viernes. 29.03.2024

Los sindicatos en el diván

“Hay una legislación social en España de la que no se cumple nada o casi nada. (…). La garantía para el cumplimiento de las leyes es nula. Por eso, cuando las leyes sociales se cumplen es precisamente porque lo exige la fuerza de la clase trabajadora organizada en sindicatos”. Francisco Largo Caballero. Obras completas. Fundación F. Largo Caballero (FFLC).

El pasado día 11 de este mes los sindicatos han dado un toque de atención al Gobierno al movilizarse en torno a sus delegaciones territoriales (bajo el lema: “Ahora sí Toca”) y difundir sus demandas a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. CCOO y UGT han exigido de nuevo -recogiendo la creciente demanda social- el incremento del SMI, medidas para garantizar la sostenibilidad de la Seguridad Social (SS) y mantener el poder adquisitivo de las pensiones, además de derogar las últimas reformas laborales, sobre todo la promulgada por el PP.

En relación con las pensiones, los sindicatos han recordado que este año se cumplen 10 años del Acuerdo firmado en el año 2011 entre el Gobierno y los interlocutores sociales sobre las pensiones. Un Acuerdo (actualizado y mejorado) que los sindicatos quieren recuperar y poner en valor como ejemplo de consenso frente a la reforma unilateral de las pensiones del PP (año 2013), que golpeó al índice de revalorización de las actuales pensiones e impuso el factor de sostenibilidad con la pretensión de recortar el poder adquisitivo de los futuros pensionistas. Junto a esta iniciativa, han reiterado también su decidida voluntad de negociar con el Gobierno el desarrollo de las últimas y esperanzadoras recomendaciones del Pacto de Toledo.

En este sentido, la UGT y CCOO han manifestado que no aceptarán, en ningún caso, reformas que signifiquen en la práctica “recortes” para los futuros pensionistas. Por eso han criticado duramente la propuesta del ministro José Luis Escrivá de ampliar el periodo de cálculo de las pensiones de 25 a 35 años o la intención de penalizar a las trabajadores (futuros pensionistas) que se vean expulsados del mercado de trabajo contra su propia voluntad. Los sindicatos insisten en que el problema de la SS es la falta de ingresos y no el gasto. La UGT, en concreto, recuerda que en España el gasto en pensiones no llega al 10% del PIB, cuando Alemania gasta el 13%, Francia el 14% e Italia supera el 15%. Por eso hacen mucho hincapié en la separación de fuentes (la SS no puede hacerse cargo de gastos impropios que corresponden al Estado), en superar la precariedad en la contratación y aumentar los salarios (lo que incrementaría notablemente los ingresos a la SS), además de recurrir, en último término, y si fuera absolutamente necesario, a los Presupuestos Generales del Estado.

Estas medidas exigen una política fiscal más justa donde prevalezca la lucha contra  el fraude, la evasión fiscal y la economía sumergida, con el propósito de equiparar a España (6,2% del PIB por debajo), en ingresos fiscales, a la media europea. Además de abordar una reforma fiscal en profundidad que frene el desarme fiscal que propugnan las derechas y tenga en cuenta la necesidad de potenciar los impuestos directos (rentas y patrimonio) sobre los indirectos (el IVA lo pagan todos los ciudadanos por igual al margen de sus ingresos y patrimonio); equiparar las rentas del capital a las del trabajo; aumentar el IRPF a las rentas más altas; fijar un mínimo en el impuesto de sociedades; aplicar el impuesto a las transferencias financieras; evitar el dumping fiscal entre CCAA y la confrontación de éstas con el Estado (patrimonio, sucesiones y donaciones); revisar a fondo las bonificaciones, exenciones y deducciones fiscales; establecer una ambiciosa fiscalidad verde y medioambiental…

Los sindicatos han recordado también que se cumplen en este mes nada menos que nueve años de la “extremadamente agresiva” reforma laboral del PP (2012). Aprovechando este aniversario han vuelto a exigir su derogación y la modificación en profundidad de la legislación que regula nuestro mercado de trabajo, muy condicionado por el desempleo, la precariedad, la temporalidad, la baja protección social y los bajos salarios. Además de restablecer el equilibrio de fuerzas entre los interlocutores sociales, lo que obliga a potenciar la negociación colectiva tanto en su extensión como en sus contenidos y a recuperar la ultra actividad de los convenios y la prevalencia del convenio sectorial sobre el de empresa.

Las movilizaciones y el quehacer sindical en respuesta a la difícil situación sanitaria, económica y social están coincidiendo con los debates previos a los Congresos confederales que celebrarán la UGT (18 a 21 de mayo) y CCOO (21 a 23 de octubre) en el presente año. En los congresos se analiza la gestión pasada y se eligen a los órganos de dirección del sindicato. Sin embargo, lo más relevante siempre es reflexionar sobre el trabajo sindical a desarrollar en los próximos años y fijar sus prioridades a partir de dos principios elementales: defender el internacionalismo obrero y, en coherencia con ello, fortalecer el alicaído movimiento sindical internacional -como la respuesta más eficaz a los perniciosos excesos de una globalización desregularizada-, participando activamente en la Confederación  Sindical Internacional (CSI) y en la Confederación Europea de Sindicatos (CES). Además de trabajar a fondo para garantizar la centralidad del trabajo en un contexto democrático y analizar en profundidad el futuro del trabajo y, por lo tanto, el papel de los sindicatos en los próximos años. Debemos reafirmar que no estamos ante el fin del concepto del valor trabajo: trabajo fluido, disperso, intensificado, desregularizado, sobre bicicletas…; pero, en definitiva, trabajo.

Tampoco debemos olvidar que la actual revolución digital (economía del conocimiento) y la comunicación en tiempo real en un mundo globalizado (los grandes datos en diversos formatos se han convertido en un nuevo factor de producción del que las empresas obtienen fuertes beneficios), se encaminan a instaurar la fábrica inteligente (robotizada) y a potenciar la movilidad y el transporte (eléctrico y automatizado), lo que ya es considerada como la cuarta revolución industrial. Por eso, es imprescindible que los sindicatos participen activamente en estos procesos -para garantizar una transición justa-  encaminados a digitalizar toda la economía y reactivar la industria, los transportes, la agricultura y los servicios con el propósito de alcanzar un mayor crecimiento sostenible  en un mundo globalizado. Todo ello al margen de que los sindicatos participen -a partir de las enseñanzas de la Pandemia- en los proyectos de la UE relativos a la digitalización  y a la lucha contra el cambio climático (transición energética e impulso al denominado empleo verde).

A partir de esta reflexión general, que condiciona también nuestro presente, los sindicatos deben abordar dos asuntos relevantes: la política organizativa y la política o estrategia sindical. La política organizativa debe propiciar la racionalización y adecuación digital de las estructuras (evitando los saltos en el vacío y los riesgos de burocratización), impulsar el proselitismo para aumentar la afiliación de los trabajadores (sobre todo en las pequeñas empresas muy poco sindicalizadas) y fomentar la participación, el debate y la democracia interna. Además de impulsar la integración generosa de colectivos específicos con muy escasa presencia en el movimiento sindical: parados, precarios, pensionistas, inmigrantes, “riders”, “kellys”…

También los sindicatos deben aspirar a aumentar su representatividad para incrementar su capacidad de presión (“amenaza creíble”) y de negociación colectiva, en busca del equilibrio de fuerzas con los empresarios (“hacer músculo”). A todo ello debe contribuir de manera decisiva la recuperación de la formación sindical de cuadros y delegados (en aparente retroceso), que ha sufrido muchas contrariedades en los últimos años ante las políticas antisindicales interesadas e, incluso, ante algunas malas prácticas cometidas por los propios sindicatos. Por último, los sindicatos deben reforzar, aún más si cabe, el control, la transparencia y la autosuficiencia de su tesorería, así como su presencia en los medios de comunicación y en las redes sociales encaminada a potenciar la difusión de sus estrategias sindicales.

En relación con la acción sindical los sindicatos deben concretar sus propuestas en el mercado laboral: trabajar prioritariamente para reducir el desempleo, modificar y modernizar la legislación laboral, facilitar el cambio de nuestro modelo productivo, eliminar la escandalosa precariedad  en la contratación, proteger la salud en el trabajo, mejorar las condiciones de trabajo y las retribuciones de los empleados públicos, fortalecer la negociación articulada desde el sector a la empresa, además de repartir mejor el trabajo existente para incorporar a los jóvenes al mercado de trabajo e impulsar su desarrollo integral. Finalmente deben reflexionar también sobre cómo mejorar su escasa participación en las empresas (democracia económica) y, desde luego, analizar su presencia y eficacia en las instituciones del Estado, sobre todo en las encargadas de la intermediación en la contratación laboral y en la formación profesional de los trabajadores.

En todo caso, los sindicatos, en sus congresos, deben reafirmar la unidad de acción sindical, sobre todo en el ámbito de la negociación colectiva y de la concertación social. También deben defender su autonomía sindical, incluso con gobiernos considerados como progresistas. Lo que no debe ser un obstáculo para hacer política: defender el Estado de bienestar y apostar por la justicia social, el rearme a fondo de lo público y la progresividad fiscal, en detrimento de los populismos y de los defensores de las ideas de corte neoliberal.

Sin duda, los sindicatos se encuentran en una difícil encrucijada ante el creciente malestar social y el deterioro que sufren los más débiles. No lo tienen nada fácil; por eso deben estar preparados para participar en las previsibles movilizaciones sociales en respuesta a la terrible situación sanitaria, económica y social y la fuerte presión que ejercen los poderes fácticos y algunos medios de comunicación para que todo siga igual: que los trabajadores sigan pagando de nuevo los costos derivados de la Pandemia. Fuerzas muy poderosas que consideran el hecho sindical como algo irrelevante y del pasado: “organizaciones arcaicas ancladas en la revolución industrial”.

Una buena razón para que los sindicatos potencien su organización y practiquen una acción sindical más ofensiva -en contacto permanente con los jóvenes y colectivos emergentes-, para defender con eficacia los intereses de los trabajadores, como ya sucedió en el pasado, al grito de “Organización o Muerte”. En aquel entonces (y ahora), la máxima expresión de la organización en defensa de la causa obrera fueron (y siguen siendo) los sindicatos. En todo caso, son imprescindibles mientras subsista la explotación del hombre por el hombre y, además, su activismo sindical nos remite a una historia épica -y centenaria- cargada de ilusiones, esperanzas y utopías -con avances y retrocesos- y con la certeza de que en el futuro el trabajo sindical nos reportará logros que hoy nos parecen lejanos.

Fuente: Sistema Digital

Los sindicatos en el diván