, de su intelectualidad, es de carácter práctico y normativo. Aparecen, con otras formas, dos viejos debates sobre la orientación general de las izquierdas o fuerzas alternativas: 1) la importancia de la acción por la igualdad, en todos sus aspectos e incluida la de género, junto con la diferenciación con la pasada gestión liberal o retórica de la socialdemocracia y la reaccionaria de las derechas; 2) las formas organizativas y de acción social y política para propugnar el cambio y la mejora de la sociedad. Y ligado con ello, 3) cuáles son las necesidades y perspectivas teóricas para favorecer una interpretación más rigurosa y realista, que sirvan para mejorar la acción práctica y la conformación de un bloque social progresista y alternativo y, en particular, una configuración más sólida de las propias bases del espacio del cambio de progreso.

Un esfuerzo reflexivo y crítico

Junto con la necesaria crítica a las rigideces doctrinarias, en la conformación cultural de los miembros activos de las organizaciones políticas, sindicales y sociales progresistas, además de la exclusiva investigación empírica rigurosa o la experiencia práctica, cada cual (o por grupos o sensibilidades internas) también recoge ideas o interpretaciones, académicas o de diferentes medios, y se forma su punto de vista, su particular sentido común. Y en ese proceso tiene relevancia su relación interpretativa, analítica, sintética con las ideas más generales del corpus asociativo, la propia capacidad crítica individual, el arraigo social, el compromiso solidario y la actitud psicológica y ética. Esto último, la conformación moral o el compromiso ético con la igualdad y la solidaridad, es fundamental para cimentar un pensamiento crítico con un enfoque social. Pero todavía es insuficiente para garantizarlo.

Gran parte de jóvenes son ahora más ilustrados que la generación anterior. No obstante, entre las personas más activas y solidarias, son necesarios un esfuerzo y una actividad específicamente reflexiva y de debate, teórica y crítica. No es imprescindible participar directamente en investigaciones empíricas o tener un nivel cultural cualificado o académicamente alto, cosa que muchos actuales jóvenes tienen más que muchos mayores cuando éramos jóvenes; pero sí realizar una labor de selección de ideas, tener una opinión más o menos fundada y enmarcarla en un contexto social y una dinámica histórica. Y, particularmente, desarrollarla desde una perspectiva que se puede definir como social y crítica.

Es conveniente un esfuerzo en el terreno de las ideas, cultivar la actividad reflexiva y crítica y avanzar en la elaboración de un pensamiento social riguroso y comprometido, que sirva para favorecer la transformación progresista, igualitaria-emancipadora, de la sociedad

No existe una teoría social acabada y menos una ideología como cosmovisión sistematizada que pueda auxiliar a una interpretación realista y rigurosa de la dinámica social. En los activistas sociales y políticos progresivos existen ideas compartidas o comunes con distintas corrientes de pensamiento. Es imprescindible la actividad autocrítica sobre las distintas tradiciones culturales –liberales, socialdemócratas, marxistas, postmodernas, populistas, anarquistas…- que condicionan a las distintas élites asociativas, partidarias o grupos de activistas.

Existe una experiencia diferente de las dos cosas en cada generación: la adulta, formada en los años setenta y ochenta; la intermedia, socializada desde los años noventa y primeros dos mil, con relativo ascenso social y de empleo, aunque precario, y la más joven, afectada directamente por las crisis socioeconómicas y la precarización mayoritaria, aunque con otra experiencia sociopolítica frente a las injusticias, incluido el potente y masivo movimiento feminista, y nuevas expectativas de cambio político. Todas ellas se enfrentan a grandes bloqueos estructurales y a la necesidad de una profunda transformación socioeconómica e institucional.

Pero esa labor deconstructiva, aunque se haga bien, es medio camino. El otro medio es el análisis concreto de la situación concreta y la pugna cultural frente a las ideas problemáticas dominantes, sobre todo, las justificaciones liberales, más complejas. En otro sentido, las ideas conservadoras y de ultraderecha, aunque teñidas de liberalismo, tienen mayor rechazo social entre la gente progresista, y hay que hacer hincapié contra ellas para la movilización en su contra. Por otro lado, las ideas izquierdistas aunque con cierta relevancia todavía en algunos círculos, están bastante desacreditadas en la mayoría de la población.

Por tanto, la cuestión a valorar es que el debilitamiento de la dimensión, la profundidad y la unidad de ideas propias, independientes y críticas, en las izquierdas, incluida las alternativas y radicales, así como en distintos movimientos y agrupaciones sociales y políticas progresistas, facilita el relleno con ideas ajenas a esa tradición, heterogéneas entre sí y acríticas y dependientes de otras instituciones y grupos mediáticos. La dificultad para elaborar ideas diferenciadas del discurso liberal dominante y mantener un pensamiento social progresista y democrático facilita la permanencia de una cultura más o menos ecléctica en asuntos clave. Las condiciones de la pugna cultural son muy desiguales. 

Estudio y debate sobre los cambios sociopolíticos

En círculos sociales y políticos progresistas perviven retazos esquemáticos y rígidos de viejas ideologías de las izquierdas: socialdemocracia clásica, marxismo, anarquismo… con diversas variables, eclecticismos y combinaciones con ideas postmodernas o populistas. En esas mismas personas y en la mayoría de la opinión pública (publicada) influyen, no obstante, dos corrientes dominantes de pensamiento: liberal-conservadora, y liberal-social.

No existe, siquiera, un pensamiento coherente de izquierda reformista o progresista y, últimamente, la tercera vía del liberalismo social ha demostrado su fracaso como corriente diferenciada y con arraigo social. El republicanismo cívico es un pensamiento de interés en defensa de la democracia y la no dominación, pero quedó desfigurado e instrumentalizado en manos del equipo de Zapatero y después fue desconsiderado por la nueva dirección socialista. Hay un vacío teórico socialista que afecta también al tacticismo del sanchismo. Dicho de otra forma: hay muchas aportaciones concretas interesantes, entremezcladas con ideas menos valiosas, y poca teoría social crítica y científica. Dejo aparte las ciencias naturales y la tecnociencia con grandes implicaciones en aspectos como el aparato productivo o la ecología.

Una asociación sociocultural o un movimiento social pueden ir perdurando con sólo algunos valores básicos y distintas ideas parciales, justas y acertadas, en algunos campos específicos. Una gran y duradera movilización cívica, como la del movimiento feminista, o, bien, un sindicato o un partido político deben poseer además un programa básico de actuación que fije prioridades, propuestas más globales y horizontes a medio plazo. Incluso para satisfacer una demanda mínima en esos ámbitos ya es necesaria una gran labor de elaboración y confrontación con el resto de las ideas, de todo tipo y orientación, que convergen en cada campo particular.

Pero, para impulsar una corriente sociopolítica más amplia o unificar un bloque social y político más complejo, por las diferentes sensibilidades existentes y su configuración plurinacional como el configurado por las fuerzas del cambio, es más necesaria una actividad crítica y teórica significativa, al menos en las élites de las organizaciones sociales y políticas, y madurar una comunidad intelectual progresista y con cierta actividad divulgativa.

En particular, es una tarea ineludible para Unidas Podemos y sus confluencias, el incrementar su labor de estudio, debate y formación de cuestiones más teóricas que atraviesan y condicionan los programas de acción práctica y la propia viveza, participación y cohesión organizativas.

Se han producido, en los últimos años, grandes cambios en la situación socioeconómica, las respuestas individuales, colectivas y del mundo asociativo, así como en diversas esferas de las políticas institucionales, incluido la experiencia de la gestión regresiva del segundo gobierno socialista de Zapatero y el lustro posterior de pugnas internas, que sigue lastrando la representatividad del Partido Socialista. E, igualmente, hay que tener en cuenta la nueva expectativa del Gobierno de coalición progresista entre PSOE y Unidas Podemos y sus confluencias y sus dificultades para la consolidación de ese espacio político.

Me refiero, ahora, solamente a este ámbito más específico, los cambios sociopolíticos. Como en otras elaboraciones de pensamiento social se pretende favorecer la labor interpretativa y la acción práctica, crítica y transformadora. Aquí se intenta poner de relieve la importancia de las nuevas condiciones materiales de existencia, la nueva subjetividad, experiencia y actitud de la población, los nuevos procesos de interacción social y la necesidad de nuevas teorías interpretativas. Hay que valorar la actualidad, con una nueva dimensión, de la clásica cuestión social, o la diferenciación por clases o capas sociales y distintos procesos de discriminación. O si se prefiere, adquiere más relevancia la acción contra la desigualdad, social, de género, territorial, y por la distribución, la solidaridad y la justicia social, en otro plano distinto a la anterior época de los años noventa y hasta la crisis que comienza en el año 2007.

Esos temas se han asociado al marxismo o a la vieja izquierda (o los sindicatos), pero son preocupaciones fundamentales de la ciudadanía y los jóvenes. Todo el proceso de protesta social del lustro 2010/2014 tuvo, junto con el eje de acción por más democracia, la oposición a los recortes sociales y la pugna por la justicia social, y están presentes en la actual exigencia de un cambio social y político de progreso. Por ello exige una mayor labor crítica, ya que estas cuestiones sociales y democráticas están cargadas de fuertes condicionamientos, históricos e intelectuales. Es un motivo más para el análisis riguroso y el estímulo para elaborar un pensamiento diferenciado en ese ámbito tan sustancial para la mayoría de la sociedad. La gravedad y la urgencia para responder a esa temática ha empujado a diferentes representantes sociales y políticos a utilizar las armas interpretativas disponibles, desde el marxismo, el anarquismo y la teoría populista hasta el liberalismo o el simple empirismo.

Entre la intelectualidad progresista y las élites políticas y asociativas es necesario un impulso crítico, científico, para analizar también este campo, en pugna con las interpretaciones irracionales e idealistas, o simplemente superficiales. El aspecto central no es exclusivamente mejorar el conocimiento de la realidad, que ya es importante, sino prepararse mejor para dar respuestas adecuadas y justas ante esos problemas: conocer la realidad para transformarla.

En ese sentido, es conveniente modificar y adecuar los esquemas interpretativos del pasado para analizar la sociedad actual y particularmente las nuevas generaciones y sacar las correspondientes enseñanzas para renovar el pensamiento social y ayudar a esclarecer y adaptar las prioridades prácticas, estratégicas y teóricas del mundo asociativo, las izquierdas y las fuerzas alternativas.

En definitiva, es conveniente un esfuerzo en el terreno de las ideas, cultivar la actividad reflexiva y crítica y avanzar en la elaboración de un pensamiento social riguroso y comprometido, que sirva para favorecer la transformación progresista, igualitaria-emancipadora, de la sociedad.

Debilidades intelectuales de las izquierdas